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sábado, 14 de mayo de 2022

EXCEPCIÓN

 

EXCEPCIÓN

Fragmento

José Rivero Vivas

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LA HORNACINA – Obra: NL.19 (a-94) -Novela-

Ilustración de la cubierta:

Detalle, Bañistas en la habitación

Óleo sobre lienzo de Ernst Ludwig Kirchner.

(ISBN: 978-84-16759-18-7) D.L. TF – 726 -2016

Ediciones IDEA, Islas Canarias. Septiembre de 2016

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José Rivero Vivas

EXCEPCIÓN

(Fragmento: Cap. 1; págs.07-13)

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1

        -Seguro, Odón, que estoy medio sorda; pero, sé lo que digo. Pienso, además, con fundamento. No me vengan con jaquecas, que no estoy para bromas de mal gusto.

          ¿Quiénes son esos únicos, básicos o como sean considerados? También Fidencio es extraordinario, portentoso, y, sobre todo, original. Miren, si no, sus poemas.

 

Hay días que pasan sin concierto ni armonía:

desfallece el pulso y es quebranto la ansiedad.

Tiranía y pesar y acabamiento inconclusos

manifiesta violento el panegírico.

Suda la mies, al reposar el asno,

en su transporte diario,

tras arduo descenso en rocas de vergel sombrío,

donde acaece la ruptura entre lazos atávicos.

Cesa la madrugada y fina adviene el alba.

 

 

Cuando el rosal se cansa de sus espinas y exangüe deja caer las rosas al suelo, surge en la lejanía la silueta indefinida de un rayo tormentoso trasformando en catástrofe el discurrir bucólico.

-Perdona. Tengo los folios entreverados y no hay forma de acertar en la elección. Escucha estos versos, un tanto satíricos:

 

Virginal y cojonudo

asomaba el mozalbete

haciéndole morisquetas

a la mujer del tendero,

quien, lozana y pechugona,

reía provocativa,

mostrando sus blancos dientes

y canal alabastrina.

 

Qué hermosa, decía el chico.

Mas, ella:

Hola, zagal.

¿Qué te trae por aquí?

Vengo por peladillas

con las que endulzar la boca.

¿No te divierten las rosas?

Sí; también las azucenas.

Hasta la flor de los cardos

me honra cuando la miro,

cruzando por los senderos

camino de la alquería

que tiene Eusebio, mi tío.

 

Tú no vienes a menudo.

Aunque quisiera, no puedo,

Que me lo tienen prohibido.

¿Culpa de quién?

De mi tío,

que también la mira a usted.

 

La tendera se sonroja.

Luego, se acerca al muchacho.

 

Ven, hijo. Voy a mostrarte

mi parte escondida a solas,

para que aprendas de joven

el saber que al hombre aloca.

Sí que aprenderé, señora.

 

 

No me digas, Odón, que no es fino mi Fidencio, por más que esos ilustres censores dispongan que su cota no alcanza la elevada altitud estipulada para su admisión en La Hornacina, donde aparecen, de pie y sentados, las figuras relevantes de un parnaso, de existencia acaso condicionada por aspectos netamente literarios.

Así, tratando de alentarlo en su enconada lucha, enardecida le arengo:

Brega, Fidencio, sin pausa; de lo contrario, no te saldrá bien tu intento. Nadie será capaz de entender ese alegato farragoso, emprendido al inicio del siglo. Este texto de tu entraña, que en su día comenzaras, a instancias de tu amigo Odón, tiene necesidad de ser arrastrado hasta este momento. Como no procede su actualización, trata de cruzar, en su proceso, una historia contemporánea, relativa a cuanto dato aprontas en tu memoria, que al cabo de los años precisa, sin duda, de aire fresco que la libere del polvo acumulado sobre su existencia y su físico soporte. Ha sido prolongado el sueño de su archivo, producto del denso silencio a que ha sido condenada, aun sin ser de índole sospechosa la substancia de su íntima esencia.

-Constancia, usted cree encarnar la madre de aquel autor americano, fallecido accidentalmente. Ella apostó por la obra de su hijo, y no cejó en su empeño hasta verla publicada.

-Fue un éxito cabal en el mundo.

-A mí, personalmente, no me gustó.

-¿Sentiste resquemor?

-Es que la leí en inglés, y tal vez no la entendí.

-Haberla leído en español.

-Tengo la impresión de que no hubiese sido la misma novela.

-Vaya. ¿Y los clásicos griegos?

-Nos conformamos. Como cuando vemos esas películas después del doblaje.

-Gracias a esa técnica seguimos el tema.

-Cierto. Aun así, se esfuma el contacto directo.

-Fidencio escribe en tu mismo idioma, ¿cómo no lo lees?

