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viernes, 7 de abril de 2023

LA NACIÓN MAPUCHE Y EL PAPEL DE BALTASAR GARZÓN

 

LA NACIÓN MAPUCHE Y EL PAPEL DE BALTASAR GARZÓN

IÑAKI GIL DE SAN VICENTE

El 7 de marzo de 2023 Baltasar Garzón colgó un video y un escrito en su página web1 explicando por qué aceptaba la petición de organizaciones mapuche para que interviniera en la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya para resolver el mal llamado «problema mapuche». Respetando la decisión de las organizaciones mapuche que han dado el paso a la vía de La Haya, y en respuesta a la petición que nos han hecho, sí queremos analizarla constructivamente a la luz de otras experiencias y en especial de la nuestra, la vasca.

 

Fueron colectivos2 mapuche los que primero advirtieron en un comunicado de finales de 2021, que no se dejarían embaucar por las promesas de Gabriel Boric, «dirigente político» artificial y rápidamente creado por la propaganda oficial para empantanar y pudrir las reivindicaciones sociales que alentaron la bella rebelión de masas mantenida durante meses a pesar de la represión con decenas de muertos. En el comunicado, la Coordinadora Arauco Mallco se reafirmaba en la necesidad de luchar además de por los derechos y la justicia, también por la recuperación de las tierras mapuche expropiadas por la burguesía, siguiendo la senda abierta por el I Tantachawi/ Congreso Fundacional de la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas, celebrado entre el 15 y 17 de julio de 2006, en el que se decidió declarar la intangibilidad de los territorios de los Pueblos Indígenas; oponerse a la privatización y mercantilización del agua y de la madre tierra, y, expulsar a las transnacionales de sus territorios, además de reivindicar el derecho a la autodeterminación, etc., bajo el lema de «No es que los Estados nos den una mano, sino que nos quiten sus manos de encima»3.

 

La Declaración de Cusco enfureció al imperialismo y a las burguesías locales porque atacaba directamente los pilares de la civilización del capital: el saqueo y el expolio de los pueblos, la mercantilización absoluta de la vida y la explotación de las clases trabajadoras. Le enfureció además porque daba coherencia estratégica y teórica a una resistencia tenaz a toda opresión que se remontaba a antes de la invasión española: muchos de estos pueblos ya se habían enfrentado al Inca. Por ejemplo, recientemente la Comunidad mapuche Huenante Gilitraro4 ha reivindicado su derecho legítimo a recuperar las tierras comunales que le habían sido arrancadas. Es decir, a la nación mapuche se le debe atribuir lo que un historiador dijo de los aymara, que son conscientes haber sido «oprimidos, pero no vencidos»5. También se les debe incluir en la constatación de que «el indio es capaz de todo sacrificio cuando se trata de la recuperación de sus tierras»6 realizada nada menos que en 1929.

 

Al igual que la aymara, la nación mapuche también se moviliza en defensa de la propiedad comunal que aún conserva, y mantiene vivo el apego simbólico a la tierra que le han arrebatado7. Una de las razones que explican la supervivencia mapuche hasta hoy es su forma de guerra: «El sistema de guerra de guerrillas junto a unos factores climatológicos adversos, ayudó a los indígenas a oponer una férrea resistencia. A ello se sumó también el sistema de organización en la guerra. Las tribus no mostraban cabezas visibles a las que controlar como jefes máximos. Cuando había una guerra se nombraba un toqui, responsable de la dirección del ejército. Si éste moría o era capturado se elegía a un nuevo jefe, elección que realizaban los loncos o caciques»8.

 

Algunos de ellos son recordados por sus innegables méritos de modo que, un pueblo de cultura oral dispuso de brillantes jefes militares entre los que destacó Lautaro, que dirigió la batalla en el río Biobío en 1553 contra los españoles y algunos indios aliados, derrotándolos y apresando a Pedro de Valdivia, gobernador de Chile. Antes de ejecutarlo: «le echaron tierra mezclada con polvo de oro en la boca y lo baquetearon como a un arcabuz, para que se hartara de aquello que con tanta inmisericordia buscaban los llegados desde allende los mares»9.

