LA NACIÓN MAPUCHE Y EL PAPEL DE BALTASAR GARZÓN
IÑAKI GIL DE SAN VICENTE
El 7 de marzo de 2023 Baltasar Garzón colgó un video y un escrito en su página web1 explicando por qué aceptaba la petición de organizaciones mapuche para que interviniera en la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya para resolver el mal llamado «problema mapuche». Respetando la decisión de las organizaciones mapuche que han dado el paso a la vía de La Haya, y en respuesta a la petición que nos han hecho, sí queremos analizarla constructivamente a la luz de otras experiencias y en especial de la nuestra, la vasca.
Fueron colectivos2
mapuche los que primero advirtieron en un comunicado de finales de 2021, que no
se dejarían embaucar por las promesas de Gabriel Boric, «dirigente político»
artificial y rápidamente creado por la propaganda oficial para empantanar y
pudrir las reivindicaciones sociales que alentaron la bella rebelión de masas
mantenida durante meses a pesar de la represión con decenas de muertos. En el
comunicado, la Coordinadora Arauco Mallco se reafirmaba en la necesidad de
luchar además de por los derechos y la justicia, también por la recuperación de
las tierras mapuche expropiadas por la burguesía, siguiendo la senda abierta
por el I Tantachawi/ Congreso Fundacional de la Coordinadora Andina de
Organizaciones Indígenas, celebrado entre el 15 y 17 de julio de 2006, en el
que se decidió declarar la intangibilidad de los territorios de los Pueblos
Indígenas; oponerse a la privatización y mercantilización del agua y de la
madre tierra, y, expulsar a las transnacionales de sus territorios, además de
reivindicar el derecho a la autodeterminación, etc., bajo el lema de «No es que
los Estados nos den una mano, sino que nos quiten sus manos de encima»3.
La Declaración de
Cusco enfureció al imperialismo y a las burguesías locales porque atacaba
directamente los pilares de la civilización del capital: el saqueo y el expolio
de los pueblos, la mercantilización absoluta de la vida y la explotación de las
clases trabajadoras. Le enfureció además porque daba coherencia estratégica y
teórica a una resistencia tenaz a toda opresión que se remontaba a antes de la
invasión española: muchos de estos pueblos ya se habían enfrentado al Inca. Por
ejemplo, recientemente la Comunidad mapuche Huenante Gilitraro4 ha reivindicado
su derecho legítimo a recuperar las tierras comunales que le habían sido
arrancadas. Es decir, a la nación mapuche se le debe atribuir lo que un
historiador dijo de los aymara, que son conscientes haber sido «oprimidos, pero
no vencidos»5. También se les debe incluir en la constatación de que «el indio
es capaz de todo sacrificio cuando se trata de la recuperación de sus tierras»6
realizada nada menos que en 1929.
Al igual que la
aymara, la nación mapuche también se moviliza en defensa de la propiedad
comunal que aún conserva, y mantiene vivo el apego simbólico a la tierra que le
han arrebatado7. Una de las razones que explican la supervivencia mapuche hasta
hoy es su forma de guerra: «El sistema de guerra de guerrillas junto a unos
factores climatológicos adversos, ayudó a los indígenas a oponer una férrea
resistencia. A ello se sumó también el sistema de organización en la guerra.
Las tribus no mostraban cabezas visibles a las que controlar como jefes
máximos. Cuando había una guerra se nombraba un toqui, responsable de la
dirección del ejército. Si éste moría o era capturado se elegía a un nuevo
jefe, elección que realizaban los loncos o caciques»8.
Algunos de ellos
son recordados por sus innegables méritos de modo que, un pueblo de cultura
oral dispuso de brillantes jefes militares entre los que destacó Lautaro, que
dirigió la batalla en el río Biobío en 1553 contra los españoles y algunos
indios aliados, derrotándolos y apresando a Pedro de Valdivia, gobernador de Chile.
Antes de ejecutarlo: «le echaron tierra mezclada con polvo de oro en la boca y
lo baquetearon como a un arcabuz, para que se hartara de aquello que con tanta
inmisericordia buscaban los llegados desde allende los mares»9.