-Están muy cerca de mí sus cosas.

-¿Precisas que sean remotas?

-Que haya suficiente perspectiva en el fluir de la historia.

-Esperemos que la próxima sea compuesta desde un ángulo trazado entre distancia y partida.

-Fidencio vive fuera del tiempo, sin advertir que disfrutamos plena modernidad, época casi perfecta, que deja bien atrás lamentos sociales trasnochados.

-¿Qué insinúas?

-Su perorata es insidiosa, y al cabo ofende.

-¿Se lo dirías a él directamente?

-Con toda franqueza.

Puede que sea brutal de sincero, y, a la primera oportunidad, arroja sin recato su personal opinión acerca de la información general, cuando el locutor de turno se instala prepotente en las ondas.

-Excusa, Odón, mi digresión, pero tengo que rebatir tu aserto.

A ti te sucede lo que a los grandes del saber, que se pierden en variadas explicaciones tan pronto se les toca algún punto delicado que consideran indispensable para el mantenimiento de su distinción. Piensan que el género humano está obligado a respetarles su condición de sabios, lo que en el fondo equivale a conceptuarse clase predilecta; así tú, como ellos mismos, no quieres darte cuenta de que la humanidad camina sobre su propio derrotero, sin consigna de salvación o condena para nadie, sino atenerse cada cual a su existencia, aun cuando ello signifique lucha y bravura y pasivismo y tibieza.

-Fidencio me lo hizo ver el otro día, mostrándome unas páginas de su novela antigua, titulada FORJA VENTUROSA.

Existe, en cierto tipo de individuos, un temor mal disimulado, que los lleva a pronosticar el profundo cataclismo que habrá de sobrevenir, en breve, si antes no se tuerce el rumbo de los acontecimientos y se encuentra justa medida para satisfacción general. Su actitud alarmante mueve a risa porque, sin duda, su miedo es infundado. No es verdad que la civilización vaya a sucumbir ni que sus logros serán desperdiciados. Ocurre que se aproxima una nueva era en la cual se eclipsarán favores y privilegios, lo que les parece odioso y abominable, por estimar que en esencia atenta contra su libertad y natural inclinación; por ello esgrimen fieros sus razones tratando de justificar su pesimismo ante el cambio radical que se insinúa. Sin embargo, olvidan que no habrá ruina para el pobre desgraciado, cuyas privaciones suponen la mayor calamidad concebible. Pero, quien nunca ha sido castigado por la privación no sabe calcular el bien disfrutado. La catástrofe que se vaticina no es sino su derrota como miembro de un grupo pretendidamente dominante, de una elite pensante, o acaso de persona que se acerca al árbol de más compacta sombra.

De aquí la reiteración continua a guisa de letanía:

          -Se os ha acabado el cuento, y lo sabéis; de aquí vuestra preocupación, vuestro terror, vuestro pánico cerval.

          Luego, en párrafos avanzados, confirma su pensamiento:

          No se vendrá el cielo abajo. No lloverá rayos ni entrarán en colisión los planetas con las naves espaciales enviadas a explorar el universo. Callaos la matraquilla y dejad la majadería. El momento apocalíptico acaece porque vais a quedar desligados de tantas ventajas como presumís. Habéis gozado de lo mejor y teméis terminar en lo peor. Nada menos cierto, porque no habrá diferencia entre las partes; en lo sucesivo se tratará de nivelar el concepto vertical de este entramado hasta que entendáis su pura horizontalidad. Entonces permaneceremos echados todos, sin obligación de soportar el peso de unos sobre los hombros de otros. Se acaban las clases inferiores, no sólo por perras sino por letras; ya era hora. Cada uno a su tarea, y aquellas que más disgusten las compartiremos, sin mirar quién es quién, porque cada cual es uno e indivisible. Lucharemos, pues, hasta el final de ese instante encubierto que os espanta. Para nosotros será el gran advenimiento, y la felicidad completa. Seremos iguales en lo fisiológico: comeremos lo mismo y dormiremos en casas calientes y nos asearemos en baños adecuados y así será por los siglos.

          -¿Tienes alguna objeción?

          -No existe en mi ánimo afán de protagonismo.

          -Entonces, demos por terminada la sesión.

          -Vale.

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José Rivero Vivas

EXCEPCIÓN

(Fragmento: Cap. 1; págs.07-13)

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LA HORNACINA – Obra: NL.19 (a-94) -Novela-

Ilustración de la cubierta:

Detalle, Bañistas en la habitación

Óleo sobre lienzo de Ernst Ludwig Kirchner.

(ISBN: 978-84-16759-18-7) D.L. TF – 726 -2016

Ediciones IDEA, Islas Canarias. Septiembre de 2016

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