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miércoles, 12 de septiembre de 2018

EN FEMENINO Y MASCULINO


EN FEMENINO Y MASCULINO
Rafael ZAMORA MÉNDEZ
PORQUE… tuve una afectuosa tía, de nombre, CECILIA, bastante conocida y popular entre los avezados herreños de su época, que encomiaban su resignada humanidad, enorme cariño y cotidiano sacrificio, con su hermano, mi trastornado tío PEPE, lamentablemente, privado de razón y al cual, atendió con profunda fraternidad, hasta los últimos días de su agotadora existencia.
PEPE, fue una compasiva figura muy diferente y suficientemente  anecdótica, a toda prueba,  tratada con una inmensa caridad cristiana.
La muchachada de su época, le seguían con mantenida curiosidad, en una remota época en que para nada existían los modernos artilugios electrónicos actuales, ¡SE QUIERA O NO!, casi una manifiesta seria enfermedad para la juventud de hoy, APEGADA A ELLOS COMO VENTOSAS LAPAS HUMANAS,  y, el concertar con él, venir a parar en  ser algo hilarante, distraído, enormemente animado y gracioso.
Le solían pregunta por la  hora y, él, sacando una vieja llave de su bolsillo, se la llevaba a los labios, comenzaba a chequearla y exclamaba:
-.- ¡LA UNA! LAS DOS! LAS SIETE DE LA TARDE! TRILE!TRAS!
Había sido una persona enormemente culta y preparada, habiendo perdido sus potentes facultades, al retorno de haber cumplido con su inevitable servicio militar.
Su  mayor confort, era recibir de regalo, algunos mazos de puros, cajetillas de tabaco, dándose el peligroso caso de que, cuando no tenía a mano estos desfavorables elementos, con cualquier material  a su alcance que encontrara, se  confeccionaba unos trancos de  kilométricos vegueros, interminables y humeantes.
En cuanto a CECILIA, toda gallarda afinidad, benevolencia y gentileza, dominaba a la perfección el aventajado arte teatral, sobresaliendo de una manera espectacular, en los dramas, sainetes y comedias que, por aquellos tan lejanos tiempos, se llevaron a escena y, de los cuales, ya les hemos hablado en su adecuado y oportuno momento.
Otro, pero con el masculino nombre de CECILIO, todavía, de corazón, lamentando el trágico accidente que le quitara la vida, en unas carreteras casi desoladas y con un medido tráfico isleño, en el que muy pocos esperan mortales atropellos.
Cada vez que nos encontrábamos, nos fundimos en un apretado abrazo, rememorando nuestros remotos años del obligado servicio militar, allá, por las occidentales y calurosas tierras desérticas del ya nada español territorio africano de SIDI IFNI.
Tuvimos la agraciada suerte de estar por aquel entonces, bajo las benévolas ordenes del Teniente Coronel, Don ANTONIO FERNÁNDEZ PRIETO y  DOMÍNGUEZ, todo un bizarro militar, con un sensibilidad de padre a toda prueba y, con el que contraje una muy particular amistad, hasta...casi familiar, aseguraría yo.

Estando ubicado yo  en la COMPAÑÍA DE DESTINOS, IMPRENTA-ENCUADERNACIÓN, me encargaba le acomodase centenares de fotos que tenía, de su hogar, enmarcándolas en cristales y sobre todo, un  estratega de primera, por lo cual, le acomodaba al fácil alcance del  bolsillo, unos extensos mapas de la región que, manualmente, le  modificaba en pequeños prácticos  libros.
Al licenciarme, me llamó a su despacho y con un sentido abrazo, agradeciendo mis artesanales servicios, a pesar de que otros altos mandos pretendían continuase trajinando en la mencionada imprenta, con autoridad, se impuso sobre ellos y me apresuró el feliz regreso a casa.
Años más tarde, remontaría de categoría, según informaba el DIARIO OFICIAL DEL EJÉRCITO, número 288, Tomo IV, PÁGINA 1153:
“Por los que se promueve  General de División a
don ANTONIO PRIETO FERNÁNDEZ DOMÍNGUEZ”.
10-DICIEMBRE-1959.
Con mi emigración a Venezuela, perdí por completo tan benévola conexión con él pero, todavía, le recuerdo con filial admiración, por los profundos vestigios impactantes de aventajada avenencia, que en mi alma, con palpables paradigmas, supiera inculcarme.

Simplemente, han sido estas  unas  placenteras efemérides personales, que hoy, me he permitido sacar a difundir  porque, nada existe más aciago y deplorable, que el dejar atrás, sin mencionar, a quienes todavía seguimos rememorando con imperecedera ternura y allegado aprecio.

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