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martes, 22 de noviembre de 2022

SABINA-IZQUIERDAS: LLEGA EL FRÍO CON LAS MANOS VACÍAS

 

SABINA-IZQUIERDAS: LLEGA EL FRÍO

CON LAS MANOS VACÍAS

POR JAVIER CORTINES

Las polémicas declaraciones de Sabina diciendo que “ya no es tan de izquierdas”, que todas las revoluciones del siglo XX han fracasado y que lo único que avanza es el feminismo y la ola LGTBI, han vuelto a encender las hogueras en la España cainista, donde se ha impuesto la costumbre de juzgar, sin reflexionar, y condenar.

Es verdad que el feminismo y ciertos colectivos históricamente marginados obligan a una nueva construcción social, pero sin echar cortinas de humo sobre los graves problemas que padecen en España la clase media baja, la trabajadora y “los nadies”.

 

Muchos días los informativos se centran en los dos asuntos que marcó Sabina y apenas dedican espacios al empobrecimiento de los más vulnerables, que están condenados, en estos tiempos oscuros, a “morir de frío”, pasar hambre, encogerse ante la subida de los precios y subsistir con trabajos precarios y miserables. Con sueldos que humillan, empequeñecen y nos traen recuerdos de “la superada” Era de la Esclavitud.

 

Tras décadas de Gobiernos socialistas impera la abismal desigualdad social, madre y padre de casi todas las violencias, incluida la doméstica, pues un pueblo que vive con dignidad y futuro tiende a reconciliarse con el prójimo (siempre habrá excepciones, pero cuidado con hincharlas con hábiles discursos que funcionan a las mil maravillas para atrapar votos).

 

La monstruosa especulación de las eléctricas, la banca, los plutócratas, los tiranos (de todos los tipos) nos arrastran a una realidad virtual en la que lo que menos importa es la felicidad del pueblo, pues el mundo sigue funcionando con el adagio preferido de Hannah Arendt: El del burro, la noria, el palo y la zanahoria.

 

La guerra de Ucrania y la ineptitud de nuestros gobernantes ha sido la excusa perfecta para complacer al inquilino de turno de la Casa Blanca (un mero títere del sistema USA) para que España -con unos números rojos de 1,5 billones de dólares que tendrán que ir pagando el pueblo en las próximas décadas- invierta en armamento 12. 825 millones de euros (según el último presupuesto), cifra que siempre se dispara con gastos adicionales, para apuntalar la supremacía de Washington a nivel global.

 

(Nuestro Gobierno por una parte destina monedas consoladoras a los más pobres, lo que se anuncia cuando se aproxima la Navidad, y por otra vacía el bolsillo de gente necesitada para cumplir “con nuestras obligaciones bélicas”).

 

Se descuidan sectores humanitarios como centros para mayores, educación, sanidad, empleo, y otros claves, como el nicho de Investigación y Desarrollo, de lo que depende, en buena medida, que entremos, sin cojear, en el grupo de naciones “avanzadas, civilizadas”.

 

Si como dice Sabina, tenemos cabeza, ojos y oídos, deberíamos acabar con el encantamiento de La Religión del Dinero, cuyos dioses han sustituido a los antiguos, que han ido desmoronándose como muñecos de arena ante la subida de la marea. Esa que mueve la avaricia desde cavernas sin luz.

 

Se maquilla la superficie y se da caramelos “a la plebe”, pero la raíz profunda de los problemas, de las tragedias de la humanidad, penetra en lo más hondo de las entrañas de la Tierra y se aferra, apretando con descomunal fuerza, su centro, su corazón.

 

Algún día los volcanes, en vez de lava expulsarán sangre y ya nadie, ni Dios, podrá dar marcha atrás.

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