“LO CARGA EL DIABLO”
QUICOPURRIÑOS
Ayer fui , bien acompaño de mi querida amiga Lucy Cova, al Cine Víctor para la entrega del premio de CIFF Market- Sociedad de Desarrollo de Santa Cruz de Tenerife a “Chano Alvarez”, Director de la Productora Canaria “Volcano Films” por su trayectoria y contribución al mundo del Cine. Se presentaba también, la película “Lo Carga el Diablo”, dirigida por el Director valenciano Guillermo Polo e interpretada por Pablo Molinero, Mero González y Antonia Sanjuan entre otros, donde un escritor frustrado tiene que transportar desde Asturias a Benidorm el cadáver de su hermano en un Opel Senador de los setenta. Lo que ocurre en el camino es una sucesión de situaciones, bien hiladas y con un humor sobresaliente que mantiene al espectador pegado a la butaca de principio a fin de la cinta. Es de esas películas que agrada ver, que te hacen pasar un tiempo pendiente de la pantalla, dejándote envolver por el lenguaje cinematográfico, por la acción, por el guión, por una maravillosa interpretación de los actores y con una música acorde a lo que estás viendo. La risa está garantizada y es que es muy atractivo el tema que plantea, transportar a un muerto de forma clandestina en el portaequipaje de un coche que hace aguas, manteniendo el cadáver fresquito, conservado, a base de bolsas de hielo o polos de distintos sabores si no se encuentra lo primero en la gasolinera de turno. Hay que ver la imaginación de los guionistas, el ingenio que derrochan, imaginar esa situación impensable de trasladar de esa manera a un muerto de un lado a otro del territorio nacional. Lo que es la ficción. Pues de eso nada.
Ya nos habían
esbozado por donde la peli durante la presentación y entrega del premio a su
productor, cuando recordé lo que le pasó a mi amigo Bernardo, del que no daré
más datos, por aquello del derecho a la protección de datos y/o de revelación
de secretos. Me contaba un día, con la gracia que le caracteriza, un hecho
ocurrido en su familia que les había marcado un tanto, por la difusión que tuviera
en los medios, la ocurrencia de un pariente. Al parecer, un tío viudo suyo, ya
jubilado y que vivía en Madrid, decidió pasar unos días en Valencia donde residía
una hermana a la que hacía tiempo que no visitaba, por lo que cogió su coche y
se desplazó a la ciudad del Turia, a rencontrarse con esa parte de la familia,
disfrutar de ellos unos días y de paso comerse una buena paella, o quizá el
orden fuese al revés. Fuera la emoción del reencuentro o quizá el exceso
gastronómico, el caso es que al pensionista viajero le dio un paro cardiaco y
al dejar de latirle el corazón pasó lo que tenía que pasar y que se acabó lo de
respirar, produciéndose el óbito del pariente en el domicilio de la hermana
valenciana. Lío armado por el consiguiente trastorno y papeleo que la situación
les presentaba. Acordose entonces doña
Vicenteta ( digamos que se llamaría así la fallera pariente de mi amigo) que su
hermano Borja tenía un íntimo amigo médico en Madrid, al que no dudó en llamar
sobre la marcha, aunque en el reloj de la cocina dieran las dos de la madrugada
y al que sin anestesia ni preámbulo alguno le dijo que tenía a su amigo muerto,
tumbado sobre la alfombra del salón de su casa, y que siempre le había dicho que querría ser enterrado,
cuando le llegara el momento, no antes, en el nicho a perpetuidad que tenía en
el Cementerio de la Almudena, para reposar eternamente junto a su difunta
esposa Paloma. El médico, sabedor de que dadas las circunstancias del óbito
ello requeriría la intervención policial, la oportuna investigación judicial
con autopsia incluida, más luego el traslado de los restos, en un ataúd
habilitado al efecto, llevado a cabo por una empresa funeraria debidamente
registrada lo que supondría un evidente retraso de días para poder enterrar al
amigo junto a su adorada y añorada Paloma, además de los considerables gastos
que les reportaría, indicó que, de haber muerto en Madrid, él mismo habría
certificado su muerte natural, evitando así todo el papeleo y posibilitando que
su amigo Borja recibiera cristiana sepultura a las 24 horas de la hora plasmada
en el certificado médico expedido por él al efecto, despidiéndose seguidamente
no sin antes darle sus condolencias a doña Vicenta con el ruego de que las
hiciera extensivas al resto de los familiares presentes. Ni diez minutos tardó
Vicenteta en llamar a su marido para decirle: ¡Mira Tonet, lo del entierro en
Valencia de mi hermano, es un lio y un gasto que no estoy dispuesta a soportar!.
