UN GRITO QUE VIENE DEL MAR SALE
A NUESTRO ENCUENTRO
PATROCINIO NAVARRO VALERO
Son tus hermanos. Son mis hermanos, son tan hijos de Dios como cualquiera de nosotros, y con tanto derecho a vivir como cualquiera de nosotros. Faltaría. Y uno piensa: ¡Con lo fácil que sería repoblar la España vaciada con todos los que van llegando, y los inmensos beneficios que supondría no solo para los campos y los pueblos, sino para el conjunto nacional el disponer de nuevas riquezas y nuevas gentes ahora que presenciamos el declive imparable de la natalidad no solo en España sino en toda Europa. ¿Tan difícil resulta de entender esto a los ineptos que nos gobiernan?
Prefieren reprimir,
que es lo suyo. Lo más fácil y lo más absurdo, lo mismo que su inteligencia:
simple y carente de lógica.
Cada vez que hay un
naufragio, cada vez que aparecen cadáveres de niños en las arenas de las
playas, los turistas que se ponen morenos llaman a la policía, que detiene
a los supervivientes del naufragio
y los devuelven por las bravas o los internan en una especie de cárceles
a las que llaman Centros de Internamiento para Extranjeros. Otras veces,
sencillamente se les dispara a los que intentan llegar como se
dispararía a cualquier animal peligroso,
o se les mata a palos, o se les
destierra a los desiertos hacinados en camiones policiales, pasando a
denominarse “desaparecidos”. Ha pasado en la frontera del sur de España y pasa sin consecuencias, sin dimisiones de
los responsables de esos crímenes en España y en Marruecos, y en otros sitios
de paso de África hacia Marruecos, como
Libia. Ha pasado y seguirá pasando, no hay duda. No hay duda, porque ¿alguien
puede pensar que existen fronteras suficientes para impedir el paso del hambre
y de la vida en peligro de cualquiera? Y esto, tan importante, suscita en
estos días una pregunta inquietante:
¿Por qué se
mencionan tan poco el tema de los migrantes
en las campañas electorales?
No se trata de
poner el grito en el cielo cuando se les asesina en la valla de Melilla; no se
trata de poner el grito en el cielo cuando naufragan y mueren a cientos de una
vez, y luego silencio. Y no se incide ni se menciona más porque se sabe que
incidir no da votos. Así que nadie asume
su bandera, la bandera de sus vidas; porque es una patata caliente y nadie la
quiere coger para hallarle solución, ni en la izquierda, ni mucho menos en la
derecha y sus fascistas. Si fuera por estos, no habría en el mundo más que una
clase de pensamiento: el de ellos. Y una clase de seres humanos: los blancos y
a ser posible, ricos. Si fuera por ellos, las fronteras antiinmigración serían
infranqueables. Así que son estos individuos los que utilizan las campañas
electorales y su día a día para oponerse a la llegada de inmigrantes a la vez
que destilan odio contra ellos. Pero eso no impedirá que sigan llegando y
llegando, naufragando y naufragando, ahogándose a cientos y a miles Pero eso ¿
a cuántos de entre nosotros le importa, si solo son pobres, negros y negras y
bebés de negros y negras sin nombres ni
rostros, tan solo números que navegan y luego se cuentan como números: tantos o
cuántos muertos…tantas embarazadas, tantos bebés, tantos jóvenes: números; números anónimos sin rostro. Se mencionan y se
olvidan, como sucede con los números de la lotería cuando no te tocan. Este es
el modo de pensar fascista, nazi o semejante. Pero también el modo de pensar de
grandes mayorías. Y qué desgracia la de no ser este el único país donde ocurren estas cosas; la
desgracia de no estar solos. Y uno se pregunta: ¿Cuándo
sonará el gran despertador de la conciencia
espiritual y social humana, hoy dormida en tan gran medida que es capaz
de mirar para otro lado ante las
desgracias ajenas? ¿Cuándo?… Y ya va siendo tarde.
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