PREPARÉMONOS PARA LA PAZ, MEJOR
Ante
la guerra de Ucrania y el genocidio en Palestina, España y Europa tienen que
elegir si ser líderes o títeres
Ursula von der Leyen y Volodímir Zelenski. / Luis Grañena
Hace dos años, Rusia invadía Ucrania y el mundo contenía el aliento. No era para menos. La segunda potencia nuclear agredía el territorio que Estados Unidos y la OTAN llevaban años controlando en la sombra. Desde el comienzo del criminal ataque de Putin, las nuevas reglas del juego estaban claras y las ponía Rusia: si la OTAN se atrevía a tocar suelo ucraniano, daría comienzo un baile nuclear letal para la humanidad. Occidente optó por enviar armas y munición a las tropas de Zelenski. Dos años más tarde, se han confirmado los pronósticos de los expertos militares que desde el primer momento advirtieron de que el envío de armas era poco más que homeopatía. Tal vez podría servir para alargar la guerra, pero en ningún caso evitaría que el ejército ruso impusiera su hegemonía sobre el terreno. La única vía práctica era –y es– sentarse a negociar, pero los escasos intentos diplomáticos, incluidos los liderados por el presidente ucraniano Zelenski, fueron frenados de cuajo por Estados Unidos y el Reino Unido.
Dos años después,
en Europa se mantienen las mismas premisas bélicas, el mismo abandono
diplomático y la misma homeopatía armamentística, con la desventaja de que las
sanciones han favorecido a Rusia, que no deja de crecer, y han golpeado
duramente a Europa, dejando a Alemania en recesión y a Los 27 sin acceso al gas
barato de Putin. Europa ha permitido que Estados Unidos hackeara su política
exterior y económica, como hizo con la política de defensa tras la II Guerra
Mundial. Y los debates que se abren ahora en Berlín, París y Bruselas son dos.
Por un lado, nos dicen que tenemos que estar preparados para redoblar la ayuda
militar e incluso para enviar tropas a Ucrania; por otro, que Europa necesita
–por fin– una política de defensa propia. Para conseguir esos loables
objetivos, la Comisión Europea anuncia a bombo y platillo su Estrategia
Industrial de Defensa, que pone 1.500 millones de euros en circulación para el
sector armamentístico.
Quienes el domingo
2 de marzo desayunasen leyendo El País probablemente escupieran el café al ver
en portada el titular más llamativo de los últimos tiempos: “Europa se prepara
ya para un escenario de guerra”. En su editorial, el tradicional diario de
referencia del centro izquierda español se mostraba entusiasmado con la propuesta
de la conservadora presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen, para
intensificar la compra conjunta de armas entre los 27, y le animaba a hacer más
“pedagogía política”. Desconocemos si, aparte de Blackrock –máximo accionista
del Santander–, alguno de los fondos y empresas propietarios del grupo PRISA
tiene intereses en la industria armamentística, pero semejante ardor guerrero
hace suponer que sí.
Europa puede elegir
entre un inane proceso de rearme militar o retomar el protagonismo en el campo
de la diplomacia
Lo cierto es que
Estados Unidos y la Unión Europea, como ha contado Rafael Poch, ya han gastado
más de 200.000 millones de dólares en la guerra de Ucrania, una fortuna que
solo ha servido para enriquecer aún más a las empresas de armas y de
construcción, entre otras a Blackrock. La propuesta de impulsar una política
militar independiente de la OTAN inyectando 1.500 millones más suena, así, a
broma pesada. Poch: “La ayuda occidental en armas, munición y dinero está
menguando y parece que lo hará aún más. (...) Es evidente que la próxima
administración, sea demócrata o trumpista, cerrará el grifo y le pasará el
muerto a la Unión Europea. En cualquier caso, el futuro de Ucrania se decidirá
en Washington y Moscú. Y desde luego, no en Berlín o Bruselas”.
Desde CTXT, lejos
de pedirle a la ciudadanía que se prepare para la guerra –algo que no requiere
mucho más que aceptar sin rechistar que buena parte de sus impuestos se
destinen al gasto en Defensa–, preferimos exigir a Europa y a España que asuman
de una vez el liderazgo moral perdido y se pongan a trabajar por la paz. Europa
puede elegir entre un inane proceso de rearme militar o retomar el protagonismo
en el campo de la diplomacia y la resolución de conflictos. Sólo tiene sentido
promover lo segundo. España, partícipe de la política común europea, debe
presionar en Bruselas en este sentido, en lugar de dejarse arrastrar hacia la
escalada belicista defendida –tanto en Ucrania como en Palestina– por Von der
Leyen y otros halcones neoconservadores, incluidos los patéticos verdes
alemanes.
En CTXT preferimos
sumarnos al bando del presidente Lula da Silva, que pide activar las mesas de
negociación en Ucrania y en Palestina
La política común
europea es un compromiso, pero no una correa atada al cuello que nos impida
todo margen de movimiento. España puede y debe liderar la búsqueda de un
acuerdo razonable de paz en Ucrania a cambio de territorios para impedir una
prolongación sine die del conflicto. El problema es que nadie se atreve a decir
que un arreglo con Rusia que mantenga el 80% del territorio nacional ucraniano,
con garantías de seguridad y compromiso de neutralidad, podría considerarse
perfectamente una victoria para Ucrania, un país que lleva ya mucho más de dos
años combatiendo con Putin por Crimea y el Donbás.
Más que prepararnos
para las guerras, en CTXT preferimos sumarnos al bando del presidente brasileño
Lula da Silva, que pide activar de inmediato las mesas de negociación en
Ucrania y en Palestina. En un marco de defensa de la democracia y los Derechos
Humanos, España puede recuperar la figura de la jurisdicción universal
suprimida por el PP en 2014. Existe una mayoría parlamentaria para que Madrid
vuelva a ser un referente internacional en la persecución de dictadores y
genocidas. El Gobierno progresista debe elegir qué papel quiere jugar en el
escenario internacional. Podemos ser potencia diplomática o un títere más en
manos de lo que un señor de Arkansas vote el próximo noviembre. Ejercer presión
en esta dirección es lo que debemos pedirle a la ciudadanía y no que se prepare
para un “escenario” de guerra.
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