 

Lautaro dio nombre a una Logia clandestina en la que militaba el Libertador Bolívar. La pervivencia de la memoria de Lautaro es debida a la defensa de la identidad colectiva a pesar de la forzada cristianización: «La extirpación de este culto en sus niveles populares fue mucho más difícil. La persecución refinó también las técnicas clandestinas de los perseguidos, tanto más si el volumen y dispersión de la población aborigen hacía que su forzada cristianización fuera un proceso de avances y retrocesos intermitentes. Pero, además, las comunidades indígenas defendieron a sus mallquis porque la naturaleza de su participación en la vida cotidiana hacía que fueran percibidos como la referencia ideológica en que se articulaban todas las acciones comunitarias»10.

 

Estos métodos de resistencia nacional preburguesa fueron muy efectivos, ya que sólo con «las armas de ánima rayada, los navíos de casco metálico y grandes carros de llanta de acero»11 los invasores empezaron a derrotar a la nación mapuche. Hemos visto cómo habían resistido militarmente antes del acero, pero no habíamos dicho nada del muy importante papel de la mujer mapuche12 en esa supervivencia, en su autoorganización, en su permanente (re)construcción simbólica y lingüístico-cultural y por tanto defensiva. Para hacer frente al aumento de la represión chilena y argentina, las mapuche13 refuerzan su presencia en la vida comunitaria, irguiéndose frente al imperialismo cuando las presas afirman que el genocidio «nunca terminó»14. Como efecto de lo anterior, no sólo perviven sino que se refuerzan las «autoridades ancestrales»15 y la forma autónoma de resistencia, adaptadas ambas a la ferocidad del capitalismo actual.

 

Ahora, incapaz de vencer definitivamente a las clases y pueblos resistentes, y por tanto a los y las mapuche, Boric ha impuesto la «ley del gatillo fácil»16, adaptación a la «democracia» del impune terror pinochetista, permitiendo que las fuerzas represivas abusen de sus armas sin apenas o con muy débiles posibilidades de control y castigo judicial posterior. Las tres condiciones que facilitan los «asesinatos legales» han sido rigurosamente criticadas por colectivos mapuche17, porque este pueblo sabe por experiencia que el «gatillo fácil» apunta a quienes reivindican incluso el derecho a la comida. La nación mapuche sufre en sus carnes la agresión chilena que le «roba hasta el alimento»18 y el «gatillo fácil» se legitima tras «una ley cuyo propósito principal, más que enfrentar la delincuencia, sea darle carta blanca a la policía para limitar y reprimir indiscriminadamente la protesta social, permitiendo, incluso, sin mayores consecuencias penales para sus autores, asesinar y mutilar a manifestantes, como ya ocurrió durante octubre de 2019»19.

 

Nos hemos detenido un instante en el imparable endurecimiento represivo en Chile para tener presente esa dura tendencia al alza que contextualiza y determina los límites de la trampa tendida a la nación mapuche consistente en empantanar y pudrir sus derechos en los órganos internacionales del imperialismo, como es el Tribunal de La Haya. Los y las presas mapuche son un ejemplo incuestionable de la represión creciente20. ¿Qué pinta en este contexto Baltasar Garzón? Dicen que fue él quien, hace aproximadamente dos años, se ofreció por iniciativa propia a organizaciones mapuche para «resolver» sus derechos mediante el arbitraje del Tribunal de La Haya. Puede ser, conociendo su personalismo, pero la realidad es infinitamente más compleja.

 

Garzón es un ególatra liberticida que siempre ha intentado nadar en las muy turbulentas, oscuras, traidoras y gélidas aguas de la política burguesa buscando gloria y poder. Pero su egocentrismo es impulsado por la dinámica ciega e irracional, objetiva, de la ferocidad chileno-argentina contra la nación mapuche, es funcional a ella, la refuerza y consolida. Es un choque entre el afán de notoriedad individual y la utilización que el poder hace de ese egotismo desbocado. No debe sorprendernos esta siniestra dialéctica entre ambición personal e intereses del poder, dialéctica que siempre golpea a los pueblos y clases oprimidas. Garzón es uno de tantos que se han creído capaces de engañar al poder en beneficio propio, terminando casi siempre en comparsas abandonadas luego.

