LA LUZ MALA
Los habitantes de las zonas rurales la conocen bien y se cuidan mucho de acercársele. Si bien la ciencia ha explicado a la “luz mala” como una combustión espontánea de gases que produce iridiscencias, los pobladores saben que se trata de un alma en pena que vaga por el campo y las lagunas sembrando temor. Ante su aparición, los lugareños recomiendan decir una oración y morder la vaina del facón (1).
Pero la luz mala ha excedido los límites de la imaginería popular,
trasladándose al escenario político. Los más recientes casos pueden verse con
claridad meridiana en Argentina y Ecuador.
La nación sureña vive hoy una pesadilla, que amenaza, de consolidarse el virulento ataque corporativo nacional y transnacional que representan las medidas del actual gobierno, con arrasar con derechos conquistados durante una centuria, robando además gran parte del acumulado social colectivo.
Ante la previsible y justa reacción de los sectores organizados y de una
parte creciente de la clase media, la alianza derechista promete acorralar
cualquier tumulto con multas, cárcel y bala. Asimismo, negocia votos en el
Congreso con una parte del otrora gallardo partido radical, vertiente degradada
de las luchas obreras de principio de siglo, para darle una pátina de
legitimidad a sus tenebrosos propósitos de expolio.
En Ecuador, el panorama social se ha desmadrado. El narcotráfico y la
delincuencia común destrozan hoy la imagen de convivencia pacífica - también
antes relativa aunque algo más contenida - que el país ha ofrecido al turismo,
una de sus principales fuentes de ingreso junto al petróleo.
El gobierno del novato Noboa, también representante del gran capital al
igual que Milei, ha decretado el estado de conflicto armado interno. La
estrategia de guerra, respaldada incluso por la oposición, deja entrever
similitudes con la emprendida por Nayib Bukele en El Salvador. El listado de
bandas criminales dado a conocer no incluye ni por asomo a los medios de
comunicación hegemónicos, a las empresas evasoras de impuestos o al capital
beneficiado por el programa neoliberal del gobierno provisorio, todos ellos
co-responsables de la situación de angustia que vive el pueblo
ecuatoriano.
Agudos analistas señalan que en realidad se trata de una zozobra provocada
para evitar que, tal como sucedió en el 2019, una nueva asonada popular dé por
tierra con el proyectado saqueo. Esos observadores puntualizan que el llamado a
la “unidad nacional” tiene como uno de sus objetivos restar protagonismo a la
oposición política y así logre perpetuar a un gobierno endeble más allá de los
meses legalmente previstos para su mandato a consecuencia del cese del anterior
presidente, el banquero Guillermo Lasso (pero no de sus políticas).
La también continuista línea de adicción y dependencia a la venialidad
injerencista de los Estados Unidos de América habilita el ingreso de tropas y
consejeros estadounidenses al país, como ya ocurrió en el vecino Perú – donde
el depuesto legítimo presidente Castillo enfrenta una posible condena de 34
años de prisión - alimentando el cuadro las sospechas de una conspiración
programada.
Es la misma luz mala, conocida también como “los faroles de Mandinga”, que
penetra en los intersticios de una soberanía fallida y una democracia fingida.
Mientras tanto, el diablo anda suelto.
Mandinga
y sus faroles
Mandinga (2),
uno de los tantos nombres del diablo, sabe encarnar en los más diversos
personajes y adoptar los más variados nombres para cumplir su nefasta misión de
pervertir la convivencia y los buenos modales.
Y esa tarea no respeta fronteras, continentes, ni culturas. Así es como
luego de sus destructivas andanzas en Irak, Libia o Siria, por solo mencionar
las de este siglo, a Lucifer, autodenominado portador de la luz democrática,
líder y señor de los demonios, se le ocurrió continuar recogiendo para provecho
propio los fragmentos del otrora bloque soviético. Apoyó a estos fines una
revuelta contra un gobierno envilecido a las puertas del Oso ruso, el que tras
ser traicionado en las promesas de no ver extendida la OTAN hasta sus mismas
fronteras, reaccionó invadiendo las regiones adyacentes.
