ZURDOS VAN A CORRER
El macartismo de los ‘influencers’ libertarios impactó de lleno en la
paciencia popular, colapsada por la provocación del presidente y sus vetos a
las leyes que mejoraban la jubilación y las universidades
Javier Milei y los influencers
Matias Vicents y Fran Fijap posan en la Quinta de Olivos, el pasado 10 de
octubre. / Cuenta de Tw @FranFijap
La frase comenzó a circular como una amenaza. Como una promesa. El origen, un adjetivo, una palabra comodín, un lugar donde sostener un relato que al principio sonaba –o parecía sonar– fantasioso, payasesco. Y, sobre todo, viejo, con un eco de historias de espías y de Guerra Fría. Una reverberancia a otras frases, eslóganes en blanco y negro que peleaban por imponer su sentido común en el siglo XX. “¡¡Madre, salva a tus hijos de los bolcheviques!!”, proponía la Democracia Cristiana en la Italia de Posguerra. En Estados Unidos, el gobierno impulsaba la campaña anticomunista en todos los frentes con una especial atención en la cultura. El senador Joseph McCarthy dedicó su vida –y su apellido– a la persecución de comunistas y, ya que estaba, de cualquiera que no pensara como él. Actores, escritores, periodistas. Censura y escrache para todos.
Carteles
públicos y videos instructivos para reconocer comunistas. Y, sobre todas las
cosas, denunciarlos. La deshumanización –instrumentada por el Estado alemán en
el Holocausto y ahora por el Estado de Israel en el genocidio palestino–
aparece también en el plano simbólico para activar la maquinaria de destrucción
del enemigo. Para masacrarlo, primero hay que convertirlo en animal, en
monstruo. “Un ser sin alma”. Los conquistadores españoles –herederos directos
de la Inquisición– se adelantaron cinco siglos para eliminar a los indios de
América.
“Los
comunistas se comen a los bebés”. La propaganda antisoviética le debe su frase top a
Torquemada y sus amigos. Donald Trump la pasó a colores hace sólo unos días.
“Los inmigrantes se comen a sus mascotas”.
La
versión argentina pertenece a los genocidas que hicieron el golpe de Estado en
1976 pero fue un columnista el que –40 años después– se puso a gritar por
televisión contra el zurdaje mientras decía que hablaba de economía. Para él
–como para McCarthy– cualquiera que pensara distinto era zurdo. Y aplicaba el
doble movimiento de un ejercicio de odio básico, apetitoso. Azúcar ideológico.
El zurdo es malo. Todos los que se oponen son zurdos. Síntesis del odio y, al
mismo tiempo, motor de entusiasmo. Muerto el zurdo, fin de la historia. Como
una película pochoclera que no entretiene ni distrae. Pasa en las películas,
pasa en la vida real. (Y en la virtual). Más sintético es el enemigo, más
azucarado es el discurso.
Keynes.
Perón. Cristina Fernández de Kirchner. Obama. Pedro Sánchez. Todos zurdos. “Soy
un liberal en un país de zurdos de mierda”. Javier Milei repetía su lección
sorda como un mantra milenario apenas se cruzaba con un micrófono o con una red
social. Los fieles de su iglesia replicaron su mensaje. ¡Los zurdos, los
zurdos! Vienen los zurdos. El zurdo te quita todo. Te quiere pobre. ¡Zurdo
empobrecedor! ¡Sufrí zurdo, corrupto!
El
macartismo de cabotaje desplegado por los influencers libertarios
impactó de lleno en la paciencia popular
Lágrimas
de zurdo cayeron cuando Milei ganó las elecciones por más de diez puntos. Y un
poco antes, cuando todo hacía prever el desenlace electoral, llegó la promesa
de caza. Ahora había que pagar. “Zurdo vas a correr”. Los tuiteros festejaban
detrás del teléfono. Ya en el poder, a rolar el merchandising. Tazas
para tomar lágrimas de zurdo, vendían libertarios en Mercado Libre, la
plataforma de comercio más grande de América Latina, propiedad del tuitero
Marcos Galperín, un argentino que se fue a Uruguay para pagar menos
impuestos.
