FAMILIAS VULNERABLES Y PISOS EN MANOS DE LOS BANCOS: LA REALIDAD DE
LA OKUPACIÓN
La
desinformación mediática y la propaganda política alertan sobre un problema
inexistente. Hay 180 veces más posibilidades de ser desahuciado que de
encontrarte con alguien dentro de tu casa
DIEGO DELGADO
Manifestación en Madrid contra los desahucios en febrero de 2013.
Ocho proposiciones de ley, ocho proposiciones no de ley y dos mociones. Esas son las cifras de la presencia del fenómeno de la okupación en el Congreso de los Diputados en lo que va de legislatura. En todos los casos, excepto en uno (una proposición no de ley presentada por el PSOE), con las derechas y la ultraderecha como protagonistas. De sus filas han salido también decenas de preguntas relativas a este fenómeno, como esta que hizo Teodoro García Egea el 29 de enero de 2021: “¿Le preocupa al vicepresidente segundo el bienestar de algún español que no sea un okupa?”.
Esta abultada
presencia de la okupación en la actividad parlamentaria ha quedado perfectamente
reflejada en las grandes cabeceras, televisiones y emisoras nacionales,
intensificada además con el goteo constante de declaraciones de figuras
políticas como Isabel Díaz Ayuso, Pablo Casado o Santiago Abascal. Así, como
demuestra este artículo de La Marea, en Antena 3 se ha llegado a dedicar
espacio informativo a la okupación todos los días de una semana, exceptuando el
domingo.
El resultado de
todo ello se puede observar en el barómetro del CIS del pasado mes de octubre,
en el que la okupación de viviendas aparece como uno de los principales
problemas del país según la propia ciudadanía. Al tratarse de una pregunta
abierta, su mera mención ya sugiere una relevancia notoria, pero la realidad es
que se encuentra a la altura de la “violencia de género” o “la falta de
confianza en los/las políticos/as y las instituciones”, ambas situadas, como la
okupación, entre las 40 primeras respuestas, repetidas por un 1% de los
encuestados y las encuestadas.
Parece difícil huir
de la idea de que el movimiento okupa está poniendo en peligro el acceso a la
vivienda, pero un simple vistazo a la realidad demuestra que los datos no
justifican la omnipresencia política y mediática de esta alarma social, que
tantos beneficios genera al sector de la seguridad, sobre todo si se compara
con su antítesis: los desahucios.
Según datos del
CGPJ, en 2021, 41.359 familias fueron desahuciadas en España
Según datos del
CGPJ, en 2021, 41.359 familias fueron desahuciadas en España. Durante ese mismo
año, el INE recogió un total de 230 delitos de allanamiento, que es el tipo
legal en el que encajan la gran mayoría de los bulos enarbolados desde las
televisiones más vistas y las emisoras de radio más escuchadas del país. 230
allanamientos de morada frente a 41.359 expulsiones por impagos. O lo que es lo
mismo, hay 180 veces más posibilidades de ser desahuciado que de salir a
comprar el pan y encontrarte con alguien dentro de tu casa. Además, y pese a la
insistencia mediática en confundir allanamiento y okupación, se trata de dos
actividades muy diferentes.
Desde sus inicios,
el movimiento okupa ha tenido como objetivo “propiedades vacías de bancos”, en
las que se entraba para provocar “una situación de reclamo de alquiler social”
que recuperase el derecho fundamental a una vivienda digna para aquellas
familias vulnerables a las que se había negado el acceso a un techo. Lo cuenta
Paco Morote, portavoz de la PAH, en conversación con CTXT: “Lo llamábamos
nuestra ‘obra social’”. Por lo tanto, el delito al que mejor se ajustan las
acciones de los y las okupas es el de usurpación. Según el Código Penal, la
usurpación se comete cuando alguien ocupa sin autorización “un inmueble,
vivienda o edificio ajenos que no constituyan morada”. Es decir, casas vacías
de forma permanente. Ni el hogar de una señora que ha ido a comprar el pan ni
la segunda residencia vacacional de una familia de clase media. Eso,
sencillamente, no es okupación.
