LA FÁBULA DE LA PRESENTADORA Y EL LEÓN
El
relato de la antipolítica entra a la política como un caballo de Troya desde
una opinión pública colapsada de hastío, frustrada, y carente de un espíritu
aglutinador
EMILIANO GULLO
La presentadora de
televisión Viviana Canosa junto
al economista y político Javier Milei.
Prime time del canal América 24. La presentadora. Cabello amarillo; lacio, marcialmente liso. La nariz respingada. La boca sobria. Los dientes blanco perla. El maquillado de bronceado constante. Es la cuarta vez que lo trae a su programa en el último año.
Ecandidato. Economista, 51 años. La cara limpia, afeitada al ras. Más: nunca afeitada, púber. El cabello revuelto y detenido en el aire; un cabello en moto. Los ojos azules –pequeños y cristalinos, acuosos– abiertos con fuerza, sostenidos. Podría ser una estatua viviente o el play de un sticker. O un escualo.
Faltan dos años
para las elecciones presidenciales en Argentina. El candidato sabe que es un
tiempo suficiente para que suceda cualquier cosa. La más disparatada. Incluso
que él sea presidente. La presentadora también. Suena Panic show, de La Renga,
el grupo argentino de rock tradicional más convocante y masivo, con letras que
evocan a la simpleza barrial y llaman a la desobediencia y la rebelión. El
candidato la adoptó como himno. Sobre los escenarios, en un estudio de
televisión. Siempre se escucha:
¡Hola a todos! Yo
soy el león,
rugió la bestia en
medio de la avenida,
todos corrieron,
sin entender,
panic show a plena
luz del día.
Por favor no huyan
de mí,
yo soy el rey de un
mundo perdido,
soy el rey y te
destrozaré,
todos los cómplices
son de mi apetito.
La presentadora y
el candidato cantan arriba de la música. Se dan la mano; se sostienen de las
manos y se mueven como si estuvieran saltando, pero sentados. Se sueltan. La
presentadora sonríe. Lo introduce.
– ¿Cuándo a vos te
dicen que hacés antipolítica, además de querer ningunearte, hay otro objetivo
detrás de eso?
– La verdadera
antipolítica son los chorros de la casta. Es decir, esos que están tan
nerviosos con lo que está pasando con las ideas de la libertad y están todo el
día agrediéndome.
—---------
Donde haya un
micrófono, Javier Milei repite sus consignas como una perforadora de cemento.
Una estrategia de demolición mediática basada en una ecuación simple y eficaz:
exaltar demandas legítimas e irresueltas con métodos y propuestas que van exactamente
en contra de esas demandas. Libertad, Libertad, Libertad, se llama el libro que
Milei y su entonces socio y amigo Diego Giacomini publicaron en 2019, donde
sostienen, otra vez, la necesidad de eliminar al Estado para la libertad total.
Del individuo. Pero para entrar en el sistema político y así, desde adentro,
eliminar al Estado –dice en la introducción– será necesario esperar diez o
veinte años. La casta –estamento social inamovible, inexpugnable y rellena de
beneficios– aparece más de 20 veces a lo largo del libro. El problema, para
Milei y Giacomini, es que la política ha cooptado todo. El leviatán se ha
reproducido para establecer un sistema de castas, corruptas, parasitarias;
creadora de todas las miserias, calamidades y, sobre todas las cosas, creadora
de impuestos.
Se lee en un pasaje
de Libertad, Libertad, Libertad: “Una vez separada de la Iglesia, la casta
política se alió con los intelectuales laicos, específicamente con la nueva
casta de profesores, doctores, historiadores, maestros, economistas
tecnócratas, trabajadores sociales, sociólogos, ingenieros”. La casta está en
todos lados y su legitimidad comienza desde muy temprana edad. “La educación
pública es quien nos enseña que está bien que el Estado y sus políticos nos
impongan impuestos y gasten nuestro dinero en lo que ellos consideran que hay
que gastarlo”. Así las cosas, la educación pública atenta contra la libertad,
libertad, libertad.