Así volvió la guerra a suelo europeo, sembrando nuevas discordias entre
pueblos hermanos - especialidad de la casa de Belcebú – y revitalizando una
alianza militar que había perdido toda razón de ser, si es que acaso cualquier
asociación bélica puede tenerla.
Enzarzado en su contienda geopolítica con el Dragón asiático y sintiendo el
próximo final de su hegemonía económica y cultural, el Águila enhebró nuevos
pactos siniestros. Bordó acuerdos en el área cercana a China con el Reino Unido
y Australia (AUKUS) e intentó algo similar en Medio Oriente con la Cumbre del
Néguev, en la que el Secretario de Estado de la administración Biden, Anthony
Blinken, se reunió con los cancilleres de Israel, Marruecos, Egipto, Emiratos
Árabes Unidos y Bahréin, con el declarado propósito de formar un frente
político y militar contra Irán.
No podía tolerar “el Maligno” el acercamiento fraterno entre dos facciones
del Islam enfrentadas históricamente, los persas chiitas y los suníes del reino
saudita –, contacto mediado nada menos que por el archirrival chino – y
mucho menos el ingreso de ambos al club de los BRICS, convertido hoy en la Meca
del multipolarismo. Por lo que el controvertido hegemón anglosajón vio
conveniente atizar los enfrentamientos en la zona.
Así se cobraría nuevas víctimas el drama del pueblo palestino, amenazado
una vez más por Israel con su expulsión territorial o su genocidio. A pocos
kilómetros de allí, ante las acciones de fuerza en el mar Rojo del gobierno
yemenita hutí, apoyado por Irán al igual que el movimiento Hamás, la respuesta
del eje anglosajón fue un bombardeo directo a sus costas, dando así continuidad
a la agresión que la población de este país sufrió desde su propio Norte
(Arabia Saudita), apoyada por la misma “comunidad internacional” de
siempre.
Absurdos bélicos de mentes envenenadas por el odio y el temor, que no solo
se llevan millares de vidas, sino que provocan catástrofes humanitarias de
proporciones gigantescas, cuyas huellas luego son muy difíciles de
curar.
La insensata pretensión de dominio mundial unipolar adopta así en la
actualidad la táctica de presentar numerosos focos de batalla, con la intención
de conformar una suerte de OTAN mundializada, pero con actores locales, en una
especie de guerra mundial simultánea pero fragmentada.
Falta
de referencias, el vértigo de la violencia y las ultraderechas
Pero los fuegos fatuos, como se ha denominado a efectos similares a los de
la luz mala, también pueden verse en otras pampas, bosques y tundras. Almas en
pena sobran. Sumergidos vastos conjuntos humanos en miserables condiciones de
vida, manipulados por ideologías de consumo y éxito individual pero sin
perspectiva alguna de cambio de situación, el discurso de odio hace estragos,
envenenando la atmósfera social y política.
A lo que se agregan rasantes transformaciones que han disgregado a las
comunidades y terminado de extirpar cualquier punto de referencia, creando una
sensación generalizada de incertidumbre, confusión y sinsentido personal y
social.
En esa niebla, en ese pantano fétido, encuentran adhesión popular las luces
mortecinas de engreídos fantasmas del pasado, que ven llegada la hora de
liderar con sus hordas fanáticas y sus propuestas alucinadas.
Así es cómo, desde las entrañas de la crisis social emergen en los
distintos puntos del planeta y en las más diversas culturas fuerzas
recalcitrantes, que llegan a tomar preponderancia electoral. Se trate de
vástagos de los antiguos fascismos como la actual premier italiana o el hijo
del dictador Marcos en las Filipinas, sea un magnate racista como Trump,
conservadores tradicionalistas como Modi o Erdogan, derechistas como Orban y
Netanyahu o fundamentalistas religiosos como los reinantes en Arabia o Persia,
abundan los ejemplos de esta correntada de identitarismos radicales, cuyo
correlato es la exclusión violenta del diferente.