Además, si
ocurriese algo parecido, el desalojo sería inmediato. De hecho, al tratarse de
un delito penal de tipo flagrante “ni siquiera hará falta un desalojo, porque
la detención del allanador provocará que recuperes el inmueble. De forma
inmediata”, aclara el magistrado Diego Álvarez.
En cuanto a la
supuesta desprotección de los propietarios y las propietarias ante un caso de
okupación real –recordemos: siempre que se emplee ese término será en
referencia a una usurpación de un inmueble deshabitado–, tanto Paco Morote como
Carlos Castillo, abogado del Sindicato de Inquilinas de Madrid, afirman a CTXT
que existen herramientas legales suficientes para asegurar que ningún
particular vea, indefenso, cómo su propiedad le es arrebatada. La opinión de
ambos se suma a la de muchos profesionales de la judicatura, como Joaquim Bosch
o el ya mencionado Diego Álvarez.
Es el propio
Castillo quien abre el sendero para entender por qué en algunos casos la
okupación se alarga en el tiempo e incluso termina por permitir que los okupas
consigan quedarse a vivir ahí. “Sigue habiendo viviendas okupadas porque los
tribunales deben ponderar, por mandato europeo y de nuestra propia
Constitución, los intereses que entran en juego en un caso de usurpación: el
interés de un banco en volver a dejar una vivienda vacía durante años contra el
interés de una familia con menores de tener un hogar en el que desarrollar sus
vidas”, explica el abogado. Y, de nuevo, insiste en la existencia de
instrumentos legales para evitar que la okupación se alargue en el tiempo
cuando, en lugar de un gran propietario, la casa es de una familia que vive
allí: “En un caso como el que suele salir en las noticias, de una familia
vulnerable a la que le okupan la vivienda, no hay que ponderar nada y esa gente
se va a la calle en el momento”.
Otras corrientes
desinformadoras apuntan a una supuesta permisividad del Gobierno de coalición,
que estaría conspirando para convertir España en un país en el que cualquier
persona puede entrar en tu casa y dejarte en la calle. No obstante, la línea de
acción del Ejecutivo es bien diferente, y quedó patente en el Real Decreto
11/2020 de 31 de marzo, una moratoria de los desahucios que entró en vigor para
reducir el impacto de la pandemia de la covid-19. En él, se insta a la
judicatura a tener en cuenta, incluso en una coyuntura de emergencia sanitaria
y económica, las circunstancias de quien okupa solo en los casos de viviendas
de grandes tenedores; por el contrario, si es una casa de un particular, aunque
esté en desuso, se puede decretar el desalojo de forma directa.
En definitiva,
tanto los datos oficiales como la tendencia legisladora ponen en evidencia que,
en una mayoría aplastante de los casos, los delitos de usurpación no perjudican
a ningún pequeño propietario.
Ni delincuentes ni
vividores: familias vulnerables expulsadas del derecho a una vivienda digna
“Lo que hay que
dejar bien claro es que la okupación no es el problema, sino el síntoma. El
problema son las condiciones de acceso a la vivienda”. La frase se repite en
varias ocasiones durante la conversación telefónica con Paco Morote, que parece
cansado de tener que luchar constantemente contra las mentiras de los medios de
comunicación.
España cuenta con
uno de los parques de vivienda pública más pobres de toda la Unión Europea.
Mientras que la media continental de pisos sociales está en el 9,3%, en nuestro
país ese porcentaje cae hasta un raquítico 2,5% sobre el total de casas
habitadas.
España cuenta con
uno de los parques de vivienda pública más pobres de toda la Unión Europea.
Mientras que la media continental de pisos sociales está en el 9,3%, en nuestro
país ese porcentaje cae hasta un 2,5%
Para entender el
impacto de estas cifras en la vida real de la ciudadanía, este informe de la
Fundación ‘la Caixa’: solo el 68% de los jóvenes entre 30 y 34 años pueden
emanciparse en el Estado español; en Francia, con casi un 17% de vivienda
social, este número asciende hasta el 96%.
