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viernes, 3 de marzo de 2023

DE OHIO A FERROVIAL: LA CODICIA DE UNOS POCOS DOMINA EL MUNDO Y LO DESTROZA

 

DE OHIO A FERROVIAL: LA CODICIA DE UNOS POCOS DOMINA EL MUNDO Y LO DESTROZA

PUBLICO

 

Imagen del tren descarrilado en Ohio, Estados Unidos.-

Casi no pasa un día sin que se conozca una nueva noticia que muestre la codicia de los poderosos que dominan el planeta y sus efectos. Hace unos días se supo del accidente ferroviario que ha provocado un vertido de productos muy tóxicos en el estado de Ohio, en Estados Unidos.

A pesar de que las autoridades están tratando de que apenas se hable de ello, todo indica que fue la codicia de las empresas ferroviarias la causa última del descarrilamiento pues, buscando tan solo el máximo beneficio, han impuesto durante años una reducción constante de costes que hace que el estado de los trenes sea pésimo.

 

El diario The Washington Post informó hace unos días que el director ejecutivo de Norfolk Southern, la empresa propietaria del tren descarrilado, se acababa de reunir con el secretario de Transporte, Pete Buttigieg, justamente para evitar que se aprobase una normativa que obligaría a que en cada tren haya dos conductores y no uno solo, como una mejor forma de evitar los descarrilamientos. También se ha sabido que la industria del ferrocarril logró evitar hace poco que se aprobase otra norma que obligaba a revisar los sistemas de frenado de la era de la guerra civil que perviven en Estados Unidos. Igualmente, las compañías ferroviarias habían evitado que se las obligase a informar del contenido peligroso de sus transportes. De hecho, el tren que provocó una enorme bola de fuego al descarrilar no estaba regulado como un "tren inflamable de alto riesgo". Y, en diciembre pasado, también lograron que no se aprobara que los ferroviarios dispongan de hasta siete días anuales de baja por enfermedad pagada.

 

Casi al mismo tiempo y mientras la inflación amenaza a todas las economías, se ha sabido que las siete mayores empresas petroleras del mundo han obtenido 226.340 millones de dólares de beneficio en 2022, el doble que el año anterior y una cifra equivalente al PIB de los 54 países con menos ingreso del planeta. Un registro récord que obtienen mientras que miles de empresas tienen que hacer frente a subidas del precio de la energía que amenaza incluso su subsistencia.

 

Algo, en todo caso, que no es exclusivo de esa industria, aunque en ella se trate de cifras especialmente elevadas. Los márgenes y beneficios empresariales están alcanzado registros récord y a veces los más elevados de la historia en la práctica totalidad de las economías más avanzadas.

 

En Estados Unidos, un reciente estudio del Banco de la Reserva Federal de Kansas City, además de otros diferentes, ha mostrado que "las empresas aumentaron los márgenes durante 2021 en previsión de futuras presiones de costos, lo que contribuyó sustancialmente a la inflación". Mientras que esta ha estado dañando al conjunto de la economía, a miles de pequeñas y medianas empresas y a los hogares, los márgenes de beneficios de las más grandes han sido allí los más elevados desde 1950.

 

En España, sendos estudios de Comisiones Obreras y UGT han mostrado lo mismo. Según CCOO, la inflación subyacente (sin energía ni productos alimenticios elaborados) "se dispara por la. subida de los márgenes empresariales" y, según la Unión General de Trabajadores, "es la dinámica especulativa de las empresas, especialmente las más grandes, la principal causante de la inflación de segunda ronda, trasladando el incremento de costes energéticos al precio final de venta de los productos y aprovechando la situación para acrecentar sus márgenes de beneficio".

 

Las grandes empresas del Ibex35 han tenido en 2022 el segundo año consecutivo de beneficios récord, creciendo siete veces más que los salarios, según el Banco de España. El de las tres mayores empresas eléctricas (Iberdrola, Endesa y Naturgy) ha crecido un 30,5 por ciento respecto a 2021.

 

Los cinco grandes bancos españoles -Santander, BBVA, CaixaBank, Sabadell, Bankinter y Unicaja- obtuvieron en 2022 un beneficio conjunto, también récord, de 20.850 millones de euros, lo que supone un 28% más que el de 2021. En este último año extraordinario, la banca española redujo su plantilla en 5.800 trabajadores y cerró 1.300 oficinas.

