ARGENTINA, AÑOS DE PERRO
El
gobierno acaricia el botón de (otra) devaluación al mismo tiempo que festeja el
índice inflacionario de diciembre, del 25,5%. El país cerró con una inflación
anual del 211,4%, por encima de Venezuela y la mayor tasa desde 1990
EMILIANO
GULLO
Una mujer protesta contra el Decreto de
Necesidad y Urgencia
puesto en marcha por Milei. / Agencia Farco
En el epílogo de su última gran crisis –diciembre de 2001–, Argentina tuvo cinco presidentes en 11 días. Más atrás, 40 años antes, un ministro de Economía liberal y conservador, Álvaro Alsogaray, pidió que los argentinos aguantásemos un poco, que soportásemos la crisis por una temporada más. “Hay que pasar el invierno”, dijo durante un ajuste brutal que, paradoja de los economistas, traería una mejora en la calidad de vida. Claro que pasó ese invierno, luego otro, y otro, y miles más. Y acá estamos. El tiempo en Argentina transcurre de forma extraña. El mito canino dice que en la vida de los perros un año es equivalente a siete en los humanos. El mito argentino dice que un año acá es, al menos, equivalente a siete, ocho o más que en cualquier otro país. Por eso no parece raro que haya transcurrido apenas un mes desde que Javier Milei asumió la presidencia. Después de lanzar el mega paquete de leyes y el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) para desmantelar el Estado, suprimir derechos, liberalizar el mercado y dejar a la intemperie a las clases medias y a las clases populares, Milei profundizó en la tesis de su viejo antecesor. En su discurso de fin de año, dijo a la nación:
“Nuestras reformas
implicarían niveles de libertad económica que en un lapso de 45 años nos
permitirían aspirar a multiplicar por diez veces nuestro PIB per cápita,
alcanzando niveles similares a Irlanda”. A esperar entonces. Ya no un invierno,
sino 45, para poder comer, usar el transporte público, tener trabajo, ir de
vacaciones, acceder a la salud, a la educación. Vivir. En 30 días, Argentina
pasó de discutir las formas de contener al dólar y los mecanismos para frenar
la inflación a poner en duda si merecemos alimentarnos o todavía tenemos que
sufrir un poco más. Si está bien o no que los salarios no alcancen ni para
pagar productos esenciales.
El mito argentino
dice que un año acá es, al menos, equivalente a siete, ocho o más que en
cualquier otro país
Una señora
cualquiera en la calle. Espera la llegada de su colectivo (bus) cuando le
sorprende una periodista en vivo. La secuencia –difundida en X– tiene un filtro
que la hace vieja, una textura de los años noventas. El efecto del filtro es
perfecto, tanto que a primera vista no se entiende si es de archivo o actual.
Hasta la aparición del diálogo.
– ¿Está enterada
del aumento del colectivo?
– Sí. Es lo que
corresponde.
Y antes de que
venga una nueva pregunta, la señora contraataca con rapidez, con el argumento a
la mano, como si hubiese estado esperando ese momento para decir su verdad. Que
no es suya sino de Milei. De Caputo. De Bullrich. De Macri.
– Argentina es uno
de los países que más barato tiene el pasaje y muchos de los bienes y servicios
que utilizamos. Tenemos que ser conscientes de que hemos vivido una época en la
que nos acostumbramos a que todo nos regalen y a que todo tengamos gratis, que
todo nos caiga de arriba. Un día tenía que terminar.
Una reciente
encuesta muestra el alto grado de apoyo que aún tiene el Gobierno nacional.
Convencer a los pobres de que tienen que seguir siendo pobres es la mayor
victoria de Milei y las corporaciones liberales. Es un triunfo simbólico y
material de doble dirección. Por un lado paraliza a gran parte de la población
que convalida las políticas de ajuste y asiste a su desintegración pasivamente.
A su vez, el mecanismo horada la historia de luchas y conflictos sociales con
las que se conquistaron derechos, porque –y acá la paradoja– las causas de las
injusticias de hoy se encuentran ahí, en esa historia reciente, donde la
dignidad se pagó con sangre. ¿Quién pone los muertos de siempre? No sólo es
necesario el ajuste sino que, como religiosos ortodoxos que se autoflagelan por
pecar, son ellos mismos los que deben soportarlo. Han sido beneficiados por las
políticas estatales, por lo tanto, serán ellos los encargados de soportar el
escarmiento.
El partido recién
empezó, pero por ahora el dominio es claro. Espíritu mesiánico del monarca 1 -
Condiciones materiales 0. ¿Hasta cuándo?
Convencer a los
pobres de que tienen que seguir siendo pobres es la mayor victoria de Milei
En estos días, las
comisiones del Congreso discuten el contenido del Decreto de Necesidad y
Urgencia con el que Milei busca destruir las conquistas laborales, sociales y
productivas de los últimos cien años. Las otras conquistas las intentará
eliminar con la ley ómnibus, que todavía se desconoce cuándo podrá discutirse
aunque muchos –ante la soledad legislativa de Unión por la Patria– ya dan por
descontada su aprobación.
La estrategia de
avanzar con lanzallamas abre frentes en todos los sectores. También por estas
horas, las organizaciones sindicales que preparan la gran huelga del 24 de
febrero recibieron telegramas donde el ministerio de Seguridad las intima a
pagar 40.000 dólares por haberse movilizado el 27 de diciembre. No hay registro
de este tipo de censura al derecho constitucional a la protesta desde el
regreso de la democracia en 1983.
El DNU ya está en
marcha y seguirá vigente hasta que termine de discutirse en Diputados y en
Senadores. O hasta que lo diga la Corte Suprema. El único punto en suspenso es
el referido a la legislación laboral, gracias a que la Justicia hizo lugar a
los amparos presentados por la CGT y la CTA, las dos centrales de trabajadores.
Argentina y el
tiempo
El dirigente fuerte
de la CGT, Pablo Moyano, reclamó la aparición de Cristina Fernández, de Sergio
Massa (criticó la huelga) y de Alberto Fernández (residente ¿temporal? en
España). Ella pide tiempo. Lo mismo piensa gran parte del peronismo. “Que se
desgaste solo; hay que esperar que impacte el ajuste”. Marzo es el mes clave,
cuando terminen las vacaciones, empiece el año lectivo, impacte de lleno el
efecto DNU y se vuelva (más) imposible la vida con los nuevos aumentos
generales además de los acumulados. La inflación será por segundo mes
consecutivo –calculan los analistas– de 25/30%. Pero qué lejos queda marzo.
El Gobierno –que
todavía no logra cerrar un acuerdo con el Fondo– acaricia el botón de (otra)
devaluación al mismo tiempo que festeja el índice inflacionario de diciembre,
de 25,5%. “Con el 30% a Caputo hay que sacarlo a pasear en andas”, gritó Milei.
Así las cosas, Argentina cerró con una inflación anual del 211,4%, por encima
de Venezuela y la mayor tasa desde 1990.
Mientras tanto, el
presidente Milei lucha contra sus nuevos enemigos, los mozos de la Casa Rosada.
Tiene miedo de que lo envenenen y ya designó a un vasallo para que pruebe los
alimentos que preparan en el comedor del subsuelo. No son los únicos. Milei no
se saca jamás su campera de cuero negra. Ni en público ni en reuniones de
despacho. En pleno verano y con temperaturas superiores a 30 grados, para
muchos es indicio de que la necesita para esconder un chaleco antibalas.
Se ve que con las
encuestas a favor tampoco alcanza.
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