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lunes, 10 de julio de 2023

UN GRITO QUE VIENE DEL MAR SALE A NUESTRO ENCUENTRO

 

UN GRITO QUE VIENE DEL MAR SALE

 A NUESTRO ENCUENTRO

PATROCINIO NAVARRO VALERO


 Vienen  por el mar, vienen y vienen imparables, decididos a vida o muerte esos vecinos nuestros del sur hambriento, ensangrentado, silenciado, donde reina el caos, la infamia, la esclavitud, el abuso policial, la inseguridad personal de cualquiera que no tenga la protección de “ellos”, de  sátrapas gobernantes, de colonizadores camuflados, de los explotadores locales,  de los todos  verdaderos dueños de sus riquezas y de sus vidas, vampiros de los pueblos que nunca se van  aunque cambien de  idioma y nacionalidad. Cientos de miles vienen  por el mar huyendo de todo eso, de todos esos, y se ahogan a miles, como si se tratara de una especie animal,  de lemingos que busca ciega y  desesperadamente, un lugar donde existir aún a costa de su vida. Pero no son una especie animal. 

Son tus hermanos. Son mis hermanos, son tan hijos de Dios como cualquiera de nosotros, y con tanto derecho a vivir como cualquiera de nosotros. Faltaría.  Y uno piensa: ¡Con lo fácil que sería repoblar la España vaciada con todos los que van llegando, y los inmensos beneficios que supondría no solo para los campos y los pueblos, sino para el conjunto nacional el disponer de nuevas riquezas y nuevas gentes ahora que presenciamos el declive imparable de la natalidad no solo en España sino en toda Europa. ¿Tan difícil resulta de entender esto a los ineptos que nos gobiernan?

 

Prefieren reprimir, que es lo suyo. Lo más fácil y lo más absurdo, lo mismo que su inteligencia: simple y carente de lógica.

 

Cada vez que hay un naufragio, cada vez que aparecen cadáveres de niños en las arenas de las playas, los turistas que se ponen morenos llaman a la policía, que  detiene  a los supervivientes del naufragio  y los devuelven por las bravas o los internan en una especie de cárceles a las que llaman Centros de Internamiento para Extranjeros. Otras veces, sencillamente  se les dispara  a los que intentan llegar como se dispararía  a cualquier animal peligroso, o  se les mata a palos, o se les destierra a los desiertos hacinados en camiones policiales, pasando a denominarse “desaparecidos”. Ha pasado en la frontera del sur de España  y pasa sin consecuencias, sin dimisiones de los responsables de esos crímenes en España y en Marruecos, y en otros sitios de paso de África  hacia Marruecos, como Libia. Ha pasado y seguirá pasando, no hay duda. No hay duda, porque ¿alguien puede pensar que existen fronteras suficientes para impedir el paso del hambre y de la vida en peligro de cualquiera? Y esto, tan importante, suscita en estos  días  una pregunta inquietante:

 

¿Por qué se mencionan tan poco el tema de los migrantes  en las campañas electorales?

 

No se trata de poner el grito en el cielo cuando se les asesina en la valla de Melilla; no se trata de poner el grito en el cielo cuando naufragan y mueren a cientos de una vez, y luego silencio. Y no se incide ni se menciona más porque se sabe que incidir no da votos. Así que  nadie asume su bandera, la bandera de sus vidas; porque es una patata caliente y nadie la quiere coger para hallarle solución, ni en la izquierda, ni mucho menos en la derecha y sus fascistas. Si fuera por estos, no habría en el mundo más que una clase de pensamiento: el de ellos. Y una clase de seres humanos: los blancos y a ser posible, ricos. Si fuera por ellos, las fronteras antiinmigración serían infranqueables. Así que son estos individuos los que utilizan las campañas electorales y su día a día para oponerse a la llegada de inmigrantes a la vez que destilan odio contra ellos. Pero eso no impedirá que sigan llegando y llegando, naufragando y naufragando, ahogándose a cientos y a miles Pero eso ¿ a cuántos de entre nosotros le importa, si solo son pobres, negros y negras y bebés de negros y negras  sin nombres ni rostros, tan solo números que navegan y luego se cuentan como números: tantos o cuántos muertos…tantas embarazadas, tantos bebés, tantos jóvenes:  números; números  anónimos sin rostro. Se mencionan y se olvidan, como sucede con los números de la lotería cuando no te tocan. Este es el modo de pensar fascista, nazi o semejante. Pero también el modo de pensar de grandes mayorías. Y qué desgracia la de no ser este  el único país donde ocurren estas cosas; la desgracia  de  no estar solos. Y uno se pregunta: ¿Cuándo sonará el gran despertador de la conciencia  espiritual y social humana, hoy dormida en tan gran medida que es capaz de mirar para otro lado  ante las desgracias ajenas? ¿Cuándo?… Y ya va siendo tarde.

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