El
macartismo de cabotaje desplegado por los influencers libertarios
impactó de lleno en la paciencia popular, colapsada por la provocación del
presidente y el refriego público de sus vetos a las leyes que mejoraban los
presupuestos para jubilados y para las universidades. “Cómo los vamos a hacer
correr zurdos. LTA”, escribió uno de los
tuiteros más entusiastas de los recortes poco antes de que la plaza del
Congreso se llenara de manifestantes para repudiar los vetos. A esa misma plaza
llegó el joven libertario para filmar las reacciones de la gente. Cual si no
pasara nada. Como si odiar y provocar fuera gratuito. Como si festejar el
hambre y la pobreza no tuviese costo. Como si la política y la cultura del sadismo
motorizada por el presidente y todo su gabinete no fuera a generar resistencia,
violencia, rabia.
Los
manifestantes tardaron poco en reconocerlo. Le dieron un par de cachetazos. Lo
insultaron. Y la mecha prendió. Una turba lo empezó a correr. Desesperado, el
tuitero no sabía dónde esconderse. Tampoco sabía que tenía todo el tiempo a dos
policías de civil disfrazados de militantes que lo iban protegiendo. Los
agentes no lograron evitar que recibiera un par de trompadas y, como pudieron,
lo escoltaron hasta un local de empanadas donde se escondió hasta que llegó la
infantería de la Policía Federal para sacarlo –literalmente– de la mano.
Al
día siguiente, el presidente y su hermana fueron a visitar la casa de empanadas
donde se refugió el tuitero corrido. Algunos empleados le pidieron fotos, pero
le llovieron insultos desde todos los ángulos posibles. Desde enfrente, desde
los edificios. Luego recibió a su héroe en la Quinta de Olivos. El tuitero
paseó por todos los medios para denunciar un intento de asesinato. No le dio
mucho miedo porque prometió volver a hacer lo mismo para
“ganar la batalla cultural”. Desde su cuenta de X pidió que lo difundan todos
los “guerreros de esta batalla”.
El
gobierno celebró un nuevo recorte popular y disparó un alzamiento de la
comunidad educativa en todo el país
La
mecha prendió también en el resto del país. El presidente de la Cámara de
Diputados, Martín Menem, tuvo que salir corriendo mientras esquivaba los
huevazos durante la apertura de un local de la Libertad Avanza en la ciudad de
Río Gallegos. Un diputado macrista y aliado del presidente escapó en el baúl de
la camioneta para evitar a doscientos estudiantes que lo esperaban en el
aeropuerto de su ciudad natal, La Pampa. Volvía de aprobar el veto en el
Congreso.
El
gobierno celebró un nuevo recorte popular y disparó un alzamiento de la
comunidad educativa en todo el país. Más de 30 universidades públicas se
encuentran tomadas y ocupadas después de que las asambleas estudiantiles
votaran la medida como parte de un plan de lucha que incluye, en principio, un
paro nacional el jueves 17 de octubre y la intención de convocar a una tercera
marcha en Plaza de Mayo.
La
Casa Rosada, mientras tanto, publicó un video a raíz del 12 de octubre. El texto
que lo acompaña dice: “Hoy, 12 de octubre, celebramos el Día de la Raza en
conmemoración de la llegada de Cristóbal Colón a América, un hito que marcó el
inicio de la civilización en el continente americano”.
Tomás
de Torquemada no llegó a ver lo bien que habían aprendido sus discípulos y lo
efectiva que fue la ejecución de su obra en el Nuevo Mundo. Falleció justo seis
años después de que Cristobal Colón desembarcara en República Dominicana. Su
sucesor al mando de la Inquisición General de la Corona, Diego de Deza, fue
amigo de Colón y un funcionario clave para que los reyes católicos le siguieran
financiando las aventuras. Torquemada y de Deza no se lo imaginaron ni en su
jornada de fe más profunda, pero, 532 años después, un gobierno de vasallos
volvió a rendirles homenaje.
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