G
O Z O
PROPOSICIONES
Cuento de
LA DESERCIÓN
Fragmento
José Rivero Vivas
________
__________
José Rivero Vivas
LA DESERCIÓN – Obra: C.03
(a.03) – Cuento
–
Ilustración de la
cubierta: Cinco bañistas en el mar
Óleo sobre lienzo de Ernst Ludwig Kirchner.
Berlin, Brücke-Museum.
(ISBN: 978-84-18902- 36-9) – D. L.:TF 219-2022 –
Ediciones IDEA, Islas Canarias. (Año 2022)
__________________________________________
José
Rivero Vivas
GOZO
PROPOSICIONES
Cuento de
LA DESERCIÓN
(Fragmento: Págs. 48-52)
_________________________________
Sin embargo, yo
no veía nada malo en ello. Papá era papá, y tenía potestad para castigar a su
esposa y su hija. En fin, creo que, dentro de todo, no era malo. Malo, por su
calidad, era el vino, que lo disparataba y lo impelía a comportarse
salvajemente.
Papá se
levantaba el hombre más bueno del mundo: cada día siguiente no se acordaba del
desafuero cometido la noche anterior, por olvidadizo que era respecto de su
conducta. Incluso nos hablaba afablemente. No sé, era algo que no entendía;
aquella crueldad que mostraba por la noche y su amabilidad a la mañana
siguiente me llenaban de estupor. Infinitas veces me pregunté por la causa de
aquellas palizas que daba a mamá, aunque vine a saberlo después, cuando
comenzaron mis divagaciones; todos sus actos cobraron entonces claro
significado. Vi su motivo de regresar a casa tan tarde y pasársela alegando con
aquella voz suya, enronquecida por el alcohol y la vida misma. No recuerdo
quién, de jovencita yo, estuvo explicándome cosas que ignoro... ¿Quién fue?...
¿Don Floro?... Sí, él fue. Decía que si
sadismo, que si masoquismo, que si desviacionismo, que si... Bueno, un tostón.
Pero yo, más tarde, llegué a la conclusión de que todo se debía a la
insatisfacción que papá sentía porque mamá no le suponía bastante.
Papá era casi
hermoso en su repulsivo aspecto de borracho crónico. Era hombre que, por su
porte, merecía algo más que mamá, mujer enclenque y, en cuanto hembra, poco
valiosa. La vida, sin embargo, nos junta a unos y otros según los posibles de
cada cual. Por tanto, para mi padre, mamá suponía un apaño a su fuerte
fisiología; de aquí las palizas que le pegaba: había una necesidad en él de
saciar en aquella pobre criatura sus deseos de venganza hacia naturaleza y
sociedad, condenadoras ambas de su espíritu alborotado. Era comprensible su
actitud. A más de cuatro ocurre igual; no sólo a papá sucedía este fenómeno.
Numerosos son los hombres que sufren análogo complejo; en su mayor parte, son
pobres, porque ser pobre es una desgracia tremenda. Pasan la vida encadenados
al diario esfuerzo de malganar su pan, abucheados por encargados y maltratados
por jefes y patronos; luego, de regreso al hogar, ni una compensación: sólo les
corresponden mujeres feas y flacas, e inclusive son despreciados por ellas. No
comprendo cómo los hombres soportan estas cargas que pesan sobre su sino. Mil
veces que me asome a la ventana, mil adefesios que veo pasar, mujeres deformes
y desgarbadas por las dificultades que les presenta la vida. Casi no llega a un
uno por ciento el ejemplar lindo y apetitoso; eso, exteriormente, que, después,
en su trato, vaya usted a saber: a lo mejor es una tonta y una pazguata que, si
la acuestan, ni el colchón se queda tan quieto. Bien mirado, es una penitencia
insufrible. No entiendo cómo ellos distraen su tiempo en un conformismo tan
abstruso como absurdo. Sobre todo, que después se dejan matar por temas que no
les van ni les vienen, como eso de ideal, creencia, género humano y... no sé
qué otras palabras que suelen usarse sin más. Unos tontos me parecen. A no ser
que toda esa quincalla, fantochería o comedia, conduzca a lo mismo: ser
grandes, ser poderosos, ser únicos y deslumbrar los bellos ejemplares del sexo
femenino, con el fin de rendir su voluntad y hacer que voluntariamente se entreguen.
