QUERELLA DE VERANO
Vehículo que traslada al juez Juan
Carlos Peinado a La Moncloa para tomar declaración al presidente del Gobierno,
Pedro Sánchez. - EFE/ Mariscal
En general, la justicia española da bastante repelús, también bastante lástima. No me refiero sólo a esas sentencias chiripitifláuticas donde elevan una pelea de bar al delito de terrorismo o donde condenan a seis trabajadoras por ejercer derechos sindicales básicos. Hablo ya simplemente de las formas, de esas salas que parecen aulas de colegio y donde jueces, abogados y fiscales se sientan a dirimir el destino de un procesado como si estuvieran en una reunión de profesores. Se entiende que los magistrados británicos usan peluca en señal de la dignidad y el respeto que les merece su cargo; aquí hay jueces que deberían llevar montera, como los toreros, o bien una gorra con los colores de su equipo de fútbol favorito o del partido político que los patrocina.
Más
allá de la miseria de las localizaciones, tampoco hay muchas oportunidades de
armar dramas judiciales serios al estilo de esas grandes superproducciones de
Hollywood, principalmente porque con ciertos magistrados españoles no se
podrían rodar más que comedias de Santiago Segura. Este martes el juez Peinado
iba a protagonizar la secuencia de apertura de Torrente 6, apatrullando La
Moncloa, y ha tenido que dar media vuelta sin la declaración de Pedro
Sánchez y con una querella bajo el brazo. Ha sido una secuencia muy breve,
prácticamente una elipsis. Es lo que pasa cuando vas a pescar y no sabes si
llevar la caña, el arpón, una escopeta o un cartucho de dinamita.
La
película empezó con una frase de Jose Mari Aznar, una de esas frases gloriosas
suyas que le brotan de la nariz como si fuera otro bigote y que parecen una
cita de Borges, concretamente de la Historia universal de la infamia: "El
que pueda hacer, que haga". La democracia sólo funciona si la gente vota
lo que tiene que votar, pero si no da una a derechas, entonces se rompe la
baraja, ya sea aquí o en Venezuela.
No
bastaba con los insultos, las mentiras, los titulares de mierda, las
manifestaciones de energúmenos en Ferraz cada puta noche y los rezos
indiscriminados con el fin de expulsar a Sánchez de La Moncloa: había que echar
mano de la artillería judicial, la misma herramienta de destrucción masiva que
emplearon en su día contra diversos líderes independentistas y dirigentes de
Podemos. Por aquel entonces, a Sánchez le vino muy bien el lawfare para
quitarse de encima a esos molestos socios de gobierno y despejar el terreno a
su izquierda, pero se ve que no había caído en la cuenta de que en esa cacería
judicial iba a terminar siendo el conejo.
En
una conexión en Canal Red, el magistrado emérito del Tribunal Supremo José
Antonio Martín Pallín enumeró todas las incongruencias y desmanes de la
instrucción hasta el punto de comentar que Peinado "debería estar fuera de
la carrera judicial". Con una denuncia confeccionada a base de recortes de
noticias inventadas, Peinado se dirigió a La Moncloa junto a una abogada de Vox
(para que no queden dudas de dónde se posiciona) y sin dejar claro si iba a
tomar declaración a Pedro Sánchez en calidad de cónyuge de Begoña Gómez o en
calidad de presidente del Gobierno. Para el caso, daba igual porque él buscaba
la foto, aunque al final la foto no ha sido la de Sánchez prestando
declaración, sino la suya con una querella por prevaricación presentada por la
Abogacía del Estado. La querella llega tarde, no unos meses tarde, sino varios
años después de haber dejado a estos pistoleros de la justicia campar a sus
anchas como única ley al oeste del Pecos.
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