LA PRIMAVERA ESTUDIANTIL PROPALESTINA
Lo que está ocurriendo en las
universidades estadounidenses y en las plazas de muchas capitales es una
revolución global contra la falsificación de la historia
MAHMOUD MUSHTAHA EL CAIRO
Campamento propalestina de la Universidad de Columbia,
Nueva York, el 18 de abril. / Anna Oakes
Actualmente, Estados Unidos paga un alto precio por su respaldo a las acciones genocidas de Israel en Gaza. Este coste va más allá del mero apoyo financiero o militar –como demuestra el reciente paquete de ayuda de 95.300 millones de dólares para Israel, Ucrania y Taiwán aprobado por el Congreso–, y afecta a los principios fundamentales de la libertad académica en el seno de sus universidades. Estas instituciones, antes faros del pensamiento crítico y bastiones de la libertad intelectual que nutrían a pensadores e innovadores de todos los campos, se encuentran ahora asediadas por un resurgimiento del macartismo, y la situación que viven recuerda a la década de 1950. De nuevo se quiebra la inviolabilidad de las instituciones académicas.
La última vez que
las fuerzas del orden habían entrado en el campus de la Universidad de Columbia
fue en 1968, durante las encendidas protestas contra la guerra de Vietnam. Hoy,
este modelo de libertad académica se está desmoronando a manos de políticos que
priorizan sus intereses electorales y el apoyo financiero del lobby sionista
sobre la libertad académica que mantienen sus universidades. Israel, junto con
sus grupos de presión pertenecientes a la derecha sionista estadounidense, está
llevando a Estados Unidos y a sus universidades a la quiebra moral.
Importantes implicaciones futuras
El conflicto
palestino-israelí, especialmente ahora a la luz de la guerra israelí contra
Gaza, ha planteado un nuevo reto al mundo académico occidental, al echar por
tierra sus pretensiones de exhaustividad y sensatez, y situar a los
investigadores y a las universidades en la vanguardia de las crisis
contemporáneas. Gaza plantea interrogantes sobre su papel ante la quiebra ética
y moral y sobre el doble rasero exhibido por algunos dirigentes políticos del
mundo actual. Reflexionar sobre la identidad del mundo académico después del 7
de octubre no estará exento de notas de advertencia acerca de la confusión
entre revolución y resistencia o entre los valores de una sociedad libre y la
resistencia de los pueblos oprimidos para formar parte de la sociedad.
La lucha constante
en muchas universidades estadounidenses, desde el extremo noreste de
Massachusetts hasta el extremo oeste en California, que ha penetrado ya en
algunas universidades europeas, respecto a la postura sobre los derechos de los
palestinos y la guerra genocida de Israel en Gaza, puede tener importantes
consecuencias futuras, a medio y largo plazo, que influyan en la parcialidad
ciega estadounidense y en su total complicidad con Israel, así como en las
próximas elecciones presidenciales estadounidenses de noviembre.
El bando israelí y
sus aliados en Estados Unidos, incluidos los dos grandes partidos –demócrata y republicano–,
la administración, el Congreso, los medios de comunicación y el lobby sionista,
son plenamente conscientes del peligro de lo que está ocurriendo y de las
implicaciones negativas que puede tener sobre el “inquebrantable” apoyo
estadounidense a Israel y su impunidad cuando se comporta mal, aunque
perjudique a los propios intereses estadounidenses. Por lo tanto, podemos
entender las prisas de Israel y Estados Unidos, al más alto nivel, por condenar
a los estudiantes universitarios estadounidenses, incluidos los de las
prestigiosos Harvard, Yale, Columbia y Berkeley, tras protestar contra las
inversiones de sus universidades en empresas e instituciones financieras que
apoyan a Israel y fabrican sus armas. Estos estudiantes son acusados de antisemitismo,
sometidos a violentas medidas de seguridad y han sido amenazados con la
intervención de la Guardia Nacional para dispersar sus sentadas pacíficas en
los campus.
