“A MI IZQUIERDA, EL ABISMO”
(ENSEÑANZAS DE TUITER)
JUAN CARLOS MONEDERO
Una de las canciones más demoledoras del malogrado Javier Krahe narraba la historia de un idiota, tan enredado consigo mismo que, además de no entender dónde estaba su mujer, se preguntaba que cómo es que faltaba encima una maleta ("la de piel/ para colmo la de piel"). En la parte más cruel de la canción, el idiota abandonado decía: "yo le iba a contar lo de García/ y de cómo le he parado los pies/ lo del bulto que tengo en la rodilla" para añadir el estribillo: "dónde se habrá metido esta mujer". Vamos, que el buen señor no terminaba de entender que a nadie le interesara cómo había sido el momento épico en el que no le había dejado a García usar, pongamos, su grapadora. Hoy, el idiota, pondría su gesta en twitter. Un héroe moderno.
La nueva condena al engendro de Luis
Pérez, alias Alvise, por faltar al honor a la periodista Ana Pastor -con motivo
de la publicación de unas fotos suyas que, al decir de la Justicia, no tenían
interés periodístico- ha vuelto a desatar otra tormentita en ese show de Truman
que son las redes sociales. Cámara de eco con los espejos salpicados de mierda,
especialmente en el vertedero que es la red del pajarito azul o de la X, lugar
donde, como decía Ricky Gervais, puedes leer resumida toda la basura que la
gente escribe en los retretes del mundo todo (rememoro lo escrito sobre una
vieja puerta de madera: "vosotros los que escribís/ en este vulgar lugar/
orgullosos estaréis/ pues vuestros versos tenéis/ en donde deben estar").
El caso es que Ana Pastor ha afeado que
no haya salido en tromba toda la comunidad tuitera a celebrar la condena del
eurodiputado fake, como si en verdad se hubiera creído que lo que le
pase a ella forma parte del buen discurrir del mundo. Ana Pastor es incapaz de
pensar fuera del bipartidismo. Ella, que nos iba a contar lo de García.
Claro que hay que celebrar que se
condene a un mentiroso, tramposo y mal tipo como Luis Pérez alias Alvise, pero,
me temo, algunos que nos hemos alegrado con que ese tipejo pueda irse
desenmascarando, hemos celebrado la sentencia en lo que tiene de avance
democrático, no como una exculpación del mal periodismo. Porque eso es lo que
lleva haciendo La Sexta, como precursor de los Alvise- desde que nació Podemos
(y ya antes lo había hecho contra Izquierda Unida cuando amenazó el bipartidismo).
Seguro que no son justos todos los
ataques que recibe Ana Pastor desde la izquierda -de la derecha, ¿qué decir,
cuando les molesta cualquier periodista que no sea Jiménez Losantos, Ana Rosa
Quintana, Ana Terradillos o Pablo Motos? -. Pero La Sexta se ha ganado a pulso
el desprecio de cualquiera que quiera opinar sobre el periodismo decente. No
puede Pastor quejarse de bulos, persecuciones, campañas, tejemanejes, fotos -y
reportajes- carentes de interés periodístico. Ana Pastor puede quejarse de las
mentiras prevaricadoras de otros, pero debe contar con que se lo van a afear.
Porque ella también es La Sexta, la que publica noticias sabiendo que son
burdas, la que se jacta de "matar" a líderes políticos, la que hizo
campañas contra un partido -Podemos- que podía haber intentado gobernar España,
que complotó con policías corruptos para inventar noticias o cuentas falsas o,
incluso, se permitió el lujo de amenazar al presidente del Gobierno. La empresa
de Pastor podía haberse puesto una medalla echando de la profesión a
delincuentes que poblaban las tertulias. Pero nunca encontró razones para
chequear a La Sexta.
Cuando Pedro Sánchez se tomó esos cinco moscosos
-con sueldo pagado, por supuesto-, una de las cosas que se tenía que pensar era
si le merecía la pena seguir de presidente existiendo medios como La Sexta,
periodistas como Antonio Ferreras o agencias de verificación de noticias como
la de Pastor, que nunca dijeron nada de las mentiras que Eduardo Inda, del
panfleto digital OK Diario, soltaba puntualmente en el programa que
dirigía y dirige Ferreras. Que luego el presidente le haya dado una entrevista
al referente de la colusión periodística, no le quita un ápice al hecho de que
La Sexta es un modelo de estudio de una televisión al servicio de intereses
mafiosos, muy lejos de la ética periodística y muy cerca de la peor oscuridad
empresarial. También el PSOE ha pactado con los ayer corruptos del PP la
reforma del CGPJ. Hemos malcriado a Sánchez.
