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sábado, 2 de diciembre de 2023

TERROR EN EL MUSEO DEL PRADO

 

TERROR EN EL MUSEO DEL PRADO

ANÍBAL MALVAR

Para desgracia de los amantes de la cultura, ni Mariano de Paco ni Isabel Díaz Ayuso tienen competencia alguna sobre el Museo del Prado, dependiente de Patrimonio Nacional

La gente mejor informada acabamos de enterarnos de que el gobierno de Isabel Díaz Ayuso tiene incluso consejería de Cultura. Quién nos lo iba a decir. La consejería es tan pinturera que hasta le han puesto consejero y todo. Se llama Mariano de Paco, patronímico muy apropiado para un señor de derechas.

 

Mariano de Paco acaba de encontrar sus quince minutos de gloria en el esperpento vox-popularista soltando esta delicada sentencia: “El ministro de Cultura afila su arma contra Madrid y empieza por el Museo del Prado”.

 

El cabreo del letradísimo e ignoto consejero viene porque el nuevo ministro de Cultura, Ernest Urtasun (o la importancia de llamarse Ernesto), acaba de anunciar a navaja abierta que continuará impulsando el proyecto El Prado disperso. Esto consiste en que El Prado ceda obras para exponer en otros lugares, en otros museos y galerías de España y del mundo. A Mariano de Paco (o Paco de Mariano, que ya no me acuerdo) le parece mal: “Desde la Comunidad de Madrid nos opondremos frontalmente a cualquier iniciativa que suponga la descapitalización de los museos nacionales”.

 

Se conoce que para ser consejero de Cultura de Ayuso hace falta tanto esfuerzo y dedicación que nunca te da tiempo a labrarte una cultura. Porque el Museo del Prado, incluso antes de llamarse así, desde hace dos siglos, siempre tuvo obras que no podía colgar o exponer por cuestión de espacio, y con sapiencia y templanza las cedía a museos y exposiciones de otros lares.

 

Cualquier persona medianamente instruida que no sea consejero de Cultura de Ayuso sabe que los intercambios y cesiones entre museos son práctica habitual, a pesar de las dificultades técnicas que supone desplazar obras de arte garantizando que vayan y vuelvan sin daño. La cultura se ve obligada a ser viajera para llegar a la gente que no tiene dinero para viajar. Por eso es cultura.

 

La pinacoteca del Prado acumula unas 8.000 obras, pero solo tiene pared para mostrar unas mil y tantas. El resto permanece en sótanos, y a veces se publican preocupantes informaciones (sobre inundaciones, mohos y deterioros) que no suele leer nadie. Mariano de Paco, tampoco.

 

Para desgracia de los amantes de la cultura, ni Mariano de Paco ni Isabel Díaz Ayuso tienen competencia alguna sobre el Museo del Prado, dependiente de Patrimonio Nacional. O sea que, aunque nos pese, hasta los putos catalanes tienen derecho a ver los goyas, los velázquez, los boscos y demás garabatos que pueblan el museo. Sacad el rosario rojigualda, que me está dando un vahído.

 

Esto de defender la pinacoteca del Prado con la vehemencia con que lo hace Mariano de Paco no lo observaba yo desde 80 años atrás, cuando la guerra civil. Como Franco dejaba a la aviación de Hitler bombardear Madrid a tontas y a locas, alguna bomba cayó sobre el museo, y el gobierno de la república decidió intentar salvar las pinturas que pudiera. Suponemos que cuadros de desnudos, pues de todos es sabido que los demócratas eran y son unos guarros.

 

Ahora el ayusero Mariano de Paco intenta revivir aquellas gestas de la republicana Junta de Incautación y Protección del Patrimonio Artístico, nacida de la Alianza de Intelectuales Antifascistas, pero al revés: dejando las obras excedentes del Prado bien abandonadas en inaccesibles sótanos donde las ratas discuten si tiene mejor bouquet un Tiziano del XVI o un Goya del XIX incipiente.

 

Mariano de Paco se cree que el Museo del Prado es como el almacén de monedas del Tío Gilito. Contiene dólares que hay que guardar bajo 88 llaves, pues te viene un mena, un okupa o un marroquí, y te corta la esquina de un picasso para fabricarse filtros de porro.

 

Es la Historia de España. La derecha y el catolicismo (oxímoron) se creen que defender la cultura es defenderla del pueblo, ocultársela, negársela, prohibírsela. Lo contó muy bien Umberto Eco en El nombre de la rosa, donde el malo era español y no por casualidad. Multiplican ignorantes sustituyendo la cultura por el culto (religioso). Esa inmanente fuente de ignorancia y hogueras.

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