CINCO MUJERES
Y UNA CIUDAD
PRESENTACIÓN DEL LIBRO: LA LAGUNA ES ELLA
DE MACA MARTINÓN
Cecilia Domínguez Luis
Cinco mujeres se buscan a sí mismas en la memoria de lo vivido.
Cinco mujeres en una ciudad, La Laguna, cuyo paisaje, esquivo a veces, acogedor
otras, parece acomodarse a la búsqueda desolada de esas mujeres, pero también a
sus deseos y a sus esperanzas.
Cinco mujeres que se mueven en un paisaje confuso, neblinoso en
ocasiones, en un trayecto que va desde su mundo interior al exterior, sabiendo
que el presente tiene un valor imperativo que las obliga a elegir.
No en vano, la novela de Maca Martinón que hoy presentamos,
tiene un título tan sugerente como La
Laguna es ella, que ya hace que nos formulemos la primera pregunta: ¿Por
qué ese título?
No cabe duda de que el
título nos pone sobre la pista para encontrar en esa niebla lagunera, en la
soledad de sus calles recién amanecidas, en el canto de los mirlos en verano, o
en la penumbra de sus callejones, un paralelismo con los diferentes estados de
ánimo de las protagonistas, con sus luces y sus sombras, con sus fracasos, sus deseos
y, sobre todo, con sus ansias de reafirmarse.
Es más, en las páginas que preceden a la presentación de la
autora,- un paseo entre el reconocimiento y la reflexión- se incluyen tres
poemas, uno de Ana María Fagundo, otro del hermano de la escritora, Miguel
Martinón, y un tercero de quien les habla que ya nos remiten a esas ciudades
que invitan al desvelo, al primer llanto de mujer en útero de mujer, y a la
esperanza de que un día el mar habría de venir por el cielo de Aguere. Palabras
que junto a las de ese recorrido personal por la ciudad, nos ponen en
disposición de acercarnos con curiosidad
e interés a lo que Maca Martinón quiera contarnos.
En esta primera novela, publicada por Ediciones Aguere, en su
colección G21, su autora nos lleva, a
través de sus protagonistas, a una reflexión sobre el profundo e irresoluble
problema de la soledad, la incomunicación y el sentido de la vida.
Cada una de las mujeres que aparecen en esta novela se enfrenta a sus problemas con el lastre que
supone un pasado que la condiciona. De ahí que estas mujeres nos muestren, en
la mayoría de los casos, y sin concesión alguna, la angustia y el desconcierto
que le producen los momentos oscuros de cada una de sus vidas.
Tal vez, lo único que las une en esta soledad en la que se
desenvuelven es el deseo de encontrar,
al menos, algunos momentos de armonía con el mundo.
Dividida en once capítulos que encabezan los nombres de las protagonistas y que se intercalan a lo
largo de la narración, el punto de vista del narrador va cambiando, según se
trate de uno u otro personaje. Así, la
tercera persona omnisciente que caracteriza al narrador de los capítulos
dedicados a Teresa, Olivia y Amalia, pasa a segunda persona cuando se trata de
los que narran la historia de Lucía, tal vez porque el tú con el que se cuentan
sus avatares no sea otro que la voz de ese alter ego de la propia protagonista
que la refuerza en sus decisiones.
Marina aparece como contrapunto. En este caso, es ella la que se
expresa, la que habla por sí misma, pero apenas de ella misma. La autora de La Laguna es ella ha querido poner voz
directa a uno de sus personajes, pero ¿quién es realmente esta mujer que parece
estar al margen incluso de su propia historia? Aquí Maca Martinón hace entrar
en el juego al lector para que saque sus propias conclusiones.
Por Marina sabemos la relación que hay entre ella, Teresa y
Olivia. Es la única que opina sobre sus amigas, incluso la que se permite
juzgarlas, acaso como una forma de huir de sí misma, de sus propias
frustraciones, o de su posible deslealtad. Tal vez por eso el personaje de
Marina se llena de patetismo, cuando comprobamos su fallido intento de colocarse
por encima de su propia soledad y su propio dolor.
Teresa, Olivia y Marina se contemplan a sí mismas desde su
madurez. Se sienten perplejas, desasosegadas, lejanas, en un presente que las
apremia a decidir, en su particular aislamiento sin paliativos, qué es lo que
realmente quieren ser, con la necesidad, imperiosa de confiar en sí mismas.
