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lunes, 11 de abril de 2022

EN BUSCA DEL YATE PERDIDO

 

EN BUSCA DEL YATE PERDIDO

JUAN LOSA

Un yate navega las aguas de Porto Montenegro,

a 12 de marzo de 2022.- REUTERS

La vida, en ocasiones, va como sincronizada. Los semáforos se alinean de vuelta a casa y sentimos que el azar –a menudo hostil– nos concede una tregua. Otras, en cambio, la vida se atasca. El hechizo se va al carajo y lo cotidiano, que antes parecía fluir, se desajusta sin motivo aparente. Maldecimos entonces esa caprichosa matemática que rige la coreografía diaria, la misma que nos hace perder el metro por unos segundos y que nos deja ahí varados, todavía jadeantes, bajo la mirada altiva de los que sí llegaron, de los afortunados que ya enfilan lo negro a velocidad suburbana.

 

Pienso entonces qué minuto podría haberme ahorrado para llegar a tiempo. Tiro del hilo y hago acopio de instantes superfluos, que al no ser yo ministro pues tengo lo que viene siendo un minutaje extenso. Pienso en despedidas que se eternizan, pitillos a destiempo, bostezos infinitos y empanamientos diversos. Identifico en un leve pestañeo o en el contemplar absorto de un jilguero indicios de una futura demora, una que todavía no se ha producido, que está por llegar. Pero echar la vista atrás es un pozo sin fondo, escrutar la propia vida de uno con ánimo revisionista no tiene ni puta gracia. Sólo lleva al desconsuelo.

 

El caso es que anoche, carrerita mediante, perdí uno de los últimos metros. Como el siguiente pasaba en ocho minutos me entregué al desconsuelo, más por distracción que por puro desaliento. Tiré del hilo y fui recopilando minutos desiertos, cachos de tiempo sin oficio ni beneficio que explicarían mis actuales demoras. Fruto de esa labor cuasi arqueológica, pronto los minutos se convirtieron en horas y las horas en días. Al final había perdido tanto tiempo que lo que me quedaban eran los restos. O peor aún, que estaba hecho de huecos. Quién sabe en qué podría haberme convertido de haber gestionado con rigor todo ese tiempo mío, de no haber perdido ni un segundo.

 

Ahora el tiempo sería mío. O un yate en su defecto.

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