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miércoles, 22 de febrero de 2023

UN TERREMOTO QUE HA TRASPASADO FRONTERAS

 

UN TERREMOTO QUE HA TRASPASADO FRONTERAS

El seísmo no logró hackear la politización de la respuesta humanitaria, sino que, por el contrario, el régimen de Asad obtuvo ganancias políticas

MUHAMMAD KATTOUB

Trabajos de búsqueda y rescate tras el terremoto

por parte de la población siria.

El terremoto que sacudió el sur de Turquía y el norte de Siria la madrugada del 6 de febrero (de 2023) no tuvo en cuenta las dimensiones geopolíticas del conflicto en Siria, ni comprendía sus dinámicas en el interior de las fronteras. Tampoco sabía que los sirios en Turquía necesitaban un permiso para visitar su país, ni que la gendarmería turca los mataba cuando intentaban cruzar la frontera. No le importó que la ayuda de la ONU exigiera una autorización del Consejo de Seguridad para determinar qué paso cruzarían para llegar a los afectados. Nadie le explicó al terremoto que los cadáveres de sus víctimas cruzarían la frontera antes que los equipos de búsqueda y rescate, ni que el presidente del país esperaría ocho días antes de permitir que entrase la ayuda para los afectados por sus sacudidas. Tampoco sabía que el presidente del gobierno opositor no se atrevería a recibir ayuda sin el consentimiento de sus anfitriones turcos.

 

A ambos lados de la frontera, en el noroeste de Siria y en el sudeste de Turquía, radica un modelo de respuesta humanitaria único y de los más complejos del mundo. La zona del norte de Siria se cubre operativa y programáticamente desde Turquía, pero de la ejecución y la gobernanza se encargan grupos locales en Siria. Por su parte, desde Damasco, se dirige una compleja forma de respuesta que no es resultado de las fronteras, sino de los mecanismos que utiliza el propio régimen para corromper el sistema y controlar las ayudas, a cuya cabeza está el Alto Comité de Ayuda Humanitaria, a través de quien entra todo, como sucede con todo lo que pasa a través de los pasos fronterizos en el norte de Siria.

 

Un día antes del terremoto, el 90% de la población del noroeste de Siria dependía de la ayuda humanitaria

 

El 5 de febrero, un día antes del terremoto, la situación humanitaria no invitaba al optimismo: el 90% de la población del noroeste de Siria dependía de la ayuda, cuyo volumen no había cubierto ni el 60% de las necesidades de alimentación el año anterior. Por su parte, el sector sanitario apenas recibía el 26% de lo que necesitaba.

 

La situación antes del terremoto, por tanto, era todo menos estable. La zona estaba devastada tras una década de guerra y de politización de la ayuda. Sin embargo, durante las primeras horas posteriores al terremoto, no fuimos conscientes de dichas complejidades, pues estábamos intentando saber algo de nuestros amigos y compañeros en la zona afectada. No obstante, no tardó en quedar claro que el terremoto podía traspasar las fronteras y las líneas del conflicto cuando quisiera, a diferencia de los equipos y equipamientos de rescate.

 

Las ciudades turcas de Gaziantep y Antakya (Antioquía), donde las Naciones Unidas y las organizaciones humanitarias coordinan la respuesta para el norte de Siria, fueron de las más afectadas por el terremoto, lo que hizo que los trabajadores humanitarios, ya fueran de la ONU, o de organizaciones internacionales o nacionales, no pudieran hacer frente a la tragedia. Así, la única opción era que la ONU hiciera uso de sus facultades para poner en marcha todos los mecanismos para ello, pero no lo hizo.

 

Entre las cosas que la ONU podría haber hecho, ya sea por medio de los liderazgos locales o del secretario general y su adjunto encargado de la respuesta a situaciones de emergencia, está activar al Equipo para la evaluación y coordinación en casos de desastres (UNDAC, por sus siglas en inglés), que permite poner en marcha a unidades sobre el terreno en apenas doce horas después del desastre, o hecho uso del Grupo Asesor Internacional de Operaciones de Búsqueda y Rescate (INSARAG, por sus siglas en inglés). Cabe señalar que estos dos mecanismos se han activado en Turquía, donde, a pesar de que se disponía de altísimas capacidades de búsqueda, rescate y socorro, ha sido necesaria la intervención de todos los equipos disponibles. Estos mecanismos se activan a petición del gobierno del país que ha sufrido el desastre o a petición del representante de las Naciones Unidas residente allí. Dicho mecanismo permite que los equipos lleguen al país afectado en un plazo de entre 12 y 24 horas, utilizando todos los pasos disponibles para llegar a las personas afectadas. Eso es lo que hizo Turquía, pero no lo que hizo Siria, y era obligación de las Naciones Unidas activar un equipo especial para dar respaldo a los equipos afectados.

 

Martin Griffiths, secretario general adjunto de las Naciones Unidas, comunicó en su cuenta de Twitter que se había facilitado la llegada de 4.948 expertos en búsqueda y rescate en menos de 72 horas para dar respuesta al terremoto en Turquía y Siria, por medio del citado UNDAC. Ninguno de ellos entró en las zonas de Siria fuera del control del régimen, mientras que a las zonas que este sí controla han llegado ocho equipos de búsqueda y rescate y tres equipos médicos de Estados amigos del régimen, que han activado puentes aéreos a través de los que han hecho llegar más de 132 aviones con ayuda procedente de 25 países.

 

La mayoría de esos aviones llegaron durante las primeras 48 horas tras el terremoto, que es el margen temporal que permite salvar vidas. Las fuentes locales encargadas del trabajo humanitario indican que el Alto Comité de Ayuda Humanitaria no suspendió ninguna de las medidas de seguridad que impone a estas operaciones en las zonas bajo control del régimen, lo que convierte a los almacenes que este custodia en los verdaderos beneficiarios de dichas ayudas.

 

La Defensa Civil siria afirmó, por su parte, que no habían recibido ningún equipamiento de búsqueda o rescate con el que pudieran trabajar sus equipos, que no cesaron desde las primeras horas en las operaciones de búsqueda y rescate, logrando así salvar a más de 2.950 personas. Entretanto, a Siria solo habían llegado dos equipos de voluntarios, uno conformado por la comunidad egipcia en Turquía, y el otro por españoles que llegaron gracias a una organización humanitaria local. Al cuarto día después del terremoto, entraron seis camiones de las Naciones Unidas que estaban programados para antes del terremoto, y solo entonces algunos países empezaron a hacer llegar ayuda a través de los pasos fronterizos, sin que hubiera en ella nada que sirviera para salvar vidas hasta el octavo día, cuando ya era tarde: ese día llegaron algunos materiales de la Organización Mundial de la Salud. Además de todo lo anterior, el terremoto ha empeorado la situación humanitaria sobre el terreno, pues se han registrado 57.000 nuevos desplazamientos y la Dirección de Salud de Idleb ha comunicado que ha recibido más de 12.000 heridos durante los primeros días.

 

Hay tres cuestiones problemáticas que han hecho de la respuesta algo aún más trágico: la primera es que las agencias de la ONU habían reducido el contenido de los almacenes de sus socios en el noroeste de Siria desde hacía algunos meses; la segunda, que dicha organización había paralizado uno de los mecanismos con los que contaba para la recogida de datos en la zona a principios de año y, por tanto, tenía una capacidad limitada para obtener datos durante el desastre; y la tercera y más importante es que nadie estaba a la cabeza de la plataforma de Gaziantep, que era la sede del Coordinador Regional Adjunto de las Naciones Unidas, ya que el puesto estuvo vacante durante dos meses hasta el 13 de febrero; es decir, una semana después del terremoto.

 

Una lectura rápida de los informes de Naciones Unidas que van actualizando la información sobre su respuesta en las zonas bajo control del régimen y las del noroeste de Siria, muestra que la ONU ha puesto en marcha muchas más capacidades en las primeras y quizá la razón sea que Damasco, el centro de coordinación de las operaciones humanitarias de las zonas que controla el régimen, no se ha visto afectada por el terremoto. Sin embargo, existían alternativas para el noroeste de Siria que el secretario general y su adjunto podrían haber utilizado.

 

La batalla de los pasos fronterizos para la ayuda humanitaria ha sido evidente y deliberada

 

La batalla de los pasos fronterizos para la ayuda humanitaria ha sido evidente y deliberada. La ONU se escudó durante los primeros días en que las carreteras se habían visto afectadas por el terremoto, aunque Logistics Cluster publicó un mapa interactivo que mostraba con claridad que no había ningún obstáculo para hacer llegar la ayuda desde los almacenes de las Naciones Unidas cerca de la ciudad turca de Rihaniyeh, a 5 kilómetros de la frontera siria. Los repetidos intentos de esta organización para justificar los impedimentos legales o logísticos fracasaron, y quedó completamente claro que el retraso de la ayuda era deliberado y estaba sometido a consideraciones políticas.

 

Dicha batalla se evidenció de forma más clara cuando el secretario general adjunto de las Naciones Unidas devolvió a Asad la facultad de abrir y cerrar los pasos cuando se lo pidió, a pesar de que el Consejo de Seguridad había impuesto hacía nueve años (en 2014), que la ayuda entrase a través de la frontera sin tener en cuenta si el gobierno sirio estaba o no de acuerdo, por medio de la Resolución 2139, y posteriores resoluciones similares. En lugar de hacer uso de sus facultades para utilizar todos los pasos posibles, el secretario general esperó ocho días hasta que Asad dio su aprobación para utilizar otros dos pasos adicionales además del de Bab al-Hawa: los pasos de Al-Rai y Baba al-Salama, pasos que el gobierno turco ya permitía utilizar a las caravanas humanitarias antes de dicho permiso. Cabe recordar que un grupo de expertos jurídicos había firmado una carta (en inglés) en la que confirmaban que no hacía falta una autorización del Consejo de Seguridad, ni de nadie, para pasar la ayuda.

 

Tanto Turquía como Estados Unidos tienen fuerzas sobre el terreno, del mismo modo que este último y otros Estados tienen excelentes capacidades de suministro en la zona. El Derecho humanitario internacional obliga a estos Estados a llevar a cabo, o al menos, facilitar, la llegada de ayuda para salvar las vidas de los afectados. EEUU podría haber intervenido sin duda.

 

En definitiva, se ha dejado solos a los sirios frente a una de las peores catástrofes naturales en décadas. Se revelarán números ingentes que superan los comunicados actuales cuando las instituciones recuperen su capacidad de contar y recabar datos, y dichas cifras tendrán consecuencias jurídicas y sociales, con problemas como el de los desaparecidos, los huérfanos, la dispersión de las familias y muchos otros.

 

Quienes han salvado a los sirios han sido los propios sirios

 

El terremoto que traspasó las fronteras y las líneas del conflicto no logró hackear la politización de la respuesta humanitaria, sino que, por el contrario, el régimen sirio obtuvo ganancias políticas, empezando por el levantamiento parcial y temporal de las sanciones por parte de EEUU y siguiendo por la recuperación de la facultad de decidir sobre la apertura de los pasos fronterizos para permitir la entrada de las Naciones Unidas. Además, varios Estados han contactado rápidamente con él para ofrecer su ayuda, como Arabia Saudí, Dinamarca e Italia.

 

Quienes han salvado a los sirios han sido los propios sirios, con sus capacidades locales y sus ágiles movimientos que no han detenido ni las fronteras ni las líneas del conflicto. Al igual que el terremoto, sus movimientos y capacidades han cruzado las fronteras para ofrecer su ayuda. Por tanto, debemos trabajar para reforzar dichas capacidades, porque la respuesta al terremoto sigue recuperándose del shock y es necesario que exista una planificación a medio y largo plazo. Ningún grupo humano puede hacer frente por sí solo a esta catástrofe, ni ninguna zona catastrófica puede ser privada de su derecho a que la Humanidad se ponga de su lado por culpa de las líneas de conflicto, el contexto político o las fronteras entre dos países. Los líderes de las Naciones Unidas en Nueva York y en la región deben asumir su responsabilidad por una negligencia deliberada que ha costado vidas y debe abrirse una investigación internacional para restituir los derechos de las víctimas.

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