Además, existe un
sesgo de clase que reviste de odio al pobre (aporofobia) la campaña de
criminalización de la okupación: casi el 80% de las familias pertenecientes al
quintil de menos ingresos debe realizar un sobreesfuerzo económico para pagar
el alquiler. El dato es demoledor. Ocho de cada diez hogares en situación de
vulnerabilidad económica no pueden hacer frente a los gastos residenciales con
la holgura que deberían.
Una vez expuesta la
precaria situación del sector inmobiliario en España, un estudio llevado a cabo
por Obra Social Barcelona sirve como colofón para desmontar el estigma sobre el
movimiento okupa. Con 626 hogares encuestados y 39 entrevistas realizadas a lo
largo y ancho de Catalunya, la investigación ofrece una imagen nítida de las
características promedio de las personas que okupan.
Una amplia mayoría
de ellas (75%) aseguran que su okupación se debe a no poder acceder a una
vivienda o haber sufrido un desahucio, y de hecho el 80% de los encuestados
buscó otra opción habitacional antes de okupar. De ellos, seis de cada diez
solicitaron, sin éxito, el acceso a una vivienda social. Si España contase con
un parque de vivienda pública ya no abundante, sino mínimamente equiparable a
la media europea, una proporción muy elevada de estas usurpaciones no habrían
tenido lugar.
Con respecto al
perfil personal, en más de la mitad de los casos se trata de familias con
menores. Y, del segmento de edad con mayor representación (36-45 años), un 72%
se encuentra a cargo de personas en situación de dependencia.
La
instrumentalización del miedo a la okupación como herramienta xenófoba cae por
su propio peso al comprobar que el 73% de los encuestados cuenta con pasaporte
español. Y por si el mantra de la inmigración irregular quisiera hacer acto de
presencia aquí, otro dato: seis de cada diez migrantes sin papeles (solo
conforman un 3% de las respuestas) afirman vivir también con personas
dependientes. Es decir, en la mayoría de los casos, tener un hogar supone una
cuestión de vida o muerte.
Por último, y solo
para confirmar lo que ya adelantaron tanto Paco Morote como Carlos Castillo,
más de cuatro de cada cinco viviendas okupadas en Catalunya (82%) pertenecen a
grandes propietarios –entidades financieras, filiales inmobiliarias de
entidades financieras, fondos de inversión, entidades como la Sareb y personas
jurídicas titulares de una superficie habitable de más de 1.250m2–. Entre estas
okupaciones destacan las de pisos propiedad de bancos, que representan 7 de
cada 10.
Demostrada la
falsedad de la alarma social, y de la monstruización de lo que, en realidad,
son familias desesperadas por encontrar un techo, cuesta entender tanta
insistencia mediática y política. Al menos, hasta que se observa desde la
perspectiva que sugiere el abogado del Sindicato de Inquilinas de Madrid: se
trata de un “artefacto ideológico” perfectamente útil para las ultraderechas y
las derechas, porque en él encajan muy bien sus principales enemigos, “el
colectivo LGTBI, las personas racializadas, las clases bajas y el activismo de
todo tipo”.
La burbuja de las alarmas
La batalla
ideológica se mezcla, además, con los intereses económicos del sector de la
seguridad en el hogar, que disfruta de una burbuja inmensa que ha colocado a
España como primer Estado de la Unión Europea y cuarto del mundo en número de
alarmas. Este negocio mueve alrededor de 2.000 millones de euros en nuestro
país, y su crecimiento anual alcanzó el 12,3% en 2021. Han surgido incluso
grupos con evidentes tendencias neonazis que utilizan la violencia para sacar
rédito del pánico social sembrado.
A pesar de que
muchos de los ataques se dirijan directamente contra la actividad gubernamental
del PSOE, el partido predominante de la coalición no solo se muestra impasible,
sino que lleva meses boicoteando la Ley por el Derecho a la Vivienda, una
medida firmada en el acuerdo alcanzado con Unidas Podemos al inicio de la
legislatura y cuya aprobación ha sido exigida por Dunja Mijatovic, comisaria de
Derechos Humanos del Consejo de Europa, en la enésima amonestación a España por
el estado del derecho a la vivienda.
