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viernes, 20 de mayo de 2022

¡SABINA,MENTIROSO!

 

¡SABINA,MENTIROSO!

          QUICOPURRIÑOS

          Una y mil veces la he leído y una y mil veces la he cantado. Soy de los que creen que en la letra de cada canción hay un mensaje, que cuenta algo de su autor, real y algo soñado, deseado o querido. Cierto que las musas influyen en el resultado, pero las musas solo son responsables de una parte de la letra, aquella referida a lo intuitivo, a lo creativo, a lo subjetivo. La otra parte del cerebro, la del hemisferio izquierdo, esa es la que administra lo relativo a la lógica, a lo analítico, a lo matemático y está presente en el resto de la letra.

          Sí, una y mil veces he oído la canción y ahora me doy cuenta de que los años han pasado. Y han transcurrido porque, cuando la escuché, años atrás, por primera vez la oí de principio a fin por mi parietal derecho, y claro, me la creí toda. Hoy, con la mesura que te dan los años o simplemente  por el mero hecho de aceptar la realidad, lo evidente, me doy cuenta de que mi querido Sabina no es más que un mentiroso, que canta y compone bien, que trasmite ilusiones, verdad, pero un mentiroso al fin y al cabo. Como no me gusta hablar sin pruebas, tengo delante la letra de su tema titulado “Y nos dieron las diez”, escrita en el año 1992 e incluida en su álbum “Física y Química”, luego mis observaciones sobre los hemisferios cerebrales parece que también los tuvo en cuenta Don Joaquín cuando escribió la de la que hablo y constato, una vez más, lo siguiente: Que, desde “Fue en un pueblo con mar, una noche después de un concierto, hasta “yo quería dormir contigo y tú no querías dormir sola”, la letra, la composición es razonable, lógica, creíble, analítica y hasta descriptiva, luego matemáticamente demostrable y asumible. A partir de “Y nos dieron las diez y las once”…la cosa empieza a cambiar y es cuando entra en juego el hemisferio derecho del cerebro, que lo puedes soñar, pero lo de que sea verdad ya es otra cosa. Decía que la primera vez que la escuché casi la sigo al pie de la letra, pero ahora, que han pasado más de 31 años, la cosa cambia y es cuando te digo, respetado Sabina, que, por mucho que en la original le pusieras ritmo a lo Chavela Vargas, puede que hoy llegara, con alguna que otra ayuda farmacológica  teñida de azul, a las once, pero, a las doce, a la una, a las dos y a las tres…”¡ni de coña!”, que desnudo y muerto al amanecer me encontraría La Luna, seguro, en eso sí estamos de acuerdo. Y ya no te cuento si la pretendiera, escuchar, interpretar, representar o escenificar a ritmo flamenquito, el que le dieras acompañado con la rubia María Jiménez, entonces no pasaría de las diez.

Aún así, sigo siendo un ferviente  admirador de ese poeta que pongamos habla de Madrid, de ese pirata cojo, de ese compositor que nombra al portero del Casino de Torrelodones, del que vive en el número 7 de la calle Melancolía, haya o no mucha, mucha policía, en suma de ese que tanto y tan bueno nos ha hecho soñar y ... pensar.

Y pese a lo dicho, también es verdad que el pasado viernes 13 de mayo, rodeado de amigos, familia y profesores, al compás de la guitarra de Emilio Cedrés y al piano de Agustín, nos dieron las diez y las once y las doce y la una y las dos y las tres y cantando al amanecer nos despidió “La Bruma”.

                                                 quicopurriños

A Don Joaquín Sabina

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