La lucha de Milei y
sus seguidores contra el Estado es la misma que tienen contra el colectivismo;
o sea contra cualquier idea de solidaridad. La libertad aparece así más cercana
a la que tienen los participantes de El juego del calamar que a la genuina
posibilidad de elegir. Pero ¿quién puede estar en contra de la libertad? No hay
palabra que retumbe tan positivamente como libertad. No hay civilización ni
cultura que se alce contra la libertad. No hay sindicato, ni organización, ni
partido político que sostenga una lucha en contra de la libertad. Libertad,
libertad, libertad.
La lucha de Milei contra
el Estado es la misma que tiene contra el colectivismo; o sea contra cualquier
idea de solidaridad
Claro que no es una
ocurrencia de Milei y su partido Avanza Libertad. Desde el liberalismo o desde
el conservadurismo, la derecha siempre fue más rápida y menos escrupulosa para
apropiarse, entre otras cosas, de dos conceptos básicos de la humanidad
occidental: violencia y libertad. Estados Unidos invadiendo cualquier país en
cualquier parte del mundo en cualquier momento de la historia. Bombas y fuego
para la libertad.
Milei sube al
escenario de una de las presentaciones de Libertad, Libertad, Libertad en la
provincia de Tucumán.
– Viva la libertad,
viva la libertad carajo, viva la libertad; grita con rabia, como esos
delanteros que anotan después de meses de sequía.
Enseguida se
presenta, habla de su identidad con ironía.
– Mi error es ser
liberal en un país de zurdos. –Agrieta, raspa la voz. Ruge. La sala está llena.
Muchos tienen menos de 30 años. Al final de la jornada lo abrazarán como a un
héroe, un salvador, un profeta.
Antes, cuando su
discurso atraviese el pasaje de los impuestos:
– ¡Hijos de puta,
hijos de puta, por qué no se van a la concha de su madre!
Noviembre de 2021.
Dos años después de esa presentación. Otro escenario. Esta vez, no es una sala
llena ni un auditorio colmado. Avanza Libertad alquiló el estadio Luna Park
como búnker de unas elecciones legislativas que están por dar los mejores
resultados para los liberales. Obtienen el 17 por ciento. Milei será diputado
nacional por la Ciudad de Buenos Aires. Como en un recital o una obra de
teatro. Como en un show, todos sus seguidores pagaron el ticket para ingresar y
ahora esperan su rugido mientras gritan contra el Estado, contra los controles,
contra la política. Por libertad, libertad, libertad.
– ¡Dije que no vení
acá para guiar corderos, sino para despertar leones, y los leones están
despertando!
El rostro de Milei
se enrojece, se hincha; la voz se le corta.
En la euforia de la
victoria, una escaramuza entre el público. Parece que alguien está intentando
sumarse al festejo con Milei y sus socios. Gritos. Un hombre vestido de saco y
corbata se cruza en el escenario, corre su saco y pone la mano sobre su
pistola, todavía enganchada en el cinturón. Mientras apoya su mano derecha en
su arma envainada, con la otra –también– apunta al público. Un socio del
candidato interviene. Para retar al público. El hombre armado es uno de los
empleados de seguridad de Avanza Libertad. Los leones se aquietan.
Meses después, el
candidato faltará a su primera actividad como diputado: el debate por el
presupuesto nacional. El candidato quiere ser presidente. Quiere entrar al
Estado para destruirlo desde adentro. Ser jefe del Banco Central para cerrarlo.
Terminar con la educación pública. No usa eufemismos ni frases rebuscadas. Lo
dice claro, fuerte. Lo ruge. Su vehemencia encuentra empatía en una sociedad
desencantada con los políticos por una razón, entre otras: sus vidas no
mejoran. En las villas miserias, donde muchos sobreviven gracias a la mínima
presencia del Estado, Milei sacó un promedio de 17 puntos. Desde 2003 hasta, al
menos, 2011 –durante los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner–, los índices
socioeconómicos mejoraron como nunca desde la vuelta de la democracia en 1983.