De este modo lograrán poseer ese uno por ciento, o por mil, que destaca entre
la masa informe -masa sexiforme ella
misma- que huele a menstruo y colonia.
El uno por mil
para papá, así como para sus contemporáneos del barrio, era doña Mercedes, la
mujer de don Floro, que vivía en la casa grande, frente, aunque más abajo, del
cuchitril que nosotros ocupábamos.
-¡Qué buena
estás, Merche!...
Le oí decir
muchas veces, de niña, cuando doña Mercedes, en bata o bien vestida, pero
siempre guapa, se asomaba al balcón de su casa. Papá se clavaba en la puerta,
mira que te mira por el postigo, mientras con su mano buscaba algo en el
bolsillo del pantalón. Años después, siendo ya una mujercita, al pasar por la
calle, oía también a los hombres decir:
-¡Buena está la
niña!
Pero no los
entendía. Fue más tarde, a raíz de comenzar con mis divagaciones, cuando me
sonrojé delante de Gumersindo, el de la tienda, viejo y todo que era.
-Qué buena
estás, Rosa... -me dijo, simulando un tonillo de pregunta.
Antes, le daba
siempre las gracias, creyendo que se interesaba por mi salud. Aquella vez,
después de empezar a divagar, quedé roja como la grana. Él lo advirtió, y ya no
volvió a decírmelo; me miraba por debajo de sus lentes, relamiéndose goloso y
glotón, como con ganas de zumbarme una buena zurra, volcando codicioso su
lascivo deseo. También él padecía su fracaso y su estúpido fraude sexual. Por
eso, en condición de pobre, es preferible ser mujer: siempre se tiene la
posibilidad de adquirir y poseer un bello ejemplar. Era el caso de mamá; de
aquí su vivir dichoso. A pesar de las palizas recibidas, era feliz con el
hombre que le tocó en suerte, el que colmaba sus anhelos, bien que ella fuese
una frustración más: carga o castigo para el sexo masculino. Debe de ser una
tristeza acongojante comprobar que no se alcanza el ideal femenino... No, no;
más que tristeza supone desesperación. La verdad sea dicha, hay mujeres
realmente desmirriadas, sin muslos ni pechos, sin caderas, sin garbo y hasta
sin sonrisa; así que, su fracaso se comprende. Incluso la mirada tiene que ser
de hembra fresca y lozana, apetitosa y deseable. Si no, ¿cómo satisfacer al
hombre, que más se sacia en la idea de nuestra belleza y plenitud que en el
manoseo por gozar el placer? Sin duda, es terrible. Nosotras, las mujeres,
tenemos más poder ilusorio, y si el hombre muestra una pizca de imaginación,
casi logra engrandecerse a nuestros ojos y cobrar figura de Apolo presente.
¡Qué caray!... ¿Cuánto no sufrirán esos muchachos, vistosos y atractivos,
poderosos físicamente, de aspecto valioso, que su condición social
contrarresta, observando que su ideal se esfuma, se va, se pierde, se quimeriza
y se convierte en imposible actualidad?
_______________________
José
Rivero Vivas
GOZO
PROPOSICIONES
Cuento de
LA DESERCIÓN
(Fragmento: Págs. 48-52)
_________________________________
José Rivero Vivas
LA DESERCIÓN – Obra: C.03
(a.03) – Cuento
–
Ilustración de la
cubierta: Cinco bañistas en el mar
Óleo sobre lienzo de Ernst Ludwig Kirchner.
Berlin, Brücke-Museum.
(ISBN: 978-84-18902- 36-9) – D. L.:TF 219-2022 –
Ediciones IDEA, Islas Canarias. (Año 2022)
__________________________________________
Tenerife
Islas
Canarias
Enero de
2023
_________________
No hay comentarios:
Publicar un comentario