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domingo, 22 de mayo de 2022

“LOS CORDEROS DEL SIGLO XX Y EL BIENESTAR ECONÓMICO”

 

“LOS CORDEROS DEL SIGLO XX Y 

EL BIENESTAR ECONÓMICO”

Presentación

Buenas tardes, señoras y señores, y muy bien venidos a la presentación del libro “Los corderos del siglo XX y el bienestar económico”.

Antes de comenzar quiero agradecerles la asistencia a este acto pues nuestra presencia al mismo significa un incentivo, un apoyo y un abrazo para la autora, mi hija María José.

Para todos nosotros, para los amantes de la poesía, la presentación de una nueva obra poética debe de ser siempre una celebración, y por ello, es para mí un gran placer compartir con ustedes la alegría de este momento. Nuestra presencia hoy aquí constata muchas cosas que ya sabíamos, y es que María José es una mujer muy querida y admirada, por su entrega como profesional de la enseñanza, por su arte poético y por estar presente en muchos eventos culturales.

El presente poemario María José lo ha dedicado a su hija Elena, mi nieta, que ya ha hecho sus primeros pinitos en el mundo de las letras con su poemario “El disparo de la discordia”, además de participar en eventos y colaborar con su joven pluma en varias publicaciones literarias. Desde aquí la animo a que continúe enriqueciendo y ampliando su interesante creación poética.

A veces hablamos del poeta y alabamos sus logros literarios, pero nos olvidamos de la persona y de su faceta profesional y artística. María José es una mujer muy activa, ligada a la enseñanza, y de forma apasionada al mundo de la literatura, participando, como ya hemos dicho, en actos, eventos, charlas y presentaciones culturales que pidan su colaboración. Solo hay que leer la solapa de este libro para hacernos una idea de su amplio currículum literario. Siempre está inmersa en proyectos culturales e ideando nuevas técnicas para conseguir una metodología más eficaz y una didáctica de más fácil acceso para los niños. Yo mismo he sido beneficiario de su entusiasmo cultural. Conservo con cariño el diploma que me concedió al incluir una de mis novelas en el proyecto “Encuentros con el autor”. Los niños la leyeron, me entrevistaron y adornaron una de las paredes de la sala Poeta Domingo Rivero con dibujos referidos a la novela.

Al ser poeta, María José es artista, porque artista es todo aquel que crea belleza, ya que la belleza es la esencia fundamental de cualquier obra de arte. ¿Qué es arte?, nos preguntamos a veces. Generalmente se le define como cualquier actividad humana hecha con esmero y dedicación. A esta definición, el periodista Luis León Barreto en su sección Ida y Vuelta del periódico La Provincia, en un artículo titulado “Arte para enfrentar la pandemia”, asegura que «El arte, en su relación con la belleza y la tragedia, puede transmitir sentimientos, complacencias y derrotas». Y es verdad. En mi primer viaje a Roma con mi mujer, recuerdo la visita que el grupo hizo al David de Miguel Ángel. El guía era experto conocedor de la obra escultórica de esta figura universal. No solo nos hizo contemplar la perfección de la escultura en sí, sino vibrar de emoción al descubrirnos y hacernos ver detalladamente el momento en que se encontraba David, el instante de poner en marcha la honda mortal, la intensidad de su mirada, la posición de su cuerpo, la hinchazón de las venas del brazo antes de lanzar la mortal piedra. Un enorme sentimiento de valor y heroísmo inundó a todo el grupo. Es verdad lo que afirma Luis: el arte transmite sentimientos.

De las bellas artes tradicionales, la poesía ―como parte de la literatura―, es arte con mayúscula, y así como la esencia de un perfume se conserva en frascos pequeños, la poesía necesita de muy poco espacio para crear belleza, que es la finalidad de todo arte. Si hablamos de las Bellas Artes, el escultor o el arquitecto se vale de herramientas, como el cincel o el martillo para crear su obra; el pintor, de lienzos, colores y pinceles; el músico, de instrumentos; el cineasta, de actores, escenarios y efectos; sin embargo, el o la poeta, solo necesita la palabra. Con pocas palabras o un solo verso es capaz de crear enorme belleza. Para ello se aísla, medita, cierra los ojos y las busca en su corazón, en su alma; y cuando las encuentra, experimenta un gozo tan sublime que se cree transportado a las estrellas o encontrarse en el mismísimo paraíso o en el cielo con Dios. Y rápidamente las incluirá en el poema y las guardará allí como un tesoro de valor incalculable. Y nosotros, al leer el poema y descubrirlas, disfrutaremos de un placer tan grande que nos hará vibrar y disfrutar de la belleza y grandeza de un pensamiento divino, inapreciable, que a veces mina nuestra conciencia y revoluciona nuestro modo de vida y forma de pensar. Porque el poeta es innovador, es un revolucionario que ama al mundo, lo siente, lo escucha, y es el vigía de lo que en él ocurre. Y cuando el mundo está en peligro, el poeta le ofrece el poder de su palabra para salvarlo. El mundo necesita su verso, su poema, palabras que alimenten su espíritu.  A veces el poema es solo la expresión de un deseo, ese deseo que tienen todos los poetas de cambiar el mundo a mejor.