Ese quehacer periodístico ha manipulado
las elecciones en España, con ayuda de comisarios corruptos y jueces corruptos.
Los ataques a Podemos influyeron en las elecciones mucho más que los rusos y
sus taimadas intenciones. Claro que la deriva de Podemos tiene que ver también
con sus muchos errores -el primero, no haber sabido frenar esos ataques-, pero
el lawfare tiene los mismos efectos políticos que los golpes de estado
del siglo XX, aunque haya que agradecerles que no nos fusilen.
No era fácil que la guerrilla mediática
podemita saliera a defender a Pastor. Los ataques de esta década fueron
acorralando a Podemos, que aprendió a defenderse, y también fueron alejando a
gente que flaqueó a la hora de seguir defendiendo la bandera morada. Fuera de
Podemos se terminaban las persecuciones. Basta ver las querellas que ha tenido
nadie de Sumar. Sin embargo, la soberbia de Podemos cuando disfrutaba de 69
diputados no le ha ayudado mucho en la bajadita. La ausencia de un
debate político en la organización, sustituido, mientras se convoca la
Asamblea, por reuniones de una dirección reducida, por el debate en las redes o
por la línea política bajada por fuera de la dirección, no ayuda. Si se
sostiene que es más importante un medio que un partido, no es fácil que el
partido crezca. Esa tutela externa no ha salido bien en Italia, y si no se pone
solución, tampoco saldrá bien en España. Y claro que hacen muchísima falta
medios de comunicación con línea editorial de izquierda.
La principal tarea de Podemos es seguir
hablando, de momento, a esos 811.545 votantes de Sumar que piensan que votaron
a la izquierda votando a la coalición en las elecciones europeas. A Podemos nos
le puede bastar el 3'2% que honrosamente obtuvo. Y como hemos sostenido, no
basta tener razón para no quedarte solo. El último Anguita tenía razón con que
los sindicatos habían traicionado (ahí estaba Fidalgo, que terminó en la FAES),
que tenía traidores dentro (Diego López Garrido o Cristina Almeida, que
terminaron en el PSOE o aledaños), o que había territorios que traicionaron (la
disolución del PSUC fue un vodevil). Pero esa denuncia no servía para recibir
apoyos: ¡Queredme menos y votadme más!, se quejaba Anguita.
El mensaje en las redes a menudo es el
contrario: como todos los demás no son de izquierda, maldita la falta que
hacen. Al final, los eternos imbéciles terminan, como en Juego de
tronos, cuestionando a la reina. Terminan defenestrados -en situaciones
patéticas- o se declaran a sí mismos herejes y se van andando al gulag
desolados. Por ahí no es la cosa. Podemos debe recuperar la frescura para no
terminar pareciendo una fuerza política antipática condenada a ser irrelevante.
El esfuerzo que está haciendo Ione Belarra y la dirección de Podemos se ve
oscurecido por muchos de los que hablan en su nombre fuera de la organización.
La coalición Sumar está en la antesala
del camposanto, y solo parece existir porque sale en La Sexta. El batiburrillo
con ocasión de la patética renovación del Consejo General del Poder Judicial,
con una parte de Sumar diciendo que han colocado a consejeros, y otra diciendo
que es una vergüenza no haber participado siendo parte del Gobierno, es
negativo para la formación rosa en cualquiera de los dos casos. Y aún más al
ser parte de ese gobierno que ha operado ese engendro de reparto que ha
contentado a Aznar, a Ayuso y a OK Diario (poco consuelo hay en decir
que cuando Unidas Podemos estuvo en el gobierno también negoció).
Las encuestas están siendo claras: Sumar
ya no suma y Podemos, pese a crecer, es una fuerza en exceso modesta. Las
razones para odiarse dentro de la izquierda son interminables. Lo leemos todos
los días. Pero se sale de esa adolescencia o no se llega a la madurez. Winter
is coming, que decían los Stark. Mientras, la prensa de la derecha
-prácticamente toda- ya saca reportajes edulcorados sobre la vida sentimental
de Luis Pérez, alias Alvise; suspiran porque Abascal les parece rubio e
importante como Meloni; y celebran que Feijóo y Díaz Ayuso han recibido la
orden de alguien de arriba de dejar de pelearse.
Pedro Sánchez, bronceado y sonriente,
teatral y cínico, ha recuperado el bipartidismo, aunque sea al precio de
ponerle alfombra roja a la derecha y a la extrema derecha. Nunca dijo aquello
de Alfonso Guerra –"a mi izquierda, el abismo"- pero parece que ha
sido su principal objetivo.
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