VINICIUS CON LOS
PIES
El delantero brasileño del Real
Madrid Vinicius Jr. protesta durante
un partido de fútbol. EFE/Sergio
Pérez
Hay días que los periodistas no tienen nada mejor qué hacer y entonces preguntan a una estrella del deporte sobre cualquier cuestión de actualidad, sólo para echarse unas risas. A fin de cuentas, oír hablar de política a un tenista resulta casi tan gracioso como ver a un político fondón jugando al tenis. Aunque mucha gente cree que se trata de un lema olímpico, lo de mens sana in corpore sano sólo fue una coña de Juvenal, el gran poeta satírico romano. No abundan los científicos mazados ni los literatos gimnastas, tampoco viceversa. Además de un cociente intelectual de 160 y de hablar seis idiomas, Dolph Lundgren estudió Ingeniera Química en Estocolmo, mientras Miguel Pardeza tiene una tesis doctoral sobre Ruano, pero son más bien excepciones a la regla.
El
caso es que, durante una entrevista en la CNN, Vinicius dijo que
"si España no evoluciona en el tema del racismo antes de 2030, habría que
cambiar la sede del Mundial". Que un futbolista multimillonario se haya
erigido como buque insignia en la lucha contra el racismo, incluso como mártir
en los campos de juego, no parece muy buena idea. Especialmente, si uno repasa
la trayectoria de Vinicius, quien no tuvo el menor problema en jugar en el
Mundial de Qatar, un país líder en discriminaciones de todo tipo, desde el
machismo rampante a la homofobia y la esclavitud laboral. Resulta curioso que a
Vinicius, tan comprometido él, no le temblaran las piernas corriendo sobre el
césped de unos estadios que habían costado entre seis mil y quince mil vidas
humanas.
La
escrupulosa conciencia de Vinicius tampoco le impide salir al campo con
una camiseta subvencionada por Emiratos Árabes Unidos, lo que viene a
ser bastante peor que si jugara con una capucha del Ku-Klux-Klan. Se ve que los
millones generados en publicidad equilibran la balanza por tantos derechos
humanos pisoteados, las mujeres tratadas como ganado, los homosexuales
amenazados de muerte y los migrantes africanos perseguidos, torturados y
deportados como si fuesen animales. No me hagan mucho caso, pero creo que el
hecho de que te capturen en una redada, te encarcelen, te maceren a golpes y te
expulsen del país sólo por ser negro y pobre -tal y como relata un informe de Amnistía Internacional de 2021-
es bastante más duro que el hecho de que te llamen "mono" en un
estadio de fútbol.
No
cabe duda de que Vinicius ha sido insultado y vejado en diversos campos
de la geografía española, aunque habría que distinguir cuántas veces los
aficionados lo hicieron no tanto por ser negro sino por ser Vinicius. Es
decir, un bocazas provocador e insoportable. Pese al color de su piel, a
Nico Williams o a Lamine Yamal los han ovacionado en Mestalla, el
mismo estadio donde Vinicius estuvo a punto de abandonar un partido que
concluyó meses después con tres condenados por insultos racistas. No es fácil
evaluar el nivel de xenofobia de un país, más aún si uno se limita a los
estadios de fútbol, lugares donde la cortesía, la buena educación e incluso el
cerebro suelen dejarse en la guantera del coche.
Por
desgracia, el racismo está a la orden del día prácticamente en todos los
órdenes y estamentos sociales, no sólo en el fútbol, pero evidentemente no se
trata de una lacra exclusivamente española. No hay más que repasar los
incidentes acaecidos en los últimos años en Gran Bretaña, Italia o Francia -por
no hablar de Argentina o Brasil- para preguntarse dónde diablos celebrar un
Mundial lo bastante limpio como para satisfacer las elevadas exigencias de Vinicius.
Por lo visto en Qatar o en Emiratos Árabes Unidos no hay ningún problema. Es lo
que pasa cuando alguien te ha dicho que eres la reencarnación de Malcom X
y la cultura y la moral no te llegan a las zapatillas.
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