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miércoles, 21 de junio de 2023

EL MONSTRUO QUE COMBATES

EL MONSTRUO QUE COMBATES

No es posible enfrentar a la ultraderecha con las armas de la ultraderecha y en el terreno de juego que la ultraderecha ha embarrado contra ti. La táctica es tan torpe que se parece demasiado a una rendición sin condiciones.

JONATHAN MARTÍNEZ - CANAL RED

 

Hace cerca de una década, cuando una nueva hornada de partidos xenófobos empezó a germinar por toda Europa, algunos medios de comunicación se preguntaban si aquello no era más que un amago inofensivo o si, por el contrario, veríamos a los líderes neopopulistas encaramados a las butacas de los gobiernos. Es verdad que existía el precedente de Jörg Haider y el FPO en el Ejecutivo austriaco, pero algunas de las profecías más aciagas que se formularon entonces han terminado por cumplirse. A los conservadores de Polonia y Hungría hay que sumar ahora el reinado de Meloni y las alianzas derechistas de Finlandia, Letonia y Suecia.

 

La respuesta sanitaria contra Le Pen en Francia o contra AfD en Alemania ha sido terminante. Sin embargo, la ultraderecha cumple una función en el juego de relaciones capitalistas que apunta mucho más allá de los repartos ministeriales. El objetivo es intervenir en la agenda mediática, normalizar el racismo o el sexismo, criminalizar cualquier movimiento emancipatorio y ocultar las relaciones de poder bajo un frondoso manto de himnos fanáticos y banderas nacionales. No sirve de nada arrinconar a las formaciones fascistas si los viejos partidos liberales terminan asumiendo el programa ultra en sus acciones de gobierno.

 

En España, la ultraderecha ha dirigido sus odios contra el independentismo y las izquierdas. Primero fue el referéndum catalán. Al calor de los cuarteles y dopado por las cadenas de televisión, Vox salió de la marginalidad y entró por la puerta grande de las instituciones regalando la Junta de Andalucía a Juan Manuel Moreno. Después, cuando Sánchez e Iglesias firmaron su acuerdo de gobierno, los hooligans la tomaron contra el vicepresidente y su familia. El PP hizo tres cuartos de lo mismo. A Sánchez no le reprochaban tanto su acción política como que la llevara a cabo junto a Unidas Podemos, ERC y EH Bildu.

 

«De qué sirve combatir si has elegido convertirte en el mismo monstruo que combates.»

Sánchez fue capeando las cornadas hasta que las elecciones del 28M pintaron un mapa amenazador. Los ingenieros de Ferraz, conscientes de que algo no marchaba, llegaron a la conclusión de que la derecha había ganado no solo las elecciones sino también el sentido común de la gente. El presidente pudo haber achacado su fracaso a otras variables en clave democrática: los rodeos con la ley mordaza, los abrazos con la patronal, la brutalidad fronteriza, la compraventa del Sáhara o la docilidad con la OTAN. Pero alguien eligió asumir el diagnóstico de la derecha. La culpa de que el PSOE flaquee es sin duda de Irene Montero, Gabriel Rufián y Arnaldo Otegi.

 

Patxi López, que nunca fue el galgo más rápido del canódromo, se jactaba el otro día de que el PSOE no ha cerrado ningún acuerdo municipal con EH Bildu mientras que el PP gobernará con Vox en 140 localidades. “Las cifras lo dicen todo”, aseguraba el portavoz del PSOE sin darse cuenta cabal de lo que las cifras revelan: que los lugartenientes de Sánchez han asumido el marco discursivo de la extrema derecha y ondean sin recatos la falacia venenosa de los extremos que se tocan. Lo cierto es que el PSOE ha investido a sus alcaldes de Gasteiz y Barcelona con los votos de Feijóo. Pero qué va a decir Patxi López, que abrazó al PP y a UPyD para que lo hicieran lehendakari.

 

En las páginas de Rayuela, Julio Cortázar cuenta la historia de un viejo escritor llamado Morelli que reclama intervenciones profundas más allá de todo remiendo estético. “Escribir en contra del capitalismo con el bagaje mental y el vocabulario que se derivan del capitalismo, es perder el tiempo”. Esta consideración es válida para otras índoles diversas. No es posible enfrentar a la ultraderecha con las armas de la ultraderecha y en el terreno de juego que la ultraderecha ha embarrado contra ti. La táctica es tan torpe que se parece demasiado a una rendición sin condiciones. De qué sirve combatir si has elegido convertirte en el mismo monstruo que combates.


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