Las tres han llegado a este presente con un bagaje de soledad e
incomunicación que las hace replantearse sus historias, ahora que pueden mirar
atrás en un intento, si no de justificar su pasado, sí de asimilarlo de tal
forma que este no les impida poner un nuevo rumbo a sus vidas.
Teresa, marcada por una relación clandestina que la atrapa y
condiciona, consigue, al enfrentarse con la muerte de alguien querido, ir rehaciéndose de sus heridas y tomar las
riendas de su propia historia.
Olivia recurre a las relaciones esporádicas con jóvenes para
huir de un suceso trágico que la sumió en una desolación mayor de aquella de la
que pretendía huir: un ambiente familiar opresivo y castrante. Sin embargo no
consigue otra cosa que sumergirse aún más en la niebla que la envuelve como a
esa ciudad por la que pasea su huida a ninguna parte.
El personaje de Lucía, podría ser, aparentemente, el más frágil.
Joven y de gran imaginación, su capacidad para captar “las historias íntimas de
los personajes que trasiegan a su (tu) alrededor”, apenas le sirve para olvidar
a ratos, la verdadera e inconfesable naturaleza de sus deseos o la oscuridad
que rodea su vida familar en un pueblo
del norte, del que consigue huir para recalar en La Laguna, ciudad que acogerá
cada una de sus decisiones futuras. Porque a partir de entonces, será ella
quien elija, y es que sabe que ahora
puede ser libre y “crecer como mujer que ama a otra mujer.”
Amalia es la de mayor edad que, casi al final de una vida llena
de frustraciones e incomunicación, incluso por parte de sus propios hijos que
parecen no entender sus necesidades, consigue, como si de una suerte de
compensación se tratara, encontrar el amor de un hombre que la hará sentirse de
nuevo viva, a pesar de la cercanía de su muerte.
Amalia, es una mujer que no se rinde y que, a través de la lectura de
autoras como Virginia Wolf, Marina Tsvetáieva, o Ana Mª Matute, entre otras, se
reafirma en su propósito de contribuir a ese último regalo que le ha concedido
la vida, y que no es otro que un nuevo encuentro con el amor.
Pienso que, con el pretexto de la afición de este personaje a la
lectura, Maca Martinón ha querido rendir homenaje a las diferentes escritoras
que aparecen como favoritas de esta protagonista, porque, como Amalia, Maca “percibe el eco de ellas en su alma”.
Por otro lado, la novela está escrita de tal manera que podemos
leerla toda seguida, capítulo a capítulo, o elegir los dedicados a Teresa o a
cualquiera de los personajes, hasta completar sus historias, sin que, en ningún
momento perdamos la perspectiva de toda la narración.
En menos de 90 páginas, Maca Martinón ha sabido mostrarnos lo
esencial de cada historia, de tal manera que lo que calla y lo que nos sugiere
hace que nuestra imaginación complete esos espacios de silencio.
Y así, entre lo contado y lo sugerido va discurriendo la
historia de estas cinco mujeres, cuatro de las cuales van a tener un punto de
encuentro: el Ateneo de La Laguna, con motivo de una conferencia que va a
impartir Teresa en la sala Alberto de Armas.
Desde luego, estamos
hablando de una novela urbana. Todo ocurre en la ciudad de La Laguna. Sin
embargo el Ateneo, la plaza de la Catedral, los paseos, las calles, en
definitiva, todos los elementos que constituyen la ciudad, no son solo el marco
donde se desarrollan las historias de estas mujeres, sino mucho más.
La mirada que la autora proyecta sobre el paisaje urbano y más
allá de él, -mirada necesaria desde el presente en que vive-, consigue, con
pocos trazos, que sintamos la presencia de un lugar que pasa a ser un protagonista
más de la historia, porque, a través de esas calles, de esa niebla del amanecer
lagunero, se buscan las protagonista, se busca la autora, nos buscamos todos. Y
tal parece que La Laguna, con sus calles húmedas y solitarias, sus plazas, sus
callejones, su penumbra y su luz, toma partido.
Una de las cosas que me han llamado la atención en esta novela
es la recurrencia a los olores, tal vez porque es algo que me interesa a la
hora de escribir, pues siempre he pensado que el olfato es el sentido de la
memoria.
Un olor puede, de pronto, trasladarnos a un tiempo, a un lugar y
a unos acontecimientos que teníamos
relegados casi al olvido y que gracias a un determinado olor de pronto resurgen
y se nos vuelven cercanos.