Ser partícipe de la presentación de un poemario es para mí un gran honor y todo un orgullo; sin embargo, lo considero un atrevimiento por mi parte. Lo digo porque cuando leo un buen poema ―y creo que a muchos de los presentes les pasa lo mismo― me siento tan dentro de él que me adueño de emociones que no son mías, y me considero usurpador de los sentimientos más íntimos del poeta. Y amamos la poesía porque nos da vida, es la esencia que alimenta nuestra alma, no solo la del poeta, sino la de cualquier ser humano que lo lea. Es el frasco que encierra el perfume de los sentimientos más íntimos. Cuando el o la poeta escribe, lo que hace es expresar de forma maravillosa, a veces sublime, los diferentes estados por los que su alma atraviesa en cualquier momento trascendental de su vida: en momentos de placer, de amor, de odio o desamor. Y ese deseo imperativo de expresar sus sentimientos más íntimos le surge en cualquier lugar; de día o de noche; contemplando un bello paisaje, admirando la belleza de una puesta de sol, la hermosura de una mujer, la inmensidad del mar, o encontrándose en la soledad y tranquilidad de su habitación.

Cuando María José me entregó el poemario me quedé unos segundos observando la ilustración de la portada, creación de Óscar Valido. Creí ver un hombre lobo, o un lobo disfrazado de hombre. De pronto pensé: “Este poemario debe tratar del hombre acaparador; el que destruye; el que esclaviza; el que humilla; el empoderado; el que derrota al débil y lo devora”. Sin duda, se trata del hombre lobo, me dije. Y me vino a la mente historias que me contaron parientes gallegos de mi mujer, ocurridas en las oscuras Fragas del Eume, esos bosques aislados y de difícil acceso de Galicia desde donde los lobos hambrientos salen durante la noche y devoran el ganado. E hice un paralelismo con el hombre de la portada en mi subconsciente. Pero en cuanto comencé a leer este poemario, comprendí que el gráfico de la portada no representaba al hombre lobo, sino al hombre cordero. ¿Quién será este ser para erigirse protagonista en muchos de los poemas? ¿A quién representa?, me pregunté.

Ahora, en silencio, el mundo llora la ausencia de los corderos…” afirma la autora en el Exordio, que más que un comienzo parece un final. ¿Se habrán extinguido? El estudio de este personaje tentó mi curiosidad y lo he seguido a lo largo del poemario. Por eso centré todo mi interés en descubrirlo.

Los 74 poemas se presentan separados por páginas en negro conteniendo textos con caracteres en blanco que parecen ser resúmenes o esencias de los poemas que le siguen: “Me estaba matando. Dulce cordero”, o “Camino sin rumbo, acariciando el momento”, se lee en algunas. En otras, la autora nos ofrece frases de interés social, como una invitación para ser debatidas: “Y la enseñanza, hoy con otro nombre, sigue en la misma línea”, escribe en la página 65; o muestra su desacuerdo con la política: Da igual quien gobierne. La cartera de los políticos siempre estará colmada. El estómago de los pobres, vacío, asegura en la página 89.

El poemario comienza con la imaginaria protagonista apoyada en la barra de un bar, recordando un amor mentiroso, indigno y falso que desea olvidar:

“Malditos recuerdos que atan mi cerebro

Malditos recuerdos que narcotizan mi alma

escribe en el poema 1,

 

En el poema 2 lo quiere borrar de su mente:

Nadie te recuerda, ya no existes,

Tu nombre escrito en el viento

vacía los ojos del corazón”,

 

Y en el 3 quiere liberar su mente y su alma de cualquier vestigio suyo:

Mis huesos duermen con el perfume

de la mentira, de tu mentira.

Quisiera volar, liberar mi mente,

limpiar mi alma.

¿Quién es este ser? me pregunto.