Lautaro dio nombre
a una Logia clandestina en la que militaba el Libertador Bolívar. La
pervivencia de la memoria de Lautaro es debida a la defensa de la identidad
colectiva a pesar de la forzada cristianización: «La extirpación de este culto
en sus niveles populares fue mucho más difícil. La persecución refinó también
las técnicas clandestinas de los perseguidos, tanto más si el volumen y
dispersión de la población aborigen hacía que su forzada cristianización fuera
un proceso de avances y retrocesos intermitentes. Pero, además, las comunidades
indígenas defendieron a sus mallquis porque la naturaleza de su participación
en la vida cotidiana hacía que fueran percibidos como la referencia ideológica
en que se articulaban todas las acciones comunitarias»10.
Estos métodos de
resistencia nacional preburguesa fueron muy efectivos, ya que sólo con «las
armas de ánima rayada, los navíos de casco metálico y grandes carros de llanta
de acero»11 los invasores empezaron a derrotar a la nación mapuche. Hemos visto
cómo habían resistido militarmente antes del acero, pero no habíamos dicho nada
del muy importante papel de la mujer mapuche12 en esa supervivencia, en su
autoorganización, en su permanente (re)construcción simbólica y
lingüístico-cultural y por tanto defensiva. Para hacer frente al aumento de la
represión chilena y argentina, las mapuche13 refuerzan su presencia en la vida
comunitaria, irguiéndose frente al imperialismo cuando las presas afirman que
el genocidio «nunca terminó»14. Como efecto de lo anterior, no sólo perviven
sino que se refuerzan las «autoridades ancestrales»15 y la forma autónoma de
resistencia, adaptadas ambas a la ferocidad del capitalismo actual.
Ahora, incapaz de
vencer definitivamente a las clases y pueblos resistentes, y por tanto a los y
las mapuche, Boric ha impuesto la «ley del gatillo fácil»16, adaptación a la
«democracia» del impune terror pinochetista, permitiendo que las fuerzas
represivas abusen de sus armas sin apenas o con muy débiles posibilidades de
control y castigo judicial posterior. Las tres condiciones que facilitan los
«asesinatos legales» han sido rigurosamente criticadas por colectivos
mapuche17, porque este pueblo sabe por experiencia que el «gatillo fácil»
apunta a quienes reivindican incluso el derecho a la comida. La nación mapuche
sufre en sus carnes la agresión chilena que le «roba hasta el alimento»18 y el
«gatillo fácil» se legitima tras «una ley cuyo propósito principal, más que
enfrentar la delincuencia, sea darle carta blanca a la policía para limitar y
reprimir indiscriminadamente la protesta social, permitiendo, incluso, sin
mayores consecuencias penales para sus autores, asesinar y mutilar a
manifestantes, como ya ocurrió durante octubre de 2019»19.
Nos hemos detenido
un instante en el imparable endurecimiento represivo en Chile para tener
presente esa dura tendencia al alza que contextualiza y determina los límites
de la trampa tendida a la nación mapuche consistente en empantanar y pudrir sus
derechos en los órganos internacionales del imperialismo, como es el Tribunal
de La Haya. Los y las presas mapuche son un ejemplo incuestionable de la
represión creciente20. ¿Qué pinta en este contexto Baltasar Garzón? Dicen que
fue él quien, hace aproximadamente dos años, se ofreció por iniciativa propia a
organizaciones mapuche para «resolver» sus derechos mediante el arbitraje del
Tribunal de La Haya. Puede ser, conociendo su personalismo, pero la realidad es
infinitamente más compleja.
Garzón es un
ególatra liberticida que siempre ha intentado nadar en las muy turbulentas,
oscuras, traidoras y gélidas aguas de la política burguesa buscando gloria y
poder. Pero su egocentrismo es impulsado por la dinámica ciega e irracional,
objetiva, de la ferocidad chileno-argentina contra la nación mapuche, es
funcional a ella, la refuerza y consolida. Es un choque entre el afán de
notoriedad individual y la utilización que el poder hace de ese egotismo
desbocado. No debe sorprendernos esta siniestra dialéctica entre ambición
personal e intereses del poder, dialéctica que siempre golpea a los pueblos y
clases oprimidas. Garzón es uno de tantos que se han creído capaces de engañar
al poder en beneficio propio, terminando casi siempre en comparsas abandonadas
luego.
