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lunes, 30 de octubre de 2023

UNA SEMANA EN TU TELE

 

UNA SEMANA EN TU TELE

IRENE ZUGASTI

Qué le vamos a hacer, si hay a quienes nos gusta la tele. La de toda la vida, la del mando a distancia, el sofá y los anuncios interminables. La vieja, confiable y predecible tele

Esta semana he hecho mucho zapping, —que es un verbo viejuno, viejuno— por exigencias del guion y he sentido varias veces la necesidad de lanzar el mando a la pantalla, aunque luego me acuerdo de que seguimos pagando la letra y se me pasa. Permitidme enumerar algunos de esos momentos:

 

Lunes. Telemadrid. En Juntos, su magazine social de por la noche, hablan de la última voluntad de Isabel Pantoja y de los millones que Alejandro Sanz le debe a Hacienda. Imbatible, me quedo. Entre noticia y noticia, visitan a una señora de Fuenlabrada que se ha vestido de bruja para denunciar el terror de la subida de la cesta de la compra y después una frutera lleva al plató sus productos sobre-preciados. Para comentar la situación, José Manuel Parada (el de Cine de Barrio, sí) habla escandalizado del precio del aceite y viene el portavoz de ASUFIN —Asociación de Usuarios Financieros— que nos recomienda hacer menús semanales porque el ahorro empieza en casa, señoras. ¿Habla alguien ahí de los márgenes empresariales históricos detrás del alza de precios? ¿De topar el coste de los productos básicos? No, claro que no. Pero me llevo a la cama el consejo de no llevar a los críos al súper porque son caprichosos y echan al carro lo que no deben. Gracias, Telemadrid.

 

Martes. La Sexta. Tomo el café mientras veo Aruseros. ¿Por qué me hago esto a mi misma? Yo qué se. En plató, un señor, su familia y otros seis o siete tertulianos comentan de buena mañana vídeos de internet y noticias de actualidad, todos con la misma ligerezza, un perro que se resbala, una bomba que cae en Gaza, una abuela que baila en TikTok. De remate, suele aparecer el de los Mojinos Escozíos y hace un análisis antipolítico disfrazado de estereotipo de cateto andaluz. Me pregunto cuánto dinero costará producir ese programa.

 

Miércoles. Telecinco. Ana Rosa Quintana, Alaska, el Cordobés y Cristina Cifuentes —wow, ya lo sé— opinan en una mesa soporífera sobre la reducción de la jornada laboral. La única voz discordante —si la dejasen hablar— es una instragramer veinteañera. Después de sentenciar que trabajar menos es de vagos y que el autónomo español es víctima de las políticas social-comunistas del Gobierno, pasan a analizar un estudio de Georgetown que dice que en España las mujeres viven inseguras y han visto reducidos sus derechos. El día antes, nuestro país celebraba el cuarto puesto europeo en el ranking de igualdad, pero, qué coño, que un ranking hecho con estadística pública no te estropee un titular basado en una universidad privada norteamericana. Menos mal que, según los audímetros, a AR le quedan cuatro tardes.

 

Jueves. Cuatro. Horizonte. Me gusta el olor del napalm por la mañana y de las secreciones prostáticas por la noche. Esta vez, cuatro hombres raros, Iker y Carmen —ah, la inefable Carmen— hablan con un portavoz del ejército israelí habitual en sus conexiones, un tal Mayor Kaplan. El soldadito de acento porteño cede «en exclusiva» imágenes de una morgue y nos muestra la devastación de Hamás. De la suya, la que provoca Israel, ni pío. Iker da paso a las imágenes de los migrantes africanos disfrutando de su estancia en España: aten cabos, queridos espectadores. Cambio de canal, lo que sea, menos MasterChef. Tamara Falcó balbucea cosas en el Hormiguero. En Antena 3 Joaquín —el del Betis— conversa con Manu Carrasco. Me voy a dormir.

 

Viernes. Diez de la noche: las Naciones Unidas, en una Asamblea de urgencia, votan la resolución sobre la tregua humanitaria en Gaza. La franja está incomunicada, no hay luz, ni internet, ni satélites. Paso los canales, adelante y atrás: nada. Ni un solo canal de la televisión digital tradicional lo considera noticiable como para hacer un «Breaking news». Pero en Cuatro está Gerald Butler pegando ostias con los Navy Seal en una misión secreta en Rusia para evitar la Tercera Guerra Mundial. Me vale como ruido de fondo, mientras leo Twitter. Cuesta dormir.

 

Sábado. Hoy no salgo porque tengo ochenta años mentales y además llueve. Sintonizo —otro verbo viejuno— «La Sexta Xplica». Es un programa donde hay gente sentada en una grada delante de otra gente, como en el Grand Prix, y opinan de algún tema candente —hoy toca la precariedad y los retos del mercado laboral— y toda las opiniones de toda esa gente tienen igual valor y se van exponiendo por turnos, como en una coreografía: la de un empresario explotador y la de una sindicalista, la de un pensionista en la miseria y la de un economista liberal, la de un palestino y un israelí. Supongo que eso es lo que en la facultad llamaban «pluralismo».

 

Ya, ya sé que me diréis que es culpa mía por no apagar la tele, por no pagar suscripciones a plataformas ni ver series, por ser una vaga ingrata que naufraga en el sofá. Pero lo dicho, no soy la única, y aunque la televisión tradicional esté en mínimos históricos de audiencia siguen siendo millones de personas las que se informan, se emocionan o se divierten frente a esa caja, que nunca fue tonta

 

Ya, ya sé que me diréis que es culpa mía por no apagar la tele, por no pagar suscripciones a plataformas ni ver series, por ser una vaga ingrata que naufraga en el sofá. Pero lo dicho, no soy la única, y aunque la televisión tradicional esté en mínimos históricos de audiencia siguen siendo millones de personas las que se informan, se emocionan o se divierten frente a esa caja, que nunca fue tonta. Hay que tener muy buenas defensas para no sucumbir a la exposición de sensacionalismo y propaganda que ofrece hoy casi cualquier canal a casi cualquier hora. Hay que contar con herramientas que no todo el mundo tiene a su alcance, para no caer en sus falacias, en su mediocridad y en su complacencia. Hay que tener otros canales para saber echar de menos lo que no cuentan sus silencios. La tele de toda la vida sigue siendo importante —si no, no habría tanto compañero de profesión deseoso de ser tertuliano, ni aspiraríamos a poder influir en sus titulares— pero, por desgracia, no es nuestra. Hoy, menos que nunca, pero es que nunca lo ha sido. Así que habrá que seguir haciéndola desde los márgenes, digo yo. ¿Os hemos dicho ya que os suscribáis a Canal Red?

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