 

El poema 5 me da una sugerente idea:

Hombre que vuela besando corazones ajenos,

acechando a débiles palomas, enajenando mentes…”

 

En el poema 6, la protagonista los repudia y maldice:

Apestan a estiércol…

Malditos inconscientes que pagan para que les den amor…”,

 

En el 12 nos señala un elemento en su indumentaria, común para todos ellos:

«Los murciélagos salen de sus cuevas con gafas de sol…»

 

En el poema 18 los trata de borregos:

Borregos de inculta estirpe…”.

 

Y en el 20, los desprecia por creerse donjuanes:

Hoy te he visto sonreírme

Susurrando mi nombre entre tus dientes,

balando para conquistarme…

 

Son seres que aparentan ser poderosos, pero no son nadie, asegura la protagonista en el poema 26:

La música me traslada a la fiesta de los borregos

que solo berrean la melodía del comisario…”

 

Como se creen poderosos, seducen, aman y destruyen, sin remordimientos. Son personas sin alma, sin principios, que no tienen conciencia. Hagan lo que hagan, destruyan a quien destruyan salen impunes, sus fechorías se ocultan, no se dan a conocer, se guarda silencio:

Y salieron perfumados los hombres importantes

de importantes carreras

donde el silencio se adorna con el humo de los habanos

nos asegura en el poema 32.

 

Y a estos seres se les llena la boca de mentiras, de vanagloria, de superioridad:

Tu boca se llena hablando de tu estirpe

A los amores en horas trasnochadas… ,

escribe en el poema 33.

 

Muchos de los poemas son como flases de momentos que la protagonista recuerda con nostalgia:

“Mi café se enfría en una mañana

Donde tú ya has dejado de existir…”,

canta en el poema 40.

 

Y en el 42, confiesa:

Aunque tú no lo sepas

Aún miro tu foto

Guardada en la caja de aquellos años

Amarillenta y arrugada

 

Los últimos poemas del libro tratan de la degradación de estos corderos.

Así nos lo dice en el poema 54:

Los corderos atraviesan callejuelas

empedradas donde los aromas

del vino despiertan el aburrimiento.

 

Y en el 56, la protagonista los ve inalterables al paso del tiempo, obrando siempre igual:

La noche enturbiaba su cabeza.

La edad no pasaba, se divertía como antes… ,

 

Aunque en el 59, la autora parece que se ríe de ellos y les cuenta la verdad:

El sexo quedó congelado mirando al tiempo.

 

Finalmente, en el poema 70, la poeta se queja de la vida que estos seres dan a su familia:

” Esposas afligidas aguardaban a corderos con chaquetas perfumadas …”

 

Muchos de los poemas encierran sentimientos de tristeza y dolor motivados por la decadencia de la vida en el núcleo familiar, por el retroceso de los valores sociales y de la cultura en general. Muchos de los temas expuestos en el presente poemario son una denuncia a los que ostentan un poder que no les corresponde ni se merecen; a los que alardean de ser amos cuando en realidad son ignorantes corderos, que, cansados de fingir, finalmente se abandonan y deambulan perdidos por la vida con la cervical rota de tanta sumisión.

En muchos poemas María José siente una gran pena por la escasa calidad intelectual de la sociedad actual. Tristeza, desesperanza y lamentos se desgranan en muchos de ellos. En algunos, la poeta rompe el silencio y se expresa con una temática tan real y sincera que parece atravesar los poros de su piel y hundirse en su propia carne.

María José, que tiene al Magisterio como base de su existencia y profesión, está muy preocupada con la intromisión de estos seres oscuros en un espacio tan sagrado como es La Enseñanza, ya que estos intrusos menosprecian la verdadera cultura e intentan crear normas degradantes con el fin de que los jóvenes crezcan en la ignorancia, para dominarlos y adoctrinarlos fácilmente:

“La educación engordando ignorantes, para que no entiendan. Borregos… borregos”, nos dice la autora al final de la página 100. ¿Serán estos los protagonistas que yo andaba buscando?

Para acabar, quiero hacer constar que el camino del poeta, este sendero de creador no es siempre un camino de rosas. Hay aromas de gloria, pero también espinas de dolor.

Las envidias salen a pasear por mi jardín…

se queja la autora en el poema 45.

 

María José, yo te animo a que continúes y perseveres en tu creación literaria, sin miedo a esos tropiezos y dificultades que, como dices en el poema, te amenazan.

Quiero finalizar citando la frase de aliento con la que Luis León Barreto cierra su artículo “La Palma y Ucrania, el volcán y la guerra”, que parece hecha para tí: «¿Desfallecer? No. ¿Resistir? Siempre. ¿Rendirse? Nunca».

 Y nada más. Gracias por su atención.

 

José Godoy Pérez 19/05/2022

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