Desde el Cantar de los
Cantares, la literatura ha estado llena de sintonías evocadoras a través
del olor. No tenemos más que recordar
novelas como El perfume, cuyo
título ya nos habla de su protagonismo, o el olor evocador de las magdalenas y
el té de Proust , o los olores urbanos de Virgina Wolf, precisamente una de las
escritoras que se nombran en esta novela , o el aroma a café recién hecho del
que habla Marina Tsvetáieva en un poema perteneciente al libro Poema
del fin y que dice: No era / de Arabia, no: de Arcadia/era aquel aroma/ del
café , un olor que traslada a Teresa al patio de Amalia, donde el “aroma del café y del bizcochón, acompañaban
las confidencias entre Amalia y su madre. Y, si para una de los protagonistas
de una novela de Carmen Martín Gaite, otra escritora a la que se le rinde
homenaje en este libro, el olor a gambas a la plancha y a café, la hace sentir
provisionalmente a salvo, para Teresa, es el olor a tierra húmeda lo que la
confirma como parte del lugar en el que vive.
Y el olor sigue siendo un elemento evocador en Amalia, y en su
memoria el aroma de los nísperos y las ciruelas de la huerta de Armando se une a la imagen de este hombre de “voz
vigorosa y franca” que la acoge.
Por su parte, Olivia busca el olor de los cuerpos; evoca el olor
penetrante de Tanausú, su último joven amante, una “mezcla de sudor y afther
shave” Olores de lo prohibido que pudieron haberse puesto en su contra en aquel
ambiente opresor en el que vivió, acosada por un padre violento y del que pudo huir, con desigual fortuna.
Inútil su empeño por atrapar la dicha.
Con Lucía, el olor interviene de manera diferente. Es ella la
que actúa sobre él, lo aspira, lo aprehende y lo expande hacia todos los puntos
de su memoria, para retomarlos algún día, porque es ella quien decide, quien
elige “el perfume de su primera enamorada,…con el sol naranja a punto de
despedirse.”
Y es que los olores circulan entre nosotros, emanan de
nosotros y, a pesar de que no podamos
describirlos o lo hagamos recurriendo a simples adjetivos como agrio,
penetrante, agradable, apestoso, salobre, lo cierto es que los olores
despiertan nuestros recuerdos y también nuestros sentidos. Algo que parece
conocer bien nuestra autora.
Podríamos decir que La
Laguna es ella es una novela urbana
sobre la soledad , pero no es solo eso. En ella se habla también del amor y de
su ausencia, con el consiguiente desgarro que produce cualquier abandono, y a lo largo de sus páginas, sus personajes
persiguen el amor de una forma o de otra: bien vigilándolo, bien fallando ante
él, o esperándolo en silencio, aun sabiendo que una declaración de amor puede
ser una forma de conjurar la amenaza de la pérdida pero que, por otro lado, puede crear una
polaridad: Ese “te quiero” puede significar una petición, más o menos exigente,
de correspondencia, porque para algunos, como es el caso de Andrés, el amante
de Teresa, el amor que dice tenerle lo autoriza, en cierta forma, a reclamar
que ella también lo ame. Afortunadamente la libertad de elegir, la capacidad de
ser uno mismo la ayuda a definirse y a dejar claro lo que quiere realmente.
De cualquier forma el verbo amar tiene la virtud de acabar con
la espera, bien para rechazarlo y sacarlo fuera de nuestra historia, o bien para
asumirlo, aceptando la presencia del
otro. Y esta parece ser una de las conclusiones a las que llegan algunas de nuestras protagonistas, digamos que
las más afortunadas, que asumen una soledad a pesar de la cual o gracias a
ella, pueden ser dueñas de sí mismas y emprender un camino libre de ataduras.
Y si de amor hablamos, La
Laguna es ella es también una declaración de amor al lugar, a La Laguna. Un
ciudad testigo y parte de lo que sucede en la vida de estas cinco mujeres, como
en la de tantas otras, que sabe escuchar y se enorgullece de los pasos firmes
de aquellas que han sabido encontrar entre sus calles un lugar donde abrirse paso ante el fulgor de
la tarde.
En definitiva, las historias de nuestras protagonistas, con sus
finales felices o desgraciados, definitivos o esperanzadores nos remiten a una
idea fundamental que gravita a lo largo de toda la novela y que es la
incertidumbre de nuestra condición humana.
Felicitémonos por esta primera novela de Maca Martinón y
esperemos y deseemos que no sea la única. En sus manos está.
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