Los crímenes de
Marruecos
DAVID BOLLERO
Mohammed VI y el jeque Mohamed bin Zayed
Al Nahayan, presidente de Emiratos Árabes Unidos, firmando su alianza el pasado
mes de diciembre. – Gobierno de Marruecos
Marruecos presidirá el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Todo apesta en esta designación, desde la votación, que
es secreta, al mismo resultado, premiando a un régimen dictatorial que
vulnera las resoluciones de las Naciones Unidas y viola los Derechos Humanos
(DDHH) tanto en el Sáhara Occidental que ocupa ilegalmente, como en sus propias
fronteras. El mundo al revés.
El embajador marroquí Omar Zniber presidirá el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en 2024. Lo hará gracias a los 30 votos secretos que recibió y que se impusieron a los 17 obtenidos por Sudáfrica, que era el país que se postulaba como alternativa tras haber mostrado su radical rechazo a las continuas violaciones de DDHH en el Sáhara Occidental por parte del régimen de Mohamed VI.
Marruecos,
que lleva décadas incumpliendo las resoluciones de la ONU en la última colonia
africana, cuya potencia administradora continúa
siendo oficialmente España, obtiene este premio. Nada importa que su ocupación
ilegal haya obligado a las Naciones Unidas a tener desplegada una misión de paz
(MINURSO) desde nada menos que 1991. Marruecos había movido los hilos, encima y
debajo de la mesa, como ha quedado claro en Europa con el escándalo del Catargate, que
ha destapado cómo funcionarios provenientes de Marruecos, Catar y Mauritania,
habrían pagado cuatro millones de euros a varios miembros del Parlamento Europeo por tráfico de
influencias.
Teniendo
aun fresco el sobrecogedor testimonio de torturas, violaciones y
crímenes de lesa humanidad relatados por mujeres activistas saharauis durante
la última edición de FiSahara en Madrid, pensar que el perpetrador de
tales crímenes será quien presida el órgano garante de DDHH es como si se
designara director ejecutivo de ONU Mujeres a Habaitullah Akhundzada, emir
talibán que preside Afganistán.
De nada
ha servido la campaña que la sociedad civil saharaui puso en marcha para impedir tan funesto resultado, habiendo
contado con un apoyo masivo de organizaciones internacionales. Con el
nombramiento de Zniber, además, también se han obviado las masacres que
Marruecos comete contra las personas migrantes, con matanzas perpetradas en connivencia con España en Melilla o las violentas redadas con que ha comenzado este año.
El
embajador sudafricano Mxolisi Nkosi no tuvo ninguna posibilidad, no sólo por el
cabildeo que despliega Marruecos, sino porque es el país que ha llevado a la Corte Internacional de Justicia (CIJ)
a Israel por el genocidio que está cometiendo contra el
pueblo palestino. Después de haber roto relaciones diplomáticas con Tel Aviv,
Sudáfrica ha conseguido que desde hoy mismo Israel se siente en la CIJ acusado
de violar la Convención contra el Genocidio. En un momento en el que EEUU y Europa son cómplices directos de
la impunidad con que el Gobierno de Netanyahu ha asesinado a más de 23.000
gazatíes, ¿quién esperaba que se sentara al frente del Consejo de DDHH a quien
los defiende? Nadie.
Vivimos
tiempos en los que se deja cada vez menos margen para creer en el Derecho
Internacional y se abre la puerta a la violencia. No se castiga a países opresores, como Marruecos o
Israel, se lava la imagen de dictaduras del petrodólar como Emiratos Árabes
Unidos o Arabia Saudí llevando hasta allí citas internacionales de toda
naturaleza... Se ha perdido el norte en la brújula de la ética y quienes no lo
han hecho asisten con asombro y profunda decepción a este lamentable
espectáculo, con su paciencia prácticamente extinguida, sin saber
cuánto más aguantará con la bota del opresor en el cuello mientras una parte de
la Comunidad Internacional, la que tendría que correr en su auxilio,
aplaude comiendo palomitas. El derecho a defenderse no aplica para
todo el mundo... tampoco a ser defendido.
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