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jueves, 20 de julio de 2023

TORO MANSO PARA DOS

 

TORO MANSO PARA DOS

GERARDO TECÉ

Por el camino a mi casa un cigarro me he encendío. Con el humo del cigarro no me siento tan vacío. 34 grados a las diez de la noche y la “Buleríâ del aire acondiçionao” de los Califato 3/4 sonando en casa. La señal de TVE silenciada muestra la llegada de 3/4 de los candidatos a la presidencia del gobierno que han decidido acudir a la cita de la tele pública. El 1/4 que, como yo, seguirá el debate desde el sofá, es el favorito para ganar las elecciones, aunque afronte un tramo final de campaña que sólo podría dársele peor si, en una nueva mentira afirmase que sí que ha ido al debate, sonase el telefonillo de casa y fuese Silvia Intxaurrondo diciéndole que eso es bastante… inexacto. Qué mal rato.

 

Último debate de la campaña electoral entre el presidente del Gobierno Pedro Sánchez, la vicepresidenta Yolanda Díaz y el líder del partido del odio, Santiago Abascal. Un escenario incompleto. Algo incómodo ya que la mesa, diseñada para sostenerse sobre cuatro patas, cojeaba. Cojeaba para un Sánchez que no tenía en frente a su principal rival, cojeaba para una Díaz que sólo podía confrontar con una pared alicatada de azulejos de los años sesenta llamada ultraderecha y cojeaba para Abascal precisamente porque aquello era un debate, un formato que no es precisamente su fuerte. Que el único rival para confrontar que tenía delante el bloque de izquierdas, necesitado de confrontación ideológica para intentar remontar en las encuestas, fuese Abascal no era, como podría parecer, una ventaja, sino más bien un inconveniente. Aunque uno sea animalista, hay que reconocer que el mundo taurino ofrece una serie de metáforas que merece la pena rescatar de vez en cuando. Imaginen a dos toreros teniendo que repartirse la faena de un mismo toro manso y entenderán por qué hoy la izquierda, aunque ganadora por incomparecencia física de Feijóo e incomparecencia de cuerpo presente de Abascal, no puede salir eufórica de la cita.

 

El debate final, como lo ha llamado la tele pública, ha sido plano en sus inicios. Más centrado en el espectador que en la batalla ideológica entre los propios oponentes. Un inicio de debate frío como un viaje en ascensor en el que Yolanda y Pedro –así se llamaban mutuamente– poco tenían que hablar entre planta y planta y el señor Abascal –así se dirigían a él– poco peso argumental tenía que ofrecer más allá de eslóganes trillados. Unos eslóganes que el líder de la ultraderecha repetía con poco ímpetu, como cansado de escucharse a sí mismo tras cuatro años y dándole la razón a la mejor frase publicada posiblemente en las páginas de CTXT por el baranda Miguel Mora: todos, excepto Pedro Vallín, llegamos agotados al final de la legislatura. Quizá, culpa de ese agotamiento, el debate tardó tiempo en coger cierto tono. En un momento dado parecía que podía animarse un poco gracias a un Abascal que sacaba el comodín de Bildu diciendo que si los filoterroristas vascos habían apoyado leyes como la reforma laboral era porque siempre votaban lo peor para España. Para decepción de los espectadores, los propios debatientes tuvieron que explicarle con dibujos al líder de Vox que Bildu votó en contra de esa ley, igual que hizo Vox. El conductor de la furgoneta con la que Abascal había llegado a la sede de RTVE arrancó y preguntó si se lo llevaba ya a casa. Espérate que queda hora y media, respondió el jefe de comunicación de Vox que cobra por horas.

 

Con esa extraña sensación de que en este caso el nazi no fuese en grupo y con bates de béisbol, sino en solitario y con las manos vacías, trascurrió un debate en el que Sánchez y Díaz pudieron exponer con tranquilidad su proyecto de país para los próximos cuatro años. Un proyecto al que era difícil oponerse en contraste con la España de un Abascal que no salió de tópicos del tipo derogar el sanchismo, la agenda globalista 2030, los inmigrantes delinquiendo o los homosexuales pervirtiendo a los pobres niños en la escuela. Pasados los minutos, Yolanda Díaz, cuya tarea era movilizar al electorado de izquierdas, consiguió que el toro manso dejase de pastar un momento enseñándole el capote de la Igualdad y el feminismo. Cuando lo tenía donde quería, es decir, con Abascal repitiendo que él machista no es porque tiene madre, señora e hija, Díaz tuvo su mejor momento. Se enfrentó al líder del odio y le explicó que si hay más de mil asesinadas desde que hay registros, lo mismo sí que existe en España un problema de violencia machista, a pesar de que sus diputados en Valencia se rían durante los minutos de silencio. Díaz le mostró la foto y Abascal siguió pastando. Sánchez, que no se quería ir de allí sin pegarle un par de capotazos, dio uno de los titulares de la noche. Si Feijóo no se había atrevido a ir al debate no es porque reniegue de los votos de Vox, ni de sus políticas, sino porque le avergüenza salir con Abascal en la foto.

 

Yolanda Díaz ganó el debate, si es que estos debates se ganan. Lo hizo porque consiguió dar cierta sensación de movimiento en un escenario estático, y porque fue claramente superior al candidato contra el que se está jugando el tercer puesto el 23J. Sánchez, cuyo entorno había deslizado en las últimas horas el rumor de que el PSOE podría tener una bomba que soltar contra Feijóo en el tramo final de la campaña, no fue desde luego quien anoche apretó ese botón. El presidente jugó su papel, que era el de reivindicar su gestión y se fue a casa tras un debate que no fue malo, sino incompleto por incomparecencia de los rivales.

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