PODER MIRARLA A LA CARA
OLIVIA CARBALLAR
Adelia Hermoso
lleva años sin faltar a un solo acto sobre memoria histórica. Ella busca a
Baldomero Durán, el primer marido de su madre, Beatriz. Antonio Narváez lleva
desde los tres años sin su madre y sin su padre, ambos asesinados en 1936.
Ascensión Mendieta consiguió enterrar a su padre sola, sin ayuda del Estado,
casi 80 años después.
El anuncio de la
ministra de Justicia, Dolores Delgado –asumir el deber del Estado de exhumar
las fosas del franquismo, ilegalizar todas aquellas organizaciones que hagan
apología del franquismo y declarar nulas las sentencias del franquismo– es aún
un anuncio, pero es también, sin duda, un paso imprescindible para poder mirar
a miles de hombres y miles de mujeres como ellos a la cara.
“No puede ser que
personas con más de 90 años se desesperen intentando recuperar los restos de
sus padres ante la negativa de un juez o la arbitrariedad de un ayuntamiento”,
ha dicho la ministra de Justicia. “Ha sido el día más feliz de mi vida”, dijo
Antonio Narváez cuando declaró en la causa de la querella argentina, que
investiga los crímenes del franquismo al otro lado del Atlántico. Había contado
esto:
A mi padre lo mataron luchando por la
libertad. Ya habían dado el golpe de Estado, dos días después, el 20 de julio
del 36. Era un hombre que sabía leer y escribir y por eso mayormente lo tenían
entre ceja y ceja. Ese día, él iba andando por la calle y salió un tiro de una
reja. No estaban luchando ni nada. Lo hirieron, lo llevaron al hospital y al
otro día al cementerio. Como todavía no habían empezado las matanzas, lo
metieron en un nicho. Luego lo sacaron y lo echaron en una fosa común. Tres o
cuatro semanas después, a mi madre, después de raparla junto a su madre y otra
hermana, la sacaron de la cama y le dijeron que la llevaban a dar un paseo. Mi
hermano, de cinco años –ya fallecido– y yo, de tres, estábamos dormidos”.
Nunca más la volvió
a ver: “No me acuerdo de su cara, pero jamás la he olvidado y quiero darles a
los dos un entierro digno”. ¿Es esto acaso reabrir heridas? ¿Es esto acaso una
venganza? No, es una obligación del Estado, una necesidad de la democracia.
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