LA LEY DEL SUELO, UN NUEVO EPISODIO DE CORRUPCIÓN “LEGAL”
POR RAMÓN AFONSO
No
hace mucho decíamos que en Canarias, junto a la corrupción ilegal, convive otra
corrupción “legal”, la que se produce cuando el poder público se pervierte
configurándose como una plataforma de defensa de intereses privados. Como el
capitalismo, este tipo de corrupción no procede de ningún acto fundacional, ha
sido un destilado histórico que ha acabado imponiéndose por la fuerza de los
hechos. Una especie de “destino manifiesto” de una oligarquía que se ha creído
elegida para sojuzgar las leyes en su provecho. Tiempo han tenido, más de
treinta años favoreciendo o gestando liderazgos, financiando campañas
electorales y tarjetas black, alimentando egos y carreras les han proporcionado
la capacidad de consolidar su proyecto histórico como clase.
“SE
NOS HA DOMINADO MAS POR EL ENGAÑO QUE POR LA FUERZA” (SIMÓN BOLIVAR). Desde el
primigenio Estatuto de Canarias en que, con una torticera Ley Electoral,
hicieron saltar por los aires aquella máxima democrática de “una persona, un
voto”, se consagró le supremacía dictatorial del tripartito que ha ido
construyendo un andamiaje legislativo a toque de pito de las patronales y los
grupos de presión. Con cada reforma del REF a las rentas de capital se les ha
ido eximiendo cada vez más, mucho más, de su contribución, vía fiscalidad, a la
Hacienda Canaria. Con cada obra pública, la mayoría innecesarias –los puertos
de Granadilla o Arinaga, la mastodóntica terminal del aeropuerto de La Palma,
los trenes de Gran Canaria y Tenerife, los recintos feriales y auditorios…– y
con cada privatización –sanidad, educación, sectores estratégicos: trasporte,
energía, agua y su distribución, ENMASA, EMALSA, servicios sociales, etcétera–
se han garantizado la fluida transferencia de dinero público a cuentas
privadas. Como colofón, el Estado, a modo de gran hermano Vip, ha proporcionado
el marco normativo general adecuado a tanto desmán: una Constitución a la
medida y unas leyes –Reformas Laborales y fiscales, reforma del artículo 135 de
la Constitución y su corolario de recortes y sufrimiento, la antidemocrática y
desmovilizadora Ley Mordaza, etc., etc.– que consolidan el estatus quo
neoliberal que tanto demanda la burguesía de aquí y de allá.
MAS
MADERA: LA LEY DEL SUELO. Un galimatías jurídico de 408 artículos, 15
disposiciones adicionales, 23 transitorias, 1 derogatoria, más 7 finales
pretende, según afirman en el preámbulo los desconocidos expertos que han
perpetrado el anteproyecto de Ley del Suelo, no sólo garantizar la protección,
ordenación y uso de éste, sino superar la práctica de legislar al albur de
problemas concretos. Sin embargo, adentrándonos en la espesura de su
articulado, se comprueba cómo la ordenación a golpe de necesidad sobrevenida es
una constante, pudiéndose “aprobar ordenanzas insulares o municipales, de
oficio, bien por propia iniciativa, bien a petición de particulares que
ostenten intereses legítimos representativos, por el procedimiento de
aprobación de estas normas reglamentarias de acuerdo con la legislación de
régimen local, con los mismos efectos que tendrían los instrumentos de
planeamiento a los que, transitoriamente, reemplacen” (Art 155). O como se
afirma en el artículo 169.1, “excepcionalmente, cuando concurran razones
justificadas de interés público, social o económico relevante, el gobierno de
La Ley del Suelo, un nuevo episodio de corrupción “legal” Canarias, de oficio,
bien por iniciativa propia, bien por petición de otras Administraciones o de
particulares, podrá suspender motivadamente la vigencia de cualquier
instrumento de ordenación para su modificación o adaptación, en todo o parte,
tanto de su contenido como de su ámbito territorial”.
Cuestiones
parecidas a estas salpican por entero la ley. Además, hay quien ya avisa de
posibles vicios de inconstitucionalidad por vulneración del principio de legalidad
y de jerarquía normativa, recogidos en el artículo 9 de la Constitución. Nos
siguen engañando, nos siguen dominando.
LA
LEY DESREGULA MÁS QUE ORDENA. Reza un antiguo dicho que “las monjas no sólo
tienen un estricto voto de castidad, sino también fuertes rejas en sus
ventanas”. Pues bien, esta ley arranca de raíz las rejas que pudieran contener
el furor urbanizador de alcaldes y promotores, que parecen poseer un
irrefrenable instinto de devastación del territorio, si la ocasión de obtener
ganancias lo merece. Pongamos que hablamos de toda la pléyade de alcaldes y
concejales y algún que otro empresario que ahora mismo son juzgados por la
Justicia por no reprimir esa pasión funesta. Con esta ley se hace realidad la
vieja aspiración de los zorros de convertirse en vigilantes del gallinero (con
la complicidad de los lobos de patronales y mercados). Nada impedirá que los
alcaldes saquen adelante planes generales consagradores del pelotazo –ya hemos
visto cómo se las gastan algunos– sin ningún órgano superior que vele por la
legalidad de los mismos. Y más, cuando la misma ley permite que los
planeamientos, la ordenación y los usos del suelo se puedan modificar de
oficio, siempre que las instituciones decidan que existe una cuestión de
interés general, y ya sabemos lo fácil que es declarar este tipo de cuestiones.
Ya
se engrasan las concreteras y se ponen a punto los pica-pica, las grúas y las
palas mecánicas a la espera de que los Clavijos y los Casimiros, los José
Carlos Francisco y los Lopesan den la orden evangélica de rellenar, aplanar,
enderezar, nivelar cada valle, cada montaña, cada camino de nuestra tierra.
La
Cotmac ha pasado a mejor vida y a los ciudadanos y ciudadanas sólo les queda
rezar (a los creyentes), acudir a los tribunales (a los optimistas) o
movilizarnos para parar este desafuero, los que no tragamos con más ruedas de
molino.
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