FEIJÓO EN ROPA INTERIOR
DAVID
TORRES
El presidente del PP,
Alberto Núñez Feijóo, y el presentador Pablo Motos, durante su participación en
el programa 'El Hormiguero'. EFE/Atresmedia
Es sintomático, por no decir otra cosa, que El Hormiguero se haya transformado esta semana en el altavoz del bipartidismo y que Pablo Motos se dedique ahora a indagar en la ideología y el programa político de sus invitados, cuando normalmente se dedica a indagar sobre la ropa interior de sus invitadas. Tuvieron suerte Sánchez y Feijóo de llevar la ideología por fuera y que Motos no les preguntara si usan tanga o calzoncillos de cuello alto. Con un poco de inquina, Feijóo desveló que era la primera vez que iba al programa mientras que Revilla ya había visitado el plató 26 veces, suponemos que para presentar su última lata de anchoas. Con la de lapsus y chorradas que ha soltado Feijóo en los últimos tiempos, era un espectáculo que nos estábamos perdiendo.
No tengo costumbre de ver El
Hormiguero, creo que es la primera vez que lo veo, al menos sobrio, así que no
puedo estar seguro de cómo será en otras ocasiones, pero eché de menos varios
planos generales del auditorio. Imagino que anoche las gradas estarían pobladas
de potentados, banqueros, grandes empresarios, marquesas, jeques árabes y
ricachones de ésos que encienden los habanos con billetes de cien euros. La
gente aplaudía frases, aplaudía respuestas que sólo puede aplaudir un auditorio
de multimillonarios: por ejemplo, cuando Feijóo anunció que iba a suprimir el
impuesto a las grandes fortunas casi sonó una ovación. A lo mejor estaban
grabando la entrevista en el palco del Bernabéu o en el barrio de Salamanca. A
lo mejor anoche Pablo Motos echó el resto y junto con el bocadillo para pasar
el mal trago se repartieron las latas de anchoas sobrantes de la última visita
de Revilla.
A Feijóo no le hizo falta
descubrir los secretos de su ropa interior porque cada vez que abría la boca se
le veían las gónadas. Además, para aumentar el suspense, acabar con el
secretismo y dar más ejemplo de austeridad, el PP acababa de revelar de forma
no oficial que Feijóo cobra unos 125.000 euros anuales, de los cuales más de
52.000 van en el apartado de gastos de representación. Con Pablo Motos se ganó
hasta el último céntimo, ya que difícilmente podría representarlos mejor. No
había problema en explicar sus pactos con Vox, ya que soltó conceptos realmente
alucinantes, conceptos que parecían sacados de El cuento de la criada, como que
una menor de edad no tiene derecho a decidir si puede abortar o no, así que lo
mejor es que lo decida un juez. Creí que había sufrido un ictus (yo, no Feijóo)
cuando le oí decir literalmente: "No es obligatorio abortar en ningún país
del mundo". Seguramente no, pero después de oír una frase así, dan ganas
de aumentar el plazo hasta los 61 años.
Del aborto a la eutanasia no
había más que un paso y Feijóo lo dio encantado al preguntarle Pablo Motos si
no veía que un enfermo terminal tenía derecho a poner fin a su vida de la
manera más rápida y menos dolorosa posible. Feijóo dijo que sí, que vale, pero
que era una decisión irreversible y qué iba a pasar entonces si el tipo pensaba
otra cosa una semana después y ya no quería morirse. De hecho, puso de ejemplo
a su padre, un momento donde la ropa interior ya no podía estar más adentro.
Nada, nada, lo mejor según Feijóo es convocar un comité bioético y que ellos
decidan, más o menos como el juez con el cuerpo de la embarazada, no nos
vayamos a pensar que nuestra puta vida es nuestra.
Cuando Motos le preguntó cuántos
ministerios suprimiría, Feijóo contestó a voleo que seis o siete, como poco, el
de Igualdad de los primeros, porque podía llevarlo desde la presidencia, junto
a Tecnología, Turismo y Deporte. Aseguró que él no iba a mentir a los españoles
y puso como ejemplo que había visto un kilo de naranjas a 0,12 euros mientras
una bolsa de plástico estaba a 0,15. Poco después, Trancas y Barrancas (que
jamás habían tenido tanta competencia) le preguntaban si no se desorientaba sin
las gafas al salir del mar y buscar la sombrilla, pero imagínate el ojo de
francotirador que tiene el tío para ver un kilo de naranjas a 12 céntimos. Lo
de las gafas, el mar y la playa parecía a huevo para preguntarle por su extraña
intimidad con un narcotraficante, una amistad que le sucedió en otra vida, pero
las hormiguitas prefirieron preguntarle por su amigo Julio Iglesias. No fuese a
ser que no llevase la muda limpia.
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