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viernes, 7 de julio de 2023

EN TU CAMPAÑA O EN LA MÍA

 EN TU CAMPAÑA O EN LA MÍA

ANTÓN LOSADA

 

Superados los debates cara a cara entre Pedro Sánchez y los líderes de la oposición, Ana Rosa y Pablo Motos, y tras los rendezvousde ambos ante Núñez Feijóo, la campaña del 23J se dispone a ofrecernos una especie en extinción, una reliquia del pasado y de otra política: un cara a cara entre los dos aspirantes a hacerse con la presidencia del Gobierno. En una precampaña donde se ha hablado más de periodismo y periodistas que de políticas y políticos, se antoja una novedad casi revolucionaria. Pero no se asusten, sólo será un debate; no nos vayamos a enviciar, que de la droga se sale, pero de la política no.

 

Es el momento, que diría Feijóo. Tres de cada diez votantes de izquierda y dos entre cada diez de derechas declaran decidir su voto durante la campaña. Los electores del PSOE y Sumar han pedido más el voto por correo, pero están, como sucedía antes del 28M, casi cinco puntos menos decididos a ir a las urnas que los votantes del PP y Vox; casi los mismos números que les distancian en fidelidad de voto según el CIS ¿Qué significan estas proporciones? Ni idea. En un país donde se publican hasta cinco y seis encuestas por día, sobran politólogos patrios que se lo explican todo en una gráfica. Lo único que parece bastante seguro para todos es que, o movilizan ahora, o ya irán tarde.

 

A Feijóo y al PP se les está haciendo larga la campaña. Les han dado tanto el balón que recuerdan a esos equipos que, de sentirse tan ganadores, no saben qué hacer con la pelota durante el tiempo de juego restante. Se la estarían pasando al portero hasta que el árbitro pitase el final del partido. Al PSOE y a Sánchez se les está poniendo cara de irles a faltar unos días de campaña y un debate, como a Felipe González; a este paso el presidente le concede una entrevista al portero automático de tu edificio.

 

La mala noticia para el bloque de derecha y ultraderecha reside en que invocar al sanchismo y a Bildu ha perdido parte de su magia. La buena noticia para el bloque de la izquierda y sus socios nacionalistas es que el marco de la campaña se ha movido. La gran ventaja ganada por el PP en mayo fue sembrar entre la mayoría del electorado la idea de que todo se reducía a echar a Sánchez y lo demás, o se arreglaba solo, o ni siquiera había que arreglarlo.

 

Un mensaje que era música en los oídos para el electorado conservador, instalado en la idea de que se les había robado el gobierno en la moción de censura y todo cuanto pasó después –las dos elecciones generales ganadas por el sanchismo incluidas– no debería contar. Un mensaje que era la coartada perfecta para ese tercio de votantes socialistas que no le perdona a Sánchez haber pactado la coalición con Pablo Iglesias, también para esos electores a la izquierda del PSOE a los que siempre se ve más contentos en la oposición y con cuentas pendientes de ajustar con los suyos.

 

Además de evidenciar que el ruido ha cambiado de lado y ahora lo produce la derecha, los pactos en racimo entre el PP y Vox han reconfigurado la elección de julio. De entrada, han evidenciado la realidad que algunos trataban de disfrazar tras los grandes números. El supuesto tsunami azul no llega a las playas del poder sin los votos de Vox, la ultraderecha lo sabe y tiene muy claro qué quiere a cambio: poder y presupuesto para librar desde las instituciones sus cruzadas ideológicas contra todo lo que pretende echar al cubo de la basura.

 

Feijoo empezó la precampaña comentándonos todo cuanto iba a derogar. Ha arrancado la campaña detallándonos todo cuanto no piensa tocar. Algo está cambiando. Ya no se trata de elegir entre seguir igual con o sin Sánchez. Ya no se trata únicamente de restaurar el orden tras el supuesto desorden de la coalición. Ahora va de mantener a Sánchez para mantener el rumbo o cambiar a Sánchez para cambiar el rumbo. Parece lo mismo. Pero no lo es.

 

Se visualizan cada día con mayor nitidez dos coaliciones, dos visiones ideológicas y dos modelos de políticas. Justo aquello que Feijóo quería evitar a toda costa. No hay encuesta capaz de anticipar qué efecto puede tener este cambio de significado en la elección del 23J. Seguramente sólo lo sabremos cuando empecemos a contar las papeletas.  


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