El grupo
parlamentario socialista ha registrado una reforma de la LECrim para permitir
los desalojos exprés también en usurpaciones
En su lugar, lo que
se ha hecho desde el grupo parlamentario socialista es registrar, sin consulta
previa a su socio de gobierno, una reforma de la LECrim para permitir los
desalojos exprés también en usurpaciones, ciñéndose con una precisión
sorprendente al discurso de las ultraderechas. Además, según Carlos Castillo,
“la propuesta del PSOE es una barbaridad a nivel jurídico, no tiene pies ni
cabeza”.
En este artículo,
Roger Tudas Vilardell buscó una explicación a todo esto, y se preguntó si el
motivo es que reducir los beneficios de los arrendadores afectaría directamente
a las personas encargadas de aprobar esta legislación. Los resultados hablan
por sí solos. Mientras que solo el 5,4% de la población posee viviendas en
alquiler, esta cifra asciende hasta el 33,3% entre los diputados de Ciudadanos,
al 30,8% en Vox, al 22,7% en el PP y al 17,5% en el PSOE, lo que triplica la
proporción de la ciudadanía general. Unidas Podemos también supera la media,
aunque más ligeramente, con un 9,1%.
Fondos buitre y
exministros socialistas. La presión que no cesa
Detrás de toda esta
deriva neoliberal hay una presión incesante del lobby de la vivienda,
encabezado por ASVAL, que representa los intereses de fondos buitre como
Blackstone y cuenta con fuertes conexiones con el partido de Pedro Sánchez.
Esta asociación está presidida por Joan Clos, exministro socialista y exalcalde
de Barcelona. Teniendo a esta figura en cuenta, se entienden mejor las
denuncias de Ada Colau que apuntaban a “presiones del sector inmobiliario” (por
cercanía geográfica y por su condición de activista de la vivienda, es una voz
a tener en cuenta).
De hecho, El Confidencial
afirmó que la elección de Raquel Sánchez como ministra de Transportes,
Movilidad y Agenda Urbana acercaba al PSC la toma de decisiones en el sector de
la vivienda, lo que hace que Clos tenga “mejor entrada que nunca” a la hora de
conseguir reformas más favorables al lobby de especuladores que dirige.
Lo que tenemos por delante
En un contexto tan
favorable, y con la colaboración manifiesta del centroizquierda, la guerra
cultural solo puede seguir hacia adelante. Además, la crisis económica y energética
amenazan con empujar a la pobreza a sectores enormes de la población. Así las
cosas, el objetivo es ensanchar aún más los márgenes de la criminalización y
seguir alineando la opinión pública con los intereses de los grandes
propietarios.
Carlos Castillo
advierte sobre el caballo de batalla utilizado para este propósito. “La última
deriva que está habiendo, y que tiene mucho que ver con ASVAL y este tipo de
lobbies, es hablar de ‘inquiokupación’. Esto es, equiparar a un okupa con un
inquilino que te deja de pagar la renta. El objetivo de este discurso es
confundir a las personas precarizadas que no pueden asumir subidas del alquiler
o que no pueden pagar el alquiler durante x meses con la figura ya
completamente denostada y criminalizada del okupa. O dar un paso más e intentar
generar todo lo contrario a lo que pide la ONU, es decir, establecer una
legislación que permita a los propietarios desalojar de forma rápida y sin
garantías a los inquilinos”, cuenta antes de rematar: “Si empezamos a generar la
idea de que un ‘inquiokupa’ es aquella persona que te deja de pagar el alquiler
y que merece el desalojo inmediato, yo mañana le puedo subir a mi inquilino
500€ de alquiler y, si no los acepta, la jurisdicción me va a permitir mandarle
a la calle y poner la vivienda en alquiler de nuevo o dejarla vacía a la espera
de un mejor ciclo económico”.
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