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jueves, 21 de noviembre de 2024

LA ZAMBULLIDA

 

VALEN24

TOMO 1

LA ZAMBULLIDA

Novela

(Hacia 1980)

 

 (Obra: NL.05 (a.27)

Inédita

(Fragmentos de Cap. 8)

 

José Rivero Vivas

_______
__________

 

Pasada a ordenador: mayo de 2007

 Revisión: junio de 2008

Corrección: febrero de 2010

Visto: diciembre de 2023

*

(Pendiente de oportuna Incrustación)

________________________________

 

 

Tenerife

Islas Canarias

Noviembre de 2024

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José Rivero Vivas

LA ZAMBULLIDA

Visto: diciembre de 2023

(Fragmentos de Cap. 8)

_________

 

8

 

Un mayo nací en Valencia,

en calle del Cabañal

cerca de la Malvarrosa.

Crescencio fui bautizado

por miedo a que no creciera,

o quizá que era gigante

a los ojos de mis padres.

 
Pasé mis primeros años

lampeando de un sitio a otro

por los rincones del Grao,

y el borde de la Albufera,

antes de alcanzar el mar,

donde embarqué de grumete

en un buque que hacía escala

en Italia, Grecia y Chipre,

y en el Líbano atracaba.

 

Tuve una novia en Torrente,

más allá de Chirivella,

y cuando tocaba puerto

recorríamos gozosos
el nuevo cauce del Turia,

profundizando, atrevidos,

en busca del agua clara

que el río traía turbia.

Se alargaban mis ausencias
y mi novia entristecía.
Sin fuego que la atizara,

nuestra pasión feneció.

El Turia de ayer sin agua,
el amor perdió influencia.
Ella se agenció suplente,
y yo continué en cubierta
cada nueva travesía,
diciendo adiós a Valencia

y al mismo Guadalaviar:
En Torrente y Chirivella
dejé mi ilusión un día.

 
Cansado de navegar
por el mar Mediterráneo,
de regreso a Barcelona
pedí la liquidación
y desembarqué en Marsella.
Anduve desorientado
media noche, una mañana,
tres horas y diez minutos.
Urdí mi plan finalmente;
preparé mis aparejos,
y, sin miedo a riesgo alguno,
puse proa tierra adentro

con propósito inequívoco
de a pie recorrer Europa.

*

 Mi historia es de tinte oscuro, carente de subrayados, de paréntesis ilustres y espacios iluminados. No conservo en mi haber anécdota importante que contar. Mi niñez no fue rica en experiencias, y la juventud me ha quedado parca en variedad, lo que claramente demuestra cuán poco afortunado he sido. Apenas pude disfrutar las delicias de los demás jóvenes, durante el período zumbón, antes de echarse novia y resultar formal. Mi gozo mayor fue compartido con aquella muchacha de Torrente, cuando paseábamos por Chirivella. Luego, a partir de su enfado, pocas mieles he degustado. Mis distracciones siguen escasas, que nunca he tenido participación en banquetes y festines.

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Cuando Crescencio quiso arreglar su casa, se embarcó rumbo a Guinea en un petrolero, de pabellón noruego. El barco sufrió avería a su regreso del golfo: un boquete enorme se produjo en su banda de babor, por donde entraba un chorro de agua a presión, que amenazaba anegar sollados y máquinas y hasta compartimentos estancos del oil tanker. De prolongarse, existía peligro de hundimiento, y se imponía por tanto la necesidad de repararlo urgentemente. Bajaron los submarinistas, expertos en soldadura eléctrica, y aun sin detener la marcha, se pusieron a restañar la vía abierta. Se produjo de pronto una explosión, y de inmediato se declaró el incendio.

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         Por fin, su voz se hizo audible para quien estaba en cubierta, acaso porque el viento soplaba en aquella dirección; al rato vio que botaban una lancha, con un par de marineros que, una vez en el agua, remaron hacia él. Entonces se desvaneció. Cuando despertó se halló en un camarote rodeado de gente que lo atendía y que pronto le preguntaron por la suerte de sus compañeros.
        -Los tiburones.

El náufrago supo que había sido recogido por un guardacostas, con base en Las Palmas, que captó el mensaje de socorro lanzado por el petrolero. Pasó un mes en una clínica de la capital de Gran Canaria, y, una vez dado de alta, voló a Valencia.
        Crescencio padeció mucho como consecuencia de su viaje malhadado. Quedó medio loco, totalmente desquiciado, y estuvo en manos de un psiquíatra por espacio de dos años. Durante ese tiempo, el muchacho vagaba alucinado de un sitio a otro de la zona, mascullando párrafos enteros, hilados a trompicones, pero que transparentaban la confusión y desorden de aquel espíritu, gravemente alborotado tras la terrible epopeya en la que vio perder la vida a varios compañeros, nadando junto a él, y que

de pronto desaparecían pasto de los voraces escualos.

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        No trabajaba ni se divertía. El dinero era poco y no había forma de ganarlo. Lo mejor era escapar. Y se fugaba cada día a las viejas márgenes del Turia, seco, sin ser río, lleno de yerbajos, cañas y chabolas. Dentro del recinto de la ciudad, iba a veces a una Gran Vía cualquiera, aunque no le apetecía la práctica por causa de los humos y el ruido de tanto coche circulando, sujeto el tráfago a la locura del momento. Otras, se internaba en los Viveros, atravesaba el río y se acercaba al Miguelete y su entorno. Recorrió todo Valencia, y ya no tuvo donde ir. Pero le atraía llegarse a Chirivella y bajar al vivo curso del Turia, añorando el recuerdo de los tiernos arrumacos prodigados por su novia de Torrente, de quien no sabía nada desde el final de su idilio.

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        Proseguía Crescencio su cotidiano itinerario hacia la confusión del día, ensartando, en cerrado monólogo, múltiples arbitrariedades sin ilación ni coherencia:
        Sigo sin encontrar norte, y no veo estrella que me guíe ni sol que alumbre mi camino. Sombra y oscuridad se derrama por doquiera, y son infinitas las luces que parpadean en difuso horizonte, sin motivo alusivo al gesto sonriente de príncipes extranjeros que gozan de inmunidad diplomática en el seno de una nación ignorada.

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José Rivero Vivas

LA ZAMBULLIDA

Visto: diciembre de 2023

(Fragmentos de Cap. 8)

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TOMO 1

LA ZAMBULLIDA

Novela

(Hacia 1980)

 (Obra: NL.05 (a.27)

Inédita

(Fragmentos de Cap. 8)

 

José Rivero Vivas

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Islas Canarias

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