 

En el Estado español eso quedó claro: en sus inicios en 1990 cobró fama por la operación Nécora contra el narcotráfico, pero bien pronto quedaron al descubierto las irregularidades, errores y precipitaciones de Garzón, criticados incluso por el Tribunal Europeo de DDHH. Se ganó otra sonora reprimenda cuando fue acusado de parcialidad y enemistad personal en su investigación sobre el terrorismo de Estado de los GAL en la segunda mitad de la década de 1990. Otro escándalo muy criticado fue su intervención en el caso SOGECABLE en la segunda mitad de la década de 1990, que afectaba a influyentes facciones del poder mediático del Estado español, y una vez más Garzón levantó fuertes sospechas de manipulación de la Ley en beneficio propio.

 

Pero en esta época el ataque más feroz de Garzón contra los DDHH y la democracia en su sentido más general fue a principios del siglo XXI creando la figura absolutamente ambigua, polisémica y manipulable a conveniencia de que «todo es ETA»: las organizaciones políticas, sindicales, populares, culturales, sociales, mediáticas, etcétera, que supusieran algún peligro para la dominación española podían ser acusadas de «terrorismo», ilegalizadas, detenidos sus miembros, enjuiciados y encarcelados, y recibir frecuentemente malos tratos y hasta torturas. La figura penal creada de la nada por Garzón multiplicó la impunidad en los interrogatorios, malos tratos y torturas, algo que era y es característico de la cultura represiva española desde la Inquisición en el siglo XV hasta ahora. Sólo desde 1985 más de 230021 vascos y vascas habían sufrido tortura de una población que no llega a tres millones de habitantes.

 

No importaba que las organizaciones, partidos, medios de prensa, etcétera, fueran estrictamente pacíficas, que fueran legales, que no hubiera pruebas, porque se inventaban con los «hábiles interrogatorios». El «todo es ETA», en cuanto concreción española del aberrante «derecho penal del enemigo»22, justificaba cualquier barbaridad represiva. Garzón abría así el acceso a un universo represivo que no para de expandirse con la Ley Mordaza de 2015, llamada de «seguridad ciudadana»23, hasta llegar por ahora a la represión de los derechos nacionales de los Països Catalans24 a raíz del estallido independentista de 2015-2017. Este arsenal represivo se aplica sin contemplaciones ahora, y ha sido endurecido con el trámite de la Ley de Seguridad Nacional de junio de 2021 en proceso de aprobación. En marzo de 2023, dos jóvenes catalanes denunciaron torturas a manos de seis policías: «Os podríamos matar aquí y no se enteraría nadie»25.

 

No vamos a perder más tiempo con Garzón, que no es sino exponente fiel de las luchas internas, limitaciones y contradicciones de la «justicia española», tema en el que ahora no podemos entrar porque lo que nos interesa es terminar ofreciendo, con respeto sumo a la nación mapuche, nuestra opinión sobre las peligrosas esperanzas que pueden surgir al sobrevalorar el poder arbitral de La Haya, que en la práctica es nulo. El imperialismo necesita controlar Chile y Argentina, en especial el Centro-Sur mapuche, por cuanto llave del Antártico, zona geoestratégica por múltiples razones. Ni EEUU y su OTAN –recordemos Las Malvinas británicas–, ni ambas burguesías autóctonas van a permitir un debilitamiento de su poder si la nación mapuche avanza en su independencia más allá de lo tolerado. La Haya podrá aconsejar lo que quiera pero no tiene poder alguno para hacer cumplir sus propuestas porque supondría una merma de los beneficios capitalistas, incluidos los de las transnacionales europeas26 y así volvemos a la OTAN.

 

Recordemos que Boric ha reforzado la militarización del país mapuche; que la Corte Suprema argentina suspende la entrega de tierras –devolución– al pueblo mapuche por las presiones del Ejército argentino que afirma que esas tierras le pertenecen27; y que Argentina impulsa el racismo anti mapuche negando «científicamente»28 su existencia como nación, para asegurar así la expoliación extractivista29. Solamente hemos citado unas pocas de las agresiones más recientes. La Haya puede decir lo que quiera pero el capital es el capital, además tiene ejércitos, y el imperialismo hará lo que necesite para seguir dominando sino el mundo porque está el claro retroceso, sí al menos Nuestramérica y, dentro de ella, a la nación mapuche. Nunca es bueno a medio y largo plazo generar esperanzas imposibles.

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