La nueva generación estadounidense
La mayor
sensibilidad de la nueva generación estadounidense hacia los derechos de los
palestinos plantea un problema importante para la clase dirigente tradicional
estadounidense y sus aliados del lobby sionista. La realidad actual y sus
posibles implicaciones futuras se ven subrayadas por sondeos de opinión que
confirman que los jóvenes estadounidenses muestran una mayor simpatía hacia los
palestinos. Según datos recientes del Pew Research Center, entre el grupo de
edad de 18 a 29 años, el 33% manifiesta solidaridad hacia los palestinos,
frente al 14% hacia Israel, y el 21% hacia ambas partes. Además, entre los
jóvenes demócratas o de tendencia demócrata, el apoyo a los palestinos se eleva
al 47%, frente a sólo el 7% hacia Israel y el 23% hacia ambas partes. Este
cambio de opinión es especialmente preocupante para la clase dirigente y sus
aliados sionistas, porque se están dando cuenta de que ya no pueden “ganarse
los corazones y las mentes” de los jóvenes. En consecuencia, han recurrido a
tácticas de intimidación, silenciamiento y coacción con el objetivo de forzar
una elección entre su futuro educativo y profesional y sus convicciones éticas.
En su empeño, muestran escasa consideración por los valores estadounidenses
fundamentales consagrados en la primera enmienda, especialmente en lo que
respecta a la libertad de expresión y el derecho de reunión.
La primavera
estadounidense, tal y como se observa en sus universidades de élite, se ha
descontrolado. De la Universidad de Columbia, en Nueva York, se ha ido
extendiendo a instituciones de la Ivy League como Harvard, Yale y Stanford, así
como al MIT, Berkeley, Michigan, Boston y muchas otras. Este movimiento
estudiantil, apoyado por profesores universitarios, cuestiona la supresión de
las libertades académicas en los campus, lo que ha llevado a algunos centros a
suspender las clases presenciales. Sin embargo, las universidades insistieron
en sus medidas opresivas al prohibir las organizaciones estudiantiles que
abogan por la justicia palestina y al recurrir a detenciones y medidas
disciplinarias contra los estudiantes que protestan.
Esta primavera
académica ha sumido a las fuerzas de la opresión y a la derecha sionista de
Estados Unidos en un estado de histeria, a medida que los responsables
políticos reconocen sus implicaciones para sus políticas proisraelíes. Es
significativo porque emana de universidades de élite como Yale y Columbia,
conocidas por forjar presidentes estadounidenses, y recuerda a los movimientos
estudiantiles del pasado que influyeron en importantes cambios políticos. La
histeria en el seno de las fuerzas autoritarias y la derecha sionista de
Estados Unidos es un reflejo del macartismo de la década de 1950, cuando se
lanzaban acusaciones infundadas de conspiración y comunismo contra los
disidentes. Los republicanos sionistas hicieron comparecer ante el Congreso a
rectores de universidades, lo que provocó dimisiones forzadas. Incluso la
rectora de la Universidad de Columbia, Nemat Shafik, de origen egipcio,
sucumbió a las presiones y sacrificó las libertades académicas en el campus en
aras de la autopreservación.
El mensaje claro es
que la nueva generación estadounidense, especialmente los estudiantes
universitarios, muestra una mayor sensibilidad hacia los derechos palestinos.
Esta realidad plantea un importante desafío al establishment estadounidense y a
sus aliados sionistas. ¿Conseguirán estos nuevos imperialistas corromperlos, o
trazará la emergente generación estadounidense un camino diferente y más justo
para el futuro? La batalla continúa, y hay que mostrar deferencia hacia los
estudiantes universitarios estadounidenses que se mantienen firmes contra el
régimen imperialista mundial más poderoso y su lobby de influencia más
feroz.
Entre los jóvenes
demócratas, el apoyo a los palestinos se eleva al 47%, frente a sólo el 7%
hacia Israel y el 23% hacia ambas partes
El juego del antisemitismo
Acusar de
antisemita a cualquiera que se manifieste en contra de las acciones del régimen
sionista, abogue por el fin de la ocupación y defienda la libertad de los
palestinos se ha convertido en una farsa ridícula. Quienes propagan esta idea
no solo son antisemitas, sino que se oponen esencialmente a la humanidad al
apoyar una injusticia histórica que ha alimentado innumerables desastres a lo
largo del siglo pasado. Esta injusticia deriva de la creación de un régimen
ilegítimo a expensas de los pueblos indígenas en sus tierras ancestrales.
En medio del
activismo estudiantil que tiene lugar en las universidades estadounidenses, las
voces de la derecha han intensificado su retórica al calificar las protestas de
“antisemitas” y acusarlas de dirigirse en contra de los estudiantes judíos.
