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miércoles, 27 de septiembre de 2023

SUICIDARSE SIN ELEGANCIA


SUICIDARSE SIN ELEGANCIA

ANÍBAL MALVAR

Desde el 23J, Feijóo ha cogido la costumbre de suicidarse sin elegancia. El discurso del vencido ha de ser estiloso, refinado, nada autocompasivo y estético

Mariano Rajoy llegó a La Moncloa prometiendo que sería un presidente muy aburrido, y acabó su mandato el día de la moción de censura encerrado en un bar y bastante perjudicado, tambaleante, y con el bolso de Soraya Sáenz de Santamaría sentado en su escaño del Congreso (qué imprudencia dejar la Visa Oro despistada en la bancada popular).

Ayer, en su discurso de narco-investidura, lisérgica, imposible salvo pucherazo, Alberto Núñez-Feijóo exhibió una retórica de adormidera que lo hace digno heredero de las promesas de Eme Punto: qué tedio. Como ya no está de moda contar ovejas para dormir, con Fakejóo podemos intentarlo haciendo saltar por vallados sus mentiras. Hasta nos prometió subir el salario mínimo interprofesional, al que de facto él y su partido se han opuesto sistemáticamente. Qué crack.

 

Creo que era Thomas de Quincey quien afirmaba que la carencia de sentido del humor es una descortesía. No es que uno le pida a nuestros parlamentarios que se pongan a decir chistes y a farfullar incoherencias cual Chiquito de la Calzada, pero sería muy triste que gobernara el país un señor tan soso. La solemnidad vacua suele ser recurso habitual en aquellos que carecen de fondo intelectivo. “Prometo ser un presidente de fiar”, repitió el candidato gallego como idea fuerza de su pesarosa alocución. O sea, el único avance en cuanto a promesas peperas ha sido pasar del aburrimiento marianista a la fiabilidad feijoana.

 

No pocos periodistas escribieron o tertuliaron que el de ayer tendría que haber sido el discurso más importante de la carrera política del ourensano. Tuvo dos meses para prepararlo y se comportó como alumno perezoso, sin más ambición que intentar que le regalaran el aprobado raspado. “Fuera de la Constitución no hay democracia”, clamó como si acabara de descubrir el enigma de las pirámides. Suspenso en septiembre: una democracia tan consolidada como Reino Unido, por ejemplo, carece de Constitución. Los alemanes han modificado la suya más de medio centenar de veces. Hay que estudiar más, candidato.

 

 

Yo creo que Feijóo va a acabar como Albert Rivera, con fichaje millonario por una empresa privada y, al poco, despedido por vago. Al tiempo

 

Ternurita dio el llamamiento a la complicidad de PNV y Junts, un brindis a la cara oculta de la luna viniendo del socio preferente de Vox. El apoyo de nacionalistas vascos y catalanes eliminaría inmediatamente de la ecuación a los ultras. Y no te digo nada de Isabel Díaz Ayuso, a quien se le debieron marchitar las camelias del balcón con las que lucha contra el cambio climático.

 

Un tío que, con su sueldo, ha multiplicado patrimonio como Feijóo, no puede ser tan parvo (que decimos los gallegos). Pero es encomiable su esfuerzo por parecerlo. Su llorera en los hombros de Andoni Ortúzar y Carles Puigdemont no solo era manifiestamente inútil, sino incluso perniciosa para su futuro. Sin duda le pasará factura de puertas adentro de Génova 13. Muchos piolines tendrán que escoltarlo para evitar prontas puñaladas por la espalda.

 

Desde el 23J, Feijóo ha cogido la costumbre de suicidarse sin elegancia. El discurso del vencido ha de ser estiloso, refinado, nada autocompasivo y estético. Feijóo y todo su equipo han sido incapaces de pergeñar nada más elaborado en dos meses de estudio, ni siquiera una filípica ingeniosa contra el gobierno que nos viene. Ni nuestra indigente intelectual de cabecera y posible sucesora del gallego (los muertos de las residencias ya sabéis a quien me refiero) lo hubiera hecho peor. Por lo menos ella pone caritas coquetas cuando grita “cerveza y libertad”, que es la versión facha del “tierra y libertad” de aquella sociedad secreta rusa del XIX que empezó a cambiar el mundo sin demasiado éxito. Hay que ver las vueltas que dan ideología y semántica. Yo creo que Feijóo va a acabar como Albert Rivera, con fichaje millonario por una empresa privada y, al poco, despedido por vago. Al tiempo.

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