En el Estado
español eso quedó claro: en sus inicios en 1990 cobró fama por la operación
Nécora contra el narcotráfico, pero bien pronto quedaron al descubierto las
irregularidades, errores y precipitaciones de Garzón, criticados incluso por el
Tribunal Europeo de DDHH. Se ganó otra sonora reprimenda cuando fue acusado de
parcialidad y enemistad personal en su investigación sobre el terrorismo de
Estado de los GAL en la segunda mitad de la década de 1990. Otro escándalo muy
criticado fue su intervención en el caso SOGECABLE en la segunda mitad de la
década de 1990, que afectaba a influyentes facciones del poder mediático del
Estado español, y una vez más Garzón levantó fuertes sospechas de manipulación
de la Ley en beneficio propio.
Pero en esta época
el ataque más feroz de Garzón contra los DDHH y la democracia en su sentido más
general fue a principios del siglo XXI creando la figura absolutamente ambigua,
polisémica y manipulable a conveniencia de que «todo es ETA»: las
organizaciones políticas, sindicales, populares, culturales, sociales,
mediáticas, etcétera, que supusieran algún peligro para la dominación española
podían ser acusadas de «terrorismo», ilegalizadas, detenidos sus miembros,
enjuiciados y encarcelados, y recibir frecuentemente malos tratos y hasta
torturas. La figura penal creada de la nada por Garzón multiplicó la impunidad
en los interrogatorios, malos tratos y torturas, algo que era y es
característico de la cultura represiva española desde la Inquisición en el
siglo XV hasta ahora. Sólo desde 1985 más de 230021 vascos y vascas habían
sufrido tortura de una población que no llega a tres millones de habitantes.
No importaba que
las organizaciones, partidos, medios de prensa, etcétera, fueran estrictamente
pacíficas, que fueran legales, que no hubiera pruebas, porque se inventaban con
los «hábiles interrogatorios». El «todo es ETA», en cuanto concreción española
del aberrante «derecho penal del enemigo»22, justificaba cualquier barbaridad
represiva. Garzón abría así el acceso a un universo represivo que no para de
expandirse con la Ley Mordaza de 2015, llamada de «seguridad ciudadana»23,
hasta llegar por ahora a la represión de los derechos nacionales de los Països
Catalans24 a raíz del estallido independentista de 2015-2017. Este arsenal
represivo se aplica sin contemplaciones ahora, y ha sido endurecido con el
trámite de la Ley de Seguridad Nacional de junio de 2021 en proceso de
aprobación. En marzo de 2023, dos jóvenes catalanes denunciaron torturas a
manos de seis policías: «Os podríamos matar aquí y no se enteraría nadie»25.
No vamos a perder
más tiempo con Garzón, que no es sino exponente fiel de las luchas internas,
limitaciones y contradicciones de la «justicia española», tema en el que ahora
no podemos entrar porque lo que nos interesa es terminar ofreciendo, con
respeto sumo a la nación mapuche, nuestra opinión sobre las peligrosas
esperanzas que pueden surgir al sobrevalorar el poder arbitral de La Haya, que
en la práctica es nulo. El imperialismo necesita controlar Chile y Argentina,
en especial el Centro-Sur mapuche, por cuanto llave del Antártico, zona
geoestratégica por múltiples razones. Ni EEUU y su OTAN –recordemos Las
Malvinas británicas–, ni ambas burguesías autóctonas van a permitir un
debilitamiento de su poder si la nación mapuche avanza en su independencia más
allá de lo tolerado. La Haya podrá aconsejar lo que quiera pero no tiene poder
alguno para hacer cumplir sus propuestas porque supondría una merma de los
beneficios capitalistas, incluidos los de las transnacionales europeas26 y así
volvemos a la OTAN.
Recordemos que
Boric ha reforzado la militarización del país mapuche; que la Corte Suprema
argentina suspende la entrega de tierras –devolución– al pueblo mapuche por las
presiones del Ejército argentino que afirma que esas tierras le pertenecen27; y
que Argentina impulsa el racismo anti mapuche negando «científicamente»28 su
existencia como nación, para asegurar así la expoliación extractivista29.
Solamente hemos citado unas pocas de las agresiones más recientes. La Haya
puede decir lo que quiera pero el capital es el capital, además tiene
ejércitos, y el imperialismo hará lo que necesite para seguir dominando sino el
mundo porque está el claro retroceso, sí al menos Nuestramérica y, dentro de
ella, a la nación mapuche. Nunca es bueno a medio y largo plazo generar
esperanzas imposibles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario