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jueves, 20 de diciembre de 2018

COMPETENCIA


COMPETENCIA
(Editado el 5 mayo 2008)
JM AIZPURUA
Jugaban unos niños, a principios del s. XX en la playa de Zarautz, mientras un aldeanito del lugar les observaba. Eran niños veraneantes, venidos de la gran ciudad y que traían juegos exóticos y sofisticados. Estaban jugando a la silla. Los ocho niños giraban danzando alrededor de siete sillas y cuando cesaba la canción, corrían a sentarse en una silla, cosa que a uno de ellos resultaba imposible y ante su disgusto y desesperación, quedaba eliminado para seguir jugando. Una de las niñas jugadoras que había reparado en el interés que mostraba el aldeanito por el juego, se le acercó y preguntó orgullosa:
– ¿Qué te parece nuestro juego? -
– Una bobada. ¿Por qué no traéis otra silla y os divertís todos? -
Demoledor aldeanito. Sin saberlo, había cuestionado toda la filosofía competitiva del siglo.  Caído por maduro (¿podrido?) el colectivismo soviético, la actualidad mantiene su paradigma en torno a un homo competitivo danzando al rededor del beneficio económico, esperando al cese de la música para arrojarse a la silla, cayendo él o viendo caer a los demás en una danza sin sentido.
¿Quién se atreve a ser como el aldeanito? ¿Quién dice?; lo siento, pero todos os equivocáis. ¿A quién le gusta que le llamen utópico, visionario, soviético, drogata, alucinado, o simplemente loco? Es desalentador comprobar que, a la más mínima, no ya crítica, si no simple cuestionamiento, los ortodoxos del Pensamiento Único se arrojan sobre ti con sus rotundos argumentos de hielo.
Qué pena da a un ex-jóven del mayo 68, observar a los jóvenes actuales, presos de competitividad e individualismo, desfilando al son del Pensamiento Único, políticamente correctos, ayunos de alternativa. Y, sin embargo, cuando hablas con ellos en voz baja, descubres que poseen los anhelos alternativos de todos los jóvenes que en el mundo han sido. La partidocracia y la mediática, les tiene acorralados, presos en un gueto y aspirando a entrar en el reino del Poderoso Caballero.
Y una gran pregunta no se plantea; ¿Y si ya hay sillas para todos y no es necesario competir?
 



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