Por lo que, ahora mismo, con tu hijo mayor, bajas al muerto al garaje, lo metes
en el coche bien tapadito con una manta en la parte de atrás del Seat-1430
amarillo, coges la carretera para Madrid que a estas horas no hay tráfico
alguno y en cuatro o cinco horas estas llamando al Doctor Martínez-Almeida
desde la casa de mi hermano de la calle Fuencarral para que firme el dichoso
certificado y de ahí pa´ la Almudena, que yo en un rato voy telefoneando a los
del Ocaso para que lleven un ataúd acorde con la posición social de Borja y
cuando lleguen me llamas y me cuentas. Puso Tonet obediente rumbo a Madrid,
tras haber posicionado adecuadamente al difunto en la trasera del coche, con su
mantita encima y una pequeña almohada para dar más realismo a la situación, y
efectivamente, como había sentenciado su esposa, la carretera se encontraba
vacía, por lo que devoraban kilómetros y kilómetros sin interrupción. Tan
contestos marchaban, al verse solos en la ruta y que el destino se les antojaba
cada vez más próximo, que decidieron hacer un alto en el camino, pa´ estirar
las piernas, echarse una meada y de paso tomar un cafecito y un soberano que la
noche estaba fresca, se hacía larga y los ojos parpadeaban ya más de la cuenta.
Pararon en una gasolinera, de las que tienen un área de servicios, y aparcaron
junto a unos camiones que se dirigían cargados de naranjas al “Mercamadrid”,
dejando el Seat-1430 amarillo reposar un rato, con su muerto dentro como debe
de ser, dirigiendo sus pasos, padre e hijo, hacia el Bar, que estaba bastante
concurrido a pesar de la hora, tomándose el café y un primer soberano , luego la penúltima y, ya puestos, un bocadillo de serrano cada uno
que había gazuza y la arrancadilla después mientras compraban a un lotero, que
por allí andaba vendiendo la suerte, un décimo de navidad, no sea que toque
aquí y nos quedemos con las ganas y todo ello antes de emprender el último
trecho hasta el destino en la calle Fuencarral. Al salir el frío les golpeo en
la cara a la vez que despuntaba el día y se hacía más claro, había más luz pero
del Seat-1430 amarillo ni rastro. Tú estás seguro que lo dejamos allí,
preguntaba una y otra vez Tonet a su hijo, pero por más que miraban, nada de
nada, llegando a la conclusión de que los amigos de lo ajeno lo habrían tomado
prestado. No les quedó más remedio a los parientes de mi amigo que llamar a la
Guardia Civil y explicarles, no sé cómo lo harían, lo del robo, lo del viaje exprés
Valencia-Madrid y lo de los efectos y
consecuencias de la paella ingerida por Borja. Solo puedo decir que la labor de
búsqueda de la Benemérita resultó de lo más eficaz, pues tras una curva y a
escasos doscientos metros de la zona de descanso de la estación de servicios,
hallaron al Seat-1430 amarillo con el motor en marcha, las cuatro puertas
abiertas, con un señor mayor durmiendo plácidamente en la parte trasera, que
apoyaba su cabeza en una almohada y que
estaba tapadito con una manta paduana.
Dicho lo cual,
hay que ver la imaginación que tiene los guionistas, porque lo que cuentan en
las películas, está claro que es pura ficción, porque en la vida real no pasan
esas cosas.-
quicopurriños
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