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lunes, 8 de septiembre de 2014

ARTIGAS, UNA PIEDRA FUNDACIONAL

ARTIGAS, UNA PIEDRA FUNDACIONAL
EDUARDO SANGUINETTI,

 FILÓSOFO RIOPLATENSE

Si existe un deber “revolucionario” para el intelectual latinoamericano del tercer milenio (si es que aún existe esta categoría), consiste en esforzarse en recrear la cultura satélite y en intentar encontrar por sus propios medios el alma y la esencia de lo que se denominó Patria Grande, despedazada por las tendencias del imperio.


En el orden de la cultura y de los ¿valores? importados, siguen pidiendo permiso, sin perder la mirada de las naciones del denominado primer mundo, para la producción de un film, la apertura de un centro gastronómico, la puesta en escena de un desfile de modas o de una muestra de artes visuales, con algún guiño autóctono; la producción de programas de tv, incluidos los de noticias y documentales al estilo Hollywood, Discovery o National Geographic, entre otros, tienen como referente a Estados Unidos.

Hago mención a Argentina, puntualmente, tierra donde he nacido, pródiga como ninguna en este planeta en recursos naturales y en una pésima distribución de la población y no a otras naciones suramericanas, donde aún el trabajo tiene espacio y lugar, como deber y derecho, nada se regala.

Argentina, donde el amiguismo hace milagros en el devenir de la vida de cualquier ciudadano común y la generosidad oportunista de gobiernos de turno se cristaliza en asignaciones de todo tipo y color, tanto para argentinos y migrantes de países hermanos donde un espacio para todos es posible, menos para los que intentan un cambio en este derrotero de despilfarro y delirio, donde el amiguismo con el candidato de turno y sus punteros, habilita a los peores a un puesto de asesor parlamentario o de fugaz funcionario con jubilación asegurada.

Honestamente, a pesar de las diferencias en maneras y modos, guardo un profundo respeto al pueblo uruguayo, que aún persiste en vivir en su tierra y no emigrar, como así también a la militancia del Frente Amplio, compuesto de trabajadores a tiempo completo, hoy luchando a brazo partido, intentando el milagro de que sus candidatos a la presidencia y vicepresidencia del Uruguay logren el prodigio de arribar a un tercer gobierno del FA, indispensable para continuar, bien o mal con un camino ya trazado hace 10 años.

De más está decir que blancos y colorados nunca más llegarán a ser gobierno, si hacemos memoria y recordamos los pactos de tiempos del Herrera de los años treinta, cuando se administraba Uruguay para terratenientes europeizados y sus acólitos, bajo la protección del Imperio Británico. No olviden que el caudillo del partido nacional o blanco Luis Alberto de Herrera comía con el rey Jorge, haciendo de la Banda Oriental, un protectorado inglés. No los considero ni para darles una chance, solo para llenar espacios de historias trasnochadas del diario de la dictadura y sus anécdotas para la hora del té.

Estos partidos, colorado y blanco, llegaron a sellar un pacto donde el partido triunfador en elecciones se reservaba el 60% de los cargos públicos y el derrotado disponía del 40% restante. A este convenio, la prensa uruguaya afín a conservar este status quo, designaba en guiño cómplice el “Pacto del Chinchulín”.

Hacía 1950, no olvidemos, se produjo un viraje en el pensamiento de Herrera: no era más el que había escrito acerca de la Misión Ponsonby en 1930. No había nada de extraordinario en ese cambio, pues el Uruguay se precipitaba a un giro de 180º, y la generación ilustrada de jóvenes “de buena familia” que se habían iniciado militando en el Partido Socialista, fundarían años después el Movimiento Tupamaros. Iban tras las huellas de una historia olvidada. Eran los rastros de Artigas, que volvía desde lejos, dispuesto a terminar y destrozar los pactos y tratados con el Reino Unido.

Artigas había sido arrojado a un abismo de olvido después de la derrota a manos de los porteños y portugueses, luego de hundirse su proyecto trascendente de fundar una Nación Suramericana. A fines del siglo XIX, la figura de Artigas comienza a corporeizarse, como su sueño fundacional.

Artigas hoy está más vivo que nunca, no lo olviden los candidatos del Frente Amplio: un deber histórico, digno y puro los aguarda si llegaran a ser electos para ocupar el ejecutivo de la República Oriental del Uruguay.


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