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jueves, 24 de octubre de 2024

DEFENDER LA PAZ ENTRE TAMBORES DE GUERRA

 

DEFENDER LA PAZ ENTRE TAMBORES DE GUERRA

DIARIO RED

 

Alberto Ortega / Europa Press / ContactoPhoto

Los avances rusos en Ucrania abren la puerta a que los actores europeos del consenso belicista acepten que no habrá “victoria ucraniana” y que será necesario sentarse a negociar con Rusia

En los albores de la invasión rusa de Ucrania, la narrativa belicista se consolidó como el sentido común de época en el seno de las sociedades europeas. Medios de comunicación, gobiernos y partidos políticos ensalzaban no solo la bravura e inteligencia estratégica del presidente ucraniano Volodímir Zelenski, sino también la necesidad de que Europa se volcase contra Rusia en aquel escenario del Este continental.

Sin duda, el inicial fracaso de la avanzada rusa avivó los ánimos del eje otanista en la región. Durante un tiempo, Estados Unidos y los Estados europeos habían presionado a Moscú política y militarmente utilizando a Ucrania para su particular juego contra el gobierno de Vladímir Putin. Iniciada la incursión en febrero de 2022, a inicios del mes de abril el Ejército ruso ya se había retirado de Kiev y Zhitómir, iniciándose así una guerra de desgaste de larga duración que habría de tener en el sur y en el este de Ucrania los principales escenarios de la contienda.

La resistencia ucraniana impidió la toma de Kiev, la capital, y exacerbó la excitación belicista de amplios sectores de la política europea, deseosos de mandar a morir al frente a jóvenes ucranianos —cuando no a los jóvenes de sus propios países—. Finalmente, el consenso de guerra en Europa no fue tan lejos, sino que se “limitó” a financiar a Ucrania para posibilitar su esfuerzo de guerra y a armar a su ejército para combatir con los rusos en la larga guerra. Durante todo 2022 y 2023, el objetivo irrenunciable era lograr éxitos en el campo de batalla: que Rusia se retirase por completo o, al menos, que retrocediera notablemente.

No sentarse a negociar con Rusia no solo sumiría a Ucrania en la destrucción de su territorio y su economía, sino que condenaría al pueblo ucraniano a la muerte de su juventud

Durante aquellos dos años, algunos sectores de la izquierda europea (ciertamente, no todos) condenaron la estrategia europea; no sentarse a negociar con Rusia en 2022 unos términos justos para el fin de la guerra no solo sumiría a Ucrania en la destrucción de su territorio, su infraestructura y su economía, sino que condenaría al pueblo ucraniano a la muerte de su juventud. Es más, el esfuerzo de guerra del Ejército ucraniano y el necesario apoyo financiero y armamentístico de Europa y Estados Unidos no lograría hacer retroceder a Moscú a punto tal que contentase a la OTAN: no había “lado bueno” en la decisión de impulsar una guerra.

El diagnóstico de aquella izquierda era correcto, pero no logró imponerse. Por contra, la narrativa imperante fue la de que Rusia pretendía conquistar toda Ucrania para, a posteriori, seguir avanzando en Europa —pese a que el gobierno de Vladímir Putin no tenía capacidades para sostener una conquista más allá del Dniéper y, además, no había mostrado nunca voluntad de profundizar en el continente—. La militarización de Europa y la negativa a sentarse con los rusos fue, en efecto, una máxima de la que era difícil desligarse… bajo riesgo de marginalización política.

El devenir actual de la guerra, no obstante, parece abrir la puerta a que los actores europeos, finalmente, reconsideren su mirada respecto a Ucrania. Salvo participación activa de tropas de la OTAN, es difícil imaginar una “victoria” ucraniana en los términos planteados por Volodímir Zelenski. Rusia sigue desgastando a las fuerzas ucranianas y minando la moral de su sociedad, lleva meses logrando victorias clave en Donetsk y ha repelido con relativo éxito la aventura del Ejército ucraniano en Kursk.

Hoy, si bien tímidamente, algunos medios y dirigentes europeos empiezan a esbozar unas prioridades más “realistas”. En el escenario actual, con Rusia avanzando en los frentes, es difícil lograr que Moscú se siente a negociar, pues cuenta con un momentum favorable; no obstante, según estas “nuevas” perspectivas, la idea central del apoyo a Ucrania ya no es pretender una retirada rusa, ni siquiera un retroceso, sino lograr una ralentización de sus avances o, en el mejor de los casos, un estancamiento, que permita a Occidente ofrecer términos lógicos para una negociación con Rusia.

Los casi tres años de guerra financiada, auspiciada y apoyada por Europa y Estados Unidos han traído únicamente la destrucción física y moral de Ucrania y consecuencias devastadoras para el sistema energético europeo

Con Corea del Norte aparentemente volcada del lado ruso en la contienda y con unos Estados Unidos y Europa que tienen cada vez menos clara la posibilidad de una victoria ucraniana, escenarios interesantes se han abierto. La guerra nunca tuvo sentido desde la perspectiva europea. Bajo la lupa de un análisis honesto de las capacidades y las intenciones de Moscú tras la invasión de Ucrania, el único escenario aceptable habría sido propiciar una negociación rápida que concediese al gobierno de Vladímir Putin algunas de sus condiciones en Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia. Asuntos como el de la neutralidad de Kiev habrían tenido que ponerse sobre la mesa.

Los casi tres años de guerra financiada, auspiciada y apoyada por Europa y Estados Unidos han traído únicamente la destrucción física y moral de Ucrania y consecuencias devastadoras para el sistema energético europeo. ¿Para qué? Probablemente, para alcanzar un punto tal de ventaja rusa que obligue a Occidente a negociar con Rusia en unos términos quizá más favorables para Moscú de los que existían en 2022. En Ucrania, esta ha sido la “utilidad” del consenso belicista.

Aquella izquierda tenía razón: una guerra de larga duración no tenía sentido estratégico; la negociación era posible y, de hecho, necesaria; y Ucrania terminaría destrozada. Recientemente, desde algunas posiciones que tocaban los tambores de guerra intensamente se empieza a poner en duda la eficacia de condenar al pueblo ucraniano a la muerte. Cuando las condiciones para la negociación vuelvan a ser óptimas, será conveniente no volver a escuchar a aquellos que en 2022 ondearon banderas de una guerra cuyas trincheras no iban a ocupar ni ellos, ni sus hijos, ni sus nietos.

 

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