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sábado, 6 de abril de 2024

RUBIALES, EN LA BODA DE ALMEIDA

 

RUBIALES, EN LA BODA DE ALMEIDA

ANA PARDO DE VERA

Luis Rubiales, expresidente de la RFEF.

Me consta que hay bastante personaje madrileño, del castizo, disgustado por no haber sido invitado a la boda del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, este sábado. No están tristes por no poder ir a la ceremonia religiosa en la iglesia de San Francisco de Borja, Barrio de Salamanca, en donde caben menos invitados que en el convite (500, según la prensa bien informada), sino a la fiesta posterior, donde dice la ídem que va a estar lo más granado e influyente del patio capitalino y órbitas correspondientes, o sea, la gobernanza conservadora.

 

El PP del bueno, del que manda de verdad, y Borbones a gogó (la novia del regidor es sobrina-nieta-segunda, o así, del rey Juan Carlos): no eres nadie en Madrid si no estás invitado/a a esa boda, dicen los/as que saben de qué va esto, mientras que las que hace tiempo que no tenemos ni puñetera idea nos preguntamos cómo es posible que alguien se crea que otro u otra es más Alguien por compartir invitación con el emérito y su séquito de tarjetas black, esto es, la reina Sofía o sus nietos Froilán y Victoria, a los que se suman las hermanas del rey ejecutivo, Elena y Cristina.

 

No consta que, pese a haber sido invitados, Felipe VI y Letizia vayan ni a la ceremonia ni a la juerga: cuentan en Vanitatis que son unas nueve horas de barra libre ya pagadas tras la ceremonia; y como pocas parecen conociendo algo el percal, la fiesta gratis es ampliable. Al jefe de Estado le ha salvado Luis Rubiales de encontrarse con su padre (o le ha hecho una faena, a estas alturas ya no se sabe), quién se lo iba a decir, y al bueno del expresidente de la RFEF (quiero decir "bueno", de momento, en comparación con el emérito, que acude en olor de multitudes al evento nupcial tras 40 años de llevarse crudo lo tuyo y lo mío en comisiones y otros enjuagues), los contrayentes ni siquiera le han invitado a un vino.

 

Felipe VI, solo o con la reina, debería acudir a la final de la Copa del Rey entre el Athletic de Bilbao y el Mallorca el mismo sábado de la boda del alcalde capitalino, a las diez de la noche. ¿En dónde? Hay que volar: en el estadio de La Cartuja, en Sevilla, ése en cuya rehabilitación anda metido (e investigado) Rubiales por cobro de presuntas comisiones de las ayudas que concedió la Junta de Andalucía de Juanma Moreno (PP) para garantizarse en la capital andaluza la celebración de grandes eventos futbolísticos, como la final de la Copa del Rey que nos ocupa, que coincide con la boda de Almeida y que ha alejado a Felipe VI de su padre, probablemente, con un inmenso alivio de la reina Letizia, que no quiere sentirse como la emérita Sofía en la boda de la hija de José María Aznar, a la que él y su comisionista esposo acudieron a rastras y de una muy mala leche bien visible en El Escorial.

Las vueltas que da la vida desde la boda Aznar-Agag en El Escorial y todo sigue igual: al que es delincuente de alta cuna y poderío, las cosas le irán siempre mejor (mucho mejor, hasta el aplauso incluso) que al que no comparte linaje ni de lejos, aunque sus fechorías sean las mismas o incluso, menos, aunque solo sea por el tiempo entregado a ellas. La gran incógnita es cómo un tipo como Rubiales, viniendo de donde viene y pese a tener los apoyos que creyó que tenía en La Moncloa, se llegó a sentir tan impune y, lo que es peor, tan sabio en sus tejemanejes. Seguro que se vio en la boda del alcalde Almeida antes de que éste y Teresa Urquijo se conocieran, incluso, obviando que como presidente de la RFEF, no, pero como jefe de Estado, ya puedes robarnos a todas a manos llenas, que tu trono para bodas te estará esperando en Madrid bajo palio. Qué bochorno.

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