Pero ¿quién come de los recuerdos?
Hoy, frustrada la
utopía colectiva, el triunfo mundial del liberalismo tracciona un nuevo
horizonte: la utopía del individuo total
El relato de la
antipolítica entra a la política como un caballo de troya desde una opinión
pública colapsada de hastío, frustrada, y carente de un espíritu aglutinador.
En diciembre pasado se cumplieron 20 años del Argentinazo, el estallido social
que terminó con el gobierno de Antonio de la Rúa y con la continuidad de las
políticas neoliberales, impulsadas por la dictadura militar con el golpe de
1976. Comenzaron las asambleas populares; la autonomía; la comuna de París. La
burguesía restableció el estatus pero con varios límites: un Estado presente,
repartición de la torta de ingresos, ampliación de derechos civiles, y más.
Hoy, frustrada la utopía colectiva, el triunfo mundial del liberalismo
tracciona un nuevo horizonte: la utopía del individuo total.
Milei, el profeta
del individuo, enciende la envidia en la derecha tradicional, el pánico en el
progresismo y la curiosidad –y también el pánico– de la intelligentzia
argentina. Primero como show economista en programas de televisión, después
como caricatura de candidato –siempre como consultor técnico de grandes
empresas–, Milei despega desde su plataforma mediática como la figura política
que más incomoda al status quo. Algo así se pregunta Pablo Stefanoni en el
título de su último libro ¿La rebeldía se volvió de derecha?
La etimología de
rebeldía –volver a la guerra– podría dar una respuesta lineal, simple y
afirmativa a la pregunta de Stefanoni. Quizá la pregunta no sea tanto sobre la
identidad ideológica de los nuevos rebeldes sino el horizonte sobre el que
avanzan. Es decir, ¿qué es lo que está en peligro?
Una encuesta
realizada a principios de mayo entre 2.490 personas ubicó a Milei como
presidente si las elecciones primarias se hiciesen ahora, por encima de todos
los competidores con un 20,7 por ciento, un punto más que la actual
vicepresidenta Cristina Fernández.
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Otra noche de
luces. Hoy no hay gritos, no hay cantos, no hay rock. El león está sereno. La
presentadora lo zuza. Nada. Una explicación monetarista de la inflación. Datos
anualizados. Porcentajes. Números. Proyecciones. Anulación de controles.
Commodities. Brecha cambiaria. Más nada. Lo interrumpe y pide al director.
– Mostrame las
imágenes del desabastecimiento.
Las imágenes: dos
botellas de aceite de girasol en una góndola. Un cartel dice “máximo dos
unidades”.
– ¿Cuándo explota
esto Javier? Hoy escuché que falta arroz.
Le responde con un
libro sobre la inflación. Otra vez. Porcentajes. Déficit. Demanda. Dinero.
– ¿Hay que
dolarizar?
– Más que eso. Hay
que eliminar el Banco Central.
Ruge la
presentadora.
– ¡Empecemos a
organizarnos! ¡Se vuela todo por el aire! ¡Estamos a un paso de la hiperinflación!
¡No hacen un carajo!
El candidato pide
disculpas en nombre de otros economistas. Pide, también, tiempo para explicar.
Explicar. Sin rugidos, no hay show.
– Te lanzas en la
carrera para presidente. Estás más serio. ¿Es por eso? ¿Estoy hablando con el
futuro presidente de los argentinos?
Ahora sí, las manos
se juntan. No hay música ni saltos pero la presentadora y el candidato se
vuelven a sostener de la mano. Primer plano sobre él. Levanta las cejas para
expandir los pequeños ojos celestes. Va a decir algo importante. Anuncia que ya
está armando el gabinete de ministros. Todavía quedan lugares. No quiere contar
más sobre su futuro gobierno. Se detiene ahí. Se fija. Como su cabello. La
estatua viviente ya se movió hacia una nueva posición y ahí se quedará.
Congelado, hasta que alguien arroje la siguiente moneda.
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