MONEDERO
Público.es
A mí, que
Monedero haya dimitido, me parece muy bonito, muy fashion y muy bien. Aunque la
puesta en escena con su dear Pablo haya elevado nuestros niveles de glucosa
hasta límites de insalubridad diabética. O sea.
Los grandes
politólogos endecasílabos de nuestra nación, sin embargo, consideran que la
fuga de Monedero significa que Podemos se rompe. Que se acabó. Que la izquierda
vuelve al PSOE, a los consejos de administración de Endesa y tal.
Podemos se
rompería si Monedero se quedara a contracorazón, o manchando al partido con un
dinero poco explicado, o porque están cerca unas elecciones. Yo creo que
Monedero se va porque se va y no pasa nada. Porque Monedero, que yo sepa, es un
profesor. No es nadie. En España, y en el planeta en general, un profesor no es
nadie.
Una de las
cosas que me gusta de Podemos es que no hay uniformidad de criterio o voto.
Cada uno hace lo que no debe de hacer en el momento más inoportuno y
antimatemático. La disciplina de partido, esa democrática fascistada, aquí no
existe. Acaba uno no sabiendo de qué va esta gente, y a mí no me gusta esa
gente a la que enseguida junas para dónde van. Prefiero a un improvisador que a
un previsible: el primero, sin querer, puede cambiar el mundo.
Podemos es el
experimento del científico loco que ha permitido que las más extravagantes
sustancias se mezclen solas. Fornicativas. Quizás el laboratorio explote. Casi
seguro que explota. Pero como eso no es menos bueno que malo, a veces lo
prefiero a lo peor, que es lo que tenemos, y por eso les profeso a los de
Podemos una muy disimulada, cabrona e insultante simpatía. Estoy tan harto de
ver cómo los decentes y cuerdos desorganizan el caos, que siento curiosidad por
ver cómo perpetran ese mismo desmadre los locos indecentes. ¿Alguien quiere
volar sobre el nido del cuco? Ese es el referéndum al que se enfrentan
Iglesias, ex Monedero y Errejón. Yo lo estoy deseando. No por convicción
política o frivolidad histórica. Solo por verlo.
Si le bajan la
cabeza al ex vicepresidente Rodrigo Rato para entrar detenido en un coche
policial, no se rompe el PP. Si a los ex presidentes Chaves y Griñán los
retiran indisimuladamente de la política por chorizos omisorios, no se rompe el
PSOE. Pero si se va de Podemos un tal Monedero, un particular de un partido sin
representación parlamentaria, se monta la de dios es cristo, se rompe un
partido, se desmadra Chernobyl y hay una catástrofe mediática que llena de
muescas de revólver bolivariano las portadas de los periódicos.
Mirar con
microscopio los objetos grandes y con telescopio los pequeños es inclinación
muy humana, y la democracia consiste en exagerar mucho las percepciones más íntimas
y estúpidas de cada uno. Por eso es la fórmula de gobierno que preferimos esa
mayoría de gente que no quiere saber lo que está pasando, lo que ha pasado ni
lo que va a pasar.
Podemos es una
cosa muy pequeñita. No es nada. Aun no tienen ni derecho a votar en contra de
un simple decreto-ley. Ni han podido hacerse unas rayas en el lavabo del BCE
con una tarjeta black de Bankia. Unos pringaos, en resumen. Por eso no le
dedicaré ni una sola palabra más a Juan Carlos Monedero. No es una persona
importante. Por eso tampoco le dedicaré una palabra menos a Juan Carlos
Monedero. Casi nunca es mejor no escribir que borrar.
Como no decían
Bukowski ni Baudelaire:
Nunca bebo de un río
de agua clara.
En los ríos de agua
clara
suelo lavarme los
pies.
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