 

Según un comunicado reciente de la Economía del Bien Común en España, el número de personas que reciben una remuneración de más de un millón de euros al año en el sector bancario aumentó de 1.383 en 2020 a 1.957.

 

Las empresas que están registrando estos beneficios nunca antes alcanzados (no todas las empresas de la economía, ni mucho menos) lo logran, aprovechando en su favor la coyuntura inflacionaria, porque forman oligopolios y disponen de poder de mercado para subir sus precios y márgenes sin perder ingresos. Son beneficios extraordinarios en el sentido estricto del término.

 

Sus dirigentes beben de ese manantial mientras reclaman moderación salarial a sus empleados: los 18 presidentes y consejeros delegados de la gran banca y las cuatro principales compañías eléctricas y gasistas del Íbex35 se embolsaron en 2022 más de ochenta millones de euros en salarios, pensiones y otros complementos, según informaba el jueves pasado este diario.

 

Son ellos (sólo hay dos mujeres) quienes lideran la oposición al establecimiento de impuestos, ni siquiera proporcionales a la magnitud de sus ganancias, que permitan repartir más equitativamente los costes de la crisis. Los banqueros incluso van más allá, como denuncia el comunicado de Economía del Bien Común, y presionan en Bruselas para que el sector de las finanzas quede excluido de la obligación que una nueva Directiva trata de establecer para vincular la remuneración de los directivos al desempeño sostenible de sus empresas.

 

En todo este contexto, la codicia capitalista tiene su expresión más genuina en el puñado no muy grande de fondos de inversión que avanza sin descanso para quedarse con todo. Uno solo de ellos, el más grande (Blackrock), maneja alrededor de 10 billones de dólares, prácticamente el 10% del PIB mundial y unas nueve veces más que el de España. Y entre los diez mayores controlan el equivalente a la mitad de la economía mundial y algo más del 40% de las acciones de todas las empresas que cotizan en bolsa en el mundo. Son los verdaderos dueños del mundo.

 

Cientos de empresas españolas, como las de fuera de nuestras fronteras, viven literalmente pendientes de que pueda caer sobre ellas, como una espada de Damocles, la inversión de uno de esos fondos que ya se han hecho dueños de una gran parte de los sectores productivos. Una inversión "de buitre", especulativa, de alto riesgo para que sea rentable, y que nada más llegar desnaturaliza los negocios y acaba con lo que habían sido hasta entonces. Cuando uno de esos fondos adquiere todo o parte de una residencia de ancianos o estudiantes, una inmobiliaria, un hotel, un hospital, una finca rústica o una ganadería, un centro de enseñanza, o cualquier comercio que ha alcanzado cierto éxito de éxito y ventas, no lo hace para mejorar su gestión productiva, su desarrollo como el negocio que era, sino para exprimirlo y aumentar tan sólo su valor financiero, para volver a venderlo, o para generar deuda con la que luego especula. Es pura codicia, pues no se trata de crear más bienes y servicios para satisfacer mejor las necesidades, sino de especular con simple papel y con el único fin de ir añadiendo ceros a las cifras de beneficios.

 

Es la misma codicia que debe haber llevado a los propietarios de Ferrovial a tomar la decisión de domiciliarse en Holanda para gozar de la condición de paraíso fiscal de facto que tiene ese país. Debe parecerles ya poco el Estado y el dinero de los españoles de los que su empresa ha vivido siempre en condiciones y con privilegios que deberían avergonzar a cualquier empresario honesto, como los conseguidas al construir las autopistas radiales o al haber estado 25 años concertándose con otras empresas para alterar la competencia frente a las licitaciones públicas, razón por la que Ferrovial fue multada (aunque, por cierto, muy generosamente) por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia.

 

Me temo que la insaciable codicia de los capitalistas de nuestros días los ha llevado a padecer el mismo mal que Eresictón, el rey de Tesalia, a quien el dios Deméter condenó a tener hambre eterna. Cuanto más comía, más alimento necesitaba y murió comiéndose a sí mismo. Terminarán igual.

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