Muestra de esto es también el triunfo de Geert Wilders en Países Bajos, el
ascenso de partidos de ultraderecha en Suecia, Finlandia o España, incluso en
la pujante Alemania, en la que a pesar de su doloroso y criminal pasado
nacionalsocialista, aparece hoy en las encuestas como segunda fuerza nacional
la Alternativa para Alemania, un partido de extrema derecha que cosecha sus
adhesiones desde el rechazo a la inmigración, a la Unión Europea y al
Islam.
Todos estos elementos reactivos muestran características de un fin de ciclo
institucional, económico y político, de un sistema sin respuestas a las
necesidades de los pueblos.
Las
luces buenas
No hay noche más oscura que la que precede al amanecer, reza una metáfora
muy conocida, cuyo significado es sembrar la esperanza en tiempos difíciles.
Por su parte, la oftalmología explica que en la oscuridad, la dilatación de la
pupila es vital para que llegue más luminosidad a la retina. La historia, por
último, enseña que las utopías, poco razonables o lógicas cuando las aguas
están calmas, son las que terminan prevaleciendo en tiempos de inestabilidad.
Así, hay que poder mirar los destellos de luces incipientes, que no ocupan
el centro del escenario. Aunque parezcan esfuerzos fútiles condenados al
fracaso inmediato, son esos tenues fulgores el antecedente de los potentes
faros que iluminarán el futuro.
Esas lumbres indican hoy la necesidad de dejar atrás una cultura
exclusivamente materialista y objetal e invertir esfuerzos en simultáneo en la
exploración y desarrollo de la interioridad humana. Un despertar de la
conciencia, un salto similar al que la humanidad experimentó con el manejo del
fuego, con el avance de las ciencias, en la inspiración artística o con la
elevación espiritual, debe acompañar todo esfuerzo paralelo por lograr condiciones
de vida digna para toda la especie.
Porque no se alcanzará la igualdad de oportunidades en un planeta injusto,
no se acabarán las guerras, la violencia en cualquiera de sus formas, ni
tampoco la depredación medioambiental sino varían los parámetros internos que
guían la vida de las personas.
No habrá mayor empatía ni colaboración posible entre los pueblos, no habrá
mejores políticas si los excluidos comparten valores similares con los
opresores. No podrá acometerse un futuro radiante con una pesada mochila de
enconos, rencores y deseos de revancha. La mujer y el hombre nuevos deben
surgir mientras propugnan el cambio social.
De allí que es tiempo de vibrar más alto y acometer una revolución integral
con profundo sentido humanista, una revolución que rechace toda forma de
violencia y discriminación y alumbre un nuevo sentido de la vida que tenga como
ejes de conducta la coherencia entre el pensar, el sentir y el actuar y una
irrestricta solidaridad. “Nada por encima del Ser Humano y ningún ser humano por
debajo del otro” es la consigna para estos tiempos, en los que las sociedades
no podrán tomar nuevos rumbos, sino se modifican las actitudes y las
motivaciones de vida de los conjuntos sociales.
Porque para cambiar, hay que cambiar.
1. Del
portugués y español “faca”, cuchillo, utilizado por los gauchos para matar y
cuerear animales y como arma de pelea.
2. Mandinga
deriva de Manding, nombre geográfico y gentilicio de un pueblo que habita en el
África occidental. Es el idioma hablado por millones de Mandinga en Malí,
Senegal, Gambia, Guinea, Costa de Marfil, Burkina Faso, Sierra Leona, Liberia,
pero en español, principalmente en las zonas rurales de América, adonde el
nombre llegó traído por esclavos africanos, es el nombre del diablo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario