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lunes, 27 de febrero de 2023

HÉROE RICO, HÉROE POBRE

 

HÉROE RICO, HÉROE POBRE

Fallecen el futbolista coruñés Amancio y el sindicalista ferrolano Rafael Pillado

XOSÉ MANUEL PEREIRO

Amancio Amaro durante un entrenamiento en Ámsterdam en 1973.

Desde el pasado lunes día 21, el “mundo del fútbol”, sea lo que eso sea, vela a Amancio Amaro Varela (A Coruña, 1939), el mito del Real Madrid de las décadas de los 60 y 70 y, por lo tanto, del fútbol español de la época. Los panegíricos ensalzaron sus logros en sus 14 temporadas en el equipo de la capital, en las que consiguió la sexta copa de Europa, nueve campeonatos de liga y tres copas del Generalísimo, como entonces se llamaba la cosa. También su inclusión en la selección española que consiguió la Eurocopa de 1964 y en la selección mundial FIFA que se enfrentó a Brasil cuatro años después. Así mismo, destacaron que fue Balón de Bronce en 1964 (aunque sin mencionar que el de Plata fue ese año para otro coruñés, Luis Suárez).

 

Pocas horas antes, en Ferrol, fallecía Rafael Pillado Lista (San Cibrao, Cervo, Lugo, 1942). En la época en la que Amancio cosechaba triunfos y portadas de prensa, el palmarés de Pillado era necesariamente, más que discreto, oculto: fundador de Comisiones Obreras y secretario general del Partido Comunista de Galicia. Y su muerte no tuvo fuera de Galicia muchas más repercusiones que un tuit de la vicepresidenta del Gobierno Yolanda Díaz, antigua camarada e hija de su compañero de lucha sindical en los astilleros ferrolanos Suso Díaz. “Hoy perdemos a un luchador incansable por la democracia y por los derechos laborales. Con mucha tristeza te despedimos, querido compañero, pero tu legado en la defensa de las víctimas del amianto y de las trabajadoras y trabajadores permanecerá por siempre”.

 

En la época en la que Amancio cosechaba triunfos y portadas de prensa, el palmarés de Pillado era, más que discreto, oculto

 

A Abraham Lincoln se le atribuye el dicho que todos los hombres nacen iguales, pero esa es la última vez que lo son. Aquí parece ser cierto. Tanto el héroe del aggiornamento del Real Madrid en el tardofranquismo como el líder clandestino venían de orígenes humildes. Amancio, vecino del popular barrio coruñés de Os Mallos, era hijo de un pintor y una frutera. La familia Pillado se había desplazado desde la costa norte de Lugo hasta Ferrol porque en el castillo de San Felipe de la ciudad estaba preso el padre por su militancia comunista. Amancio, a los quince años, empezó a jugar al fútbol en el Victoria (el mismo club en el que empezaría, muchos años después, Lucas Pérez). A esa edad, Rafael Pillado entró a trabajar de aprendiz en el astillero Bazán e ingresó en las Juventudes Comunistas. Hace unos meses recordaba en la revista Luzes que de lo primero que preguntó al entrar era “dónde estaban las armas”. 

 

La carrera profesional –al nivel de entonces, 2.000 pesetas al mes y una prima anual de 95.000– de Amancio empezó en la temporada 58-59 en el Deportivo en Segunda División, y gracias a que hubo un amago del Celta para ficharlo cuando lo vieron en un partido de la selección gallega. En la cuarta temporada en el club, salió casi a gol por partido, el equipo ascendió a Primera y el futbolista a objeto de deseo de los equipos grandes. Estaba en tratos con el Barcelona, pero el propietario de La Voz de Galicia, Emilio Rey, compañero escolar de Bernabéu y eterno poder en la sombra del equipo, dio la voz de alarma. Bernabéu, pese a la oposición de su junta directiva y a la penosa situación financiera del club, pidiendo aquí y allá, consiguió los diez millones de pesetas a los que al final el Deportivo rebajó el precio de su crack. “Un tipo enorme, con un puro y una camisa abierta que dejaba ver una cicatriz. Venía de pescar cachalotes en Finisterre”, recordaba Amancio Amaro su primer encuentro con el que sería su presidente hasta su muerte.

 

La de Amancio fue una operación que les sonará conocida tanto a millennials como a boomers. Un futbolista resultón que se convierte en el estandarte de un proyecto. Recién estrenada la década de los 60, la televisión en España era todavía un experimento y la difusión del glamour se circunscribía al huecograbado en blanco y negro y al NO-DO. Pero Amancio Amaro era guapo como un actor de cine, y además jugaba muy bien. Daba espectáculo, que se diría ahora. En aquella lucha de gladiadores embarrados que era el fútbol español de la época, el coruñés gambeteaba, caracoleaba, corveteaba y hacía lo que quería con el balón. “El Brujo”, lo apodaban (igual que después a Arsenio Iglesias, con esa facundia imaginativa de la prensa deportiva para calificar a los gallegos inclasificables). Sí se quejaba, y mucho, de que lo cosían a patadas, como por otra parte es de imaginar que a todos los delanteros de aquellos años en los que no había tarjetas.

 

Posiblemente tuvo problemas de adaptación. Los normales de un joven de 23 años trasplantado a un ambiente ajeno. En una ocasión, declaró que había metido un gol “con el queso”. Era la traducción literal del “queixo” que en gallego significa tanto el producto lácteo como el mentón. Los periodistas entendieron que el queso era una metáfora –¿por analogía odorífera?– del pie. Pero Amancio Amaro –los obituarios coinciden– era humilde. O tímido. Un hombre tranquilo (aunque con un carácter fuerte, reconoce su viuda). Es decir, obediente, tal y como lo requería ser un estandarte del Real Madrid de entonces, con todo lo que conllevaba. Y el “todo lo que conllevaba” le correspondía. En la final de la Eurocopa, su paisano Marcelino fue el que le metió a Rusia el gol que le dio el título a España. El pase había sido de Pereda, un jugador del Barça, pero en el montaje del NO-DO, el que aparecía centrando el balón era Amancio. En un chat en El País en 2008, un participante le comentó:

 

—Ahora dicen que el gol de Marcelino no fue a pase tuyo, sino de Pereda, y que fue un montaje. ¿Es eso cierto?

 

—Eso lo he oído años después, porque yo no tenía duda ninguna de que el centro lo había hecho Pereda.

 

Pero nadie, empezando por Amancio, dijo nada durante 44 años, hasta que en aquel 2008 aparecieron aquellas imágenes de cine que decían que no se habían rodado, y en ellas se veía que el que pasaba el balón era el barcelonista.

 

Pese a que regresaba a Coruña todos los veranos, Amancio Amaro no fue del todo profeta en su tierra. Quizás por lo que pasó en el Trofeo Teresa Herrera de 1966, en el que se enfrentaron su anterior equipo, un Deportivo recién ascendido a Primera, y el de entonces, el Madrid, que aquel año había conseguido su sexto Campeonato de Europa. El equipo de casa acababa de fichar a Campanal, un defensa de aquellos que seguían la consigna de que podía pasar el delantero o el balón, pero los dos juntos nunca. Y con Riazor abarrotado, con Franco incluido, Amancio se empeñó en pasar y Campanal en evitarlo, según contó Alfredo Relaño hace algunos años en El País. Después de varios rifirrafes, Amancio se quedó en la banda, como negándose a jugar, mientras el deportivista recién fichado era expulsado. A partir de entonces, cada vez que la antigua figura del equipo tocaba el balón, Riazor era un océano de silbidos. Ganó 1-0 el equipo visitante. Amancio había solicitado del club unos días de permiso para quedarse en su ciudad, pero pasear por ella era sufrir un bombardeo de insultos y desplantes. Posiblemente la estrella del Madrid no se imaginaba que acabaría su carrera como jugador, diez años después, expulsado en el estadio del Bayern por largar un pelotazo cuando el partido estaba parado. El carácter.

 

A Rafael Pillado también se le suponía carácter. Hacía falta tenerlo para, con poco más de veinte años, viajar clandestinamente no a los brazos del presidente Bernabéu y a los vestuarios del estadio Bernabéu, sino a la Alemania del Este, también en su caso para formarse. A su vuelta, fue de los que contribuyó a crear Comisiones Obreras en los astilleros de Ferrol y participó en la reconstrucción del PCE. Ya en los años 64 y 65 empieza a haber comunistas en el jurado de empresa de Bazán, protestas contra despidos a lo largo de toda la década, asedios a la comisaría cuando se producían detenciones y huelgas al iniciarse la de los setenta. En esa época, la inteligencia franquista considera perdidos para el régimen Euskadi, Navarra, el campo cordobés y los cinturones industriales de Madrid, Barcelona y Ferrol.

 

El 10 de marzo de 1972, una manifestación de unos 4.000 trabajadores de Bazán, en lucha por un convenio que el sindicato vertical timoneado por Rodolfo Martín Villa había firmado con las factorías de Cádiz y Cartagena, pero se negaba a hacerlo con la de Ferrol, se dirigió hacia el puente de acceso a la ciudad, para confluir con los procedentes del otro gran astillero, Astano. Una enorme fuerza policial se interpuso, y comenzó a disparar. Dos obreros, Amador García y Daniel Niebla, quedaron muertos en el acto, este último en los brazos de Rafael Pillado, según contó en su libro O latexo da vida e da conciencia. Hubo, oficialmente, 16 heridos de bala, y posteriormente 160 despedidos, 101 detenidos, 60 encarcelados y 54 multados. “Dos muertos y varios heridos al atacar los manifestantes a la Policía Armada en El Ferrol del Caudillo. Los alborotadores recorrieron las calles apedreando comercios y edificios oficiales”, resumió la jornada en sus titulares el diario ABC. Pillado fue condenado a cuatro años de prisión y 250.000 pesetas de multa.

 

Más o menos cuando el ferrolano acababa de cumplir condena, el coruñés finalizaba su carrera como jugador, pero permanecía en el club. Tuvo la correspondiente secuela como entrenador, primero con éxito en el Castilla, donde fue promotor de la “Quinta del Buitre” y después como discreto y efímero míster del primer equipo. Más tarde, fiel a sus cualidades de disciplinado y obediente, fue uno de los valedores de Florentino Pérez en su camino a la presidencia. “Mi pensamiento es que el Real Madrid ha tenido suerte de encontrar en el camino a Florentino. No solo se ha dedicado a fichar jugadores y ganar títulos, sino a hacer crecer a la entidad”. No hay esfuerzo sin recompensa, así que, al fallecer Gento, Amancio lo sustituyó como presidente de honor del club. Antes, en 2002 se había encargado de presidir la Comisión Organizadora del Centenario. Desgraciadamente, su anterior equipo amargó la celebración, ganándole en el propio Bernabéu la final de la Copa del Rey. 

 

Rafael Pillado, ya en democracia, siguió siendo uno de los referentes sindicales de Ferrol. La enorme amistad que le unía a Santiago Carrillo hizo que, en 1985, le secundase en su aventura del Partido de los Trabajadores de España, que acabó integrándose en el PSOE en 1991. Pillado fue elegido concejal en Ferrol dentro del grupo socialista, aunque en 2012 dejó la militancia. Pero no la lucha. En los años 60, en los astilleros, y no solo en ellos, el amianto o asbesto estaba por todas partes, y en Estados Unidos ya había sentencias relacionando su uso con enfermedades cancerígenas desde los años setenta, mas en España no se prohibió su uso hasta 2002.

 

Pillado descubrió hace justamente un año que el amianto que había respirado mientras trabajaba le había ocasionado un mesotelioma, un cáncer en las membranas que tapizan el interior del tórax y del abdomen, y que solo le quedaban unos meses de vida. Se integró en Agavida (Asociación de Víctimas del Amianto), una asociación creada en 2004 para defender los intereses de los afectados por el asbesto. Su abogado, Jesús Porto, empezó en los años noventa a pleitear por el reconocimiento como enfermedad laboral y los jueces desestimaban el 99% de los casos, hasta que el Tribunal Supremo reconoció que había una relación. Según Agavida, en la comarca de Ferrol hay unos 16.000 afectados. La Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ) calcula que el amianto provoca anualmente en Europa 88.000 muertes, y que en España, si no se toman medidas, el número de fallecidos antes de 2050 podrían alcanzar la cifra de 130.000.

 

Pillado descubrió hace justamente un año que el amianto que había respirado mientras trabajaba le había ocasionado un mesotelioma

 

El pasado septiembre, Pillado denunció a su antigua empresa (ahora Navantia), que en 2021 había reservado una partida de dos millones de euros para posibles indemnizaciones. Fue el último acto cívico que protagonizó. Él y su abogada de 1972, Cristina Almeida, fueron arropados por cientos de personas en la presentación de la demanda en los juzgados de Ferrol. La sentencia le otorgó 128.000 euros, y él anunció que la recurriría. Al final de su vida, Pillado no escatimaba la autocrítica y reprobaba, por ejemplo, el papel de los sindicatos en la reconversión naval. “Los sindicatos, también el mío, ven esa prejubilación como una conquista social, ya que mucha gente va a tener tiempo libre y una buena situación económica. ¿Qué pasó? Una falta de análisis de futuro. Se vio el tema de forma individual y no colectiva […] Hay una renuncia de dirigentes que ponen los sindicatos a disposición de los poderes económicos y los despolitizan. Una deriva que ya es total con José María Fidalgo y Fernández Toxo”, decía en una entrevista de Nico Vidal en Luzes. Pese a las críticas a su central de siempre, y a haber abandonado en su día “el Partido” con P mayúscula, toda la sociedad ferrolana, sindical y política, o no, despidió con honores a Rafael Pillado Lista.

 

En 2020, en el acto de nombramiento de Arsenio Iglesias como hijo adoptivo de A Coruña, un periodista reconoció a Amancio Amaro refugiado en un discreto rincón del salón de plenos. “¿Qué haces ahí? Ven a saludar a Arsenio”. “Bueno, estará muy ocupado…”, murmuró una excusa el exfutbolista, que tuvo que ser casi arrastrado a la presencia del otro héroe deportivista, el que sí tenía honras oficiales, a pesar de no haber nacido en la ciudad.

 

Quizá, en contra de lo que dicen que dijo Lincoln, algunas personas, por diferentes que hayan sido sus trayectorias, se igualan en la despedida. La intensidad de la huella que dejan compensa la extensión, y viceversa.

 

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