Esta acusación persiste, a pesar de la notable presencia de estudiantes judíos
que participan activamente en estas manifestaciones. Recientemente, Mike
Johnson, portavoz de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, visitó la
Universidad de Columbia, declaró que estaba “secuestrada por los estudiantes” y
pidió la dimisión de la rectora, a la que acusó de no reprimir las protestas
estudiantiles.
A este coro se unió
la congresista republicana Elise Stefanik, que también pidió oficialmente la
dimisión de la rectora. Sin embargo, en su intento de apaciguar a la derecha
sionista, la rectora y los políticos han marginado tanto a los estudiantes como
al profesorado. Este distanciamiento pone de relieve hasta qué punto el lobby
sionista ha presionado a los políticos, difuminando las líneas que separan la
libertad académica de la conveniencia política.
Cabe señalar que
los estudiantes judíos han participado activamente en las protestas y han
rechazado las infundadas acusaciones de antisemitismo. Han celebrado la Pascua
judía en medio de las protestas, lo que ha subrayado su distinción entre
judaísmo y políticas sionistas. Además, organizaciones judías como Judíos por
la paz han pedido el fin de la ayuda militar a Israel, lo que refleja un
creciente disenso dentro de la comunidad judía respecto a las políticas
israelíes.
A medida que se
intensifican las protestas estudiantiles, la sociedad estadounidense se
encuentra cada vez más dividida respecto al apoyo a Israel
Las protestas ponen
de manifiesto contradicciones profundamente arraigadas en las políticas
estadounidenses, que han dejado incluso al presidente Biden, con sus firmes
afiliaciones sionistas, en una posición precaria. Las acusaciones de
antisemitismo por parte de Biden contra los manifestantes ponen de manifiesto
la incomodidad de la Administración a la hora de enfrentarse a la creciente
disidencia contra las políticas israelíes dentro de las universidades
estadounidenses.
Además, la
respuesta a las protestas ha incluido tácticas que recuerdan a los regímenes
autoritarios del tercer mundo, con las autoridades recurriendo a una fuerza
excesiva e invocando cargos de terrorismo. El paso de la Universidad de
Columbia al aprendizaje en línea refleja aún más la erosión de los valores
democráticos en respuesta a la disidencia.
Irónicamente, las
autoridades han adoptado la misma retórica utilizada por los regímenes
opresores al dar argumentos en contra de la participación de los estudiantes en
política y priorizar las actividades académicas. Sin embargo, organizaciones
como Amnistía Internacional han confirmado el derecho de los estudiantes a
protestar en los campus.
Estos
acontecimientos marcan una nueva fase en el panorama democrático de Estados
Unidos al desafiar la influencia del lobby sionista y exponer el alto coste de
priorizar los intereses israelíes sobre los valores democráticos. A medida que
se intensifican las protestas estudiantiles, la sociedad estadounidense se encuentra
cada vez más dividida respecto al apoyo a Israel, lo que plantea interrogantes
sobre la sostenibilidad de un apoyo tan inquebrantable frente a la creciente
presión social.
Conclusión
Si las protestas de
la década de 1960 fueron una mezcla de las reivindicaciones para poner fin a la
guerra de Vietnam con las reivindicaciones de los negros estadounidenses y la
condena del régimen del apartheid en Sudáfrica, las protestas actuales se han
centrado únicamente en Gaza y no han exigido otra cosa que “libertad para
Palestina”. Las protestas y manifestaciones estudiantiles han reclamado los
derechos de Palestina “desde el río hasta el mar”, un sentir que ya no
escuchamos en nuestro mundo árabe. También han exigido el fin de la ocupación
sionista y el derecho al retorno.
Lo que está
ocurriendo en las universidades estadounidenses y en las plazas de muchas
capitales es una revolución global contra la falsificación de la historia. Su
objetivo es despertar a la humanidad de su letargo, restaurar el respeto por la
verdad, la bondad y la libertad, y sostener un espejo veraz ante el mundo. Pone
al descubierto las máscaras de tiranos y asesinos mentirosos, que permanecen
indiferentes ante los más de dos millones de personas que se enfrentan al
genocidio israelí en Gaza a manos de un gobierno israelí de extrema derecha al
que no le importan ni el derecho internacional ni los derechos humanos.
—----
Traducción de
Paloma Farré.
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