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martes, 1 de febrero de 2022

LOS PAÍSES MÁS RICOS CONTRA UNA ECONOMÍA POBRE

 

LOS PAÍSES MÁS RICOS CONTRA 

UNA ECONOMÍA POBRE

El PIB de Rusia es un poco más alto que el de España. Si la UE aplicara sanciones draconianas, la economía rusa se hundiría y los perjuicios para los ciudadanos europeos serían enormes

GINÉS DE PASAMONTE

La tensión actual en Ucrania entre Rusia y los países que integran la OTAN está llenando páginas de periódicos y espacios de televisión, pero, a pesar de que el presidente Biden ha dejado claro que no habrá una intervención militar de su país en caso de avance de las tropas rusas en territorio ucraniano y que lo que habrá será una serie de sanciones económicas poco menos que apocalípticas, apenas hay análisis de las condiciones económicas en las que se desarrollaría este hipotético conflicto.

Si intentamos una valoración objetiva nos encontramos con los siguientes datos referidos a 2020:

  • El PIB de Rusia fue de 1,293 billones de euros.
  • El de la zona euro, 11,4 billones de euros.
  • El de Estados Unidos, 18,22 billones de euros.
  • La suma de los PIB de la eurozona + EE.UU. fue de 29, 6 billones de euros

De acuerdo con estas cuentas el PIB de la Eurozona más EEUU es 22,96 veces mayor que el de Rusia.

Solo hemos sumado el PIB de la zona euro, si sumásemos el del conjunto de la UE y el del Reino Unido, que en estos momentos son “enemigos” de Rusia, la proporción de dispararía. Y si se abarcan los países de la OTAN que no están en la UE (Turquía, Canadá) la desproporción sería más amplia. 

Si la comparación la hacemos con la renta per cápita, nos encontramos:

– Rusia: 8.846 euros

– Estados Unidos: 55.471 euros

– Eurozona: 33.250 euros

El gasto anual en defensa es: 

– Rusia: 55.128,6 millones de euros

– Estados Unidos: 684.352 millones de euros

– Eurozona: 175.103,6 millones de euros

Si sumamos Estados Unidos + Zona euro: 859.455,6 millones de euros.

Es decir, que sin contar a Canadá, Suecia, Reino Unido, Turquía…, el gasto militar de la zona occidental sería 15,59 veces el de Rusia.

Si la comparación la hacemos en capacidad nuclear, las fuerzas de las “partes” están más equilibradas.

*Ojivas desplegadas se refiere a ojivas colocadas en misiles o ubicadas en bases con fuerzas operativas.

**Otras ojivas nucleares se refiere a las ojivas almacenadas o de reserva y a las ojivas retiradas en espera de ser desmanteladas.

En términos de economía financiera, la supremacía global norteamericana es absoluta, no solo por la hegemonía del dólar, que, entre otras cosas, permite sancionar a cualquier empresa del mundo que lo utilice en sus intercambios con Rusia si así lo quiere EEUU, sino también por su control de los mercados financieros, bonos, derivados, etc., de los mercados interbancarios, del Swift, que es el sistema a través del cual se relacionan los bancos de todo el mundo, etcétera. 

Por eso, cuando los representantes de las potencias occidentales dicen que si Rusia hace algo en Ucrania le impondrán sanciones económicas muy severas, la cosa no es una broma; puede tener efectos muy graves sobre la economía rusa. Después de la anexión de Crimea se impusieron sanciones económicas a Moscú que no tuvieron efectos disuasorios ni prácticos; sin embargo, ahora podrían ser más graves y apuntar al sistema financiero y a las exportaciones rusas. 

Se habla de que el “botón nuclear” de las sanciones sería desconectar a los bancos rusos del sistema Swift. Sin duda eso les crearía problemas ya que es la interconexión global de la operativa bancaria, pero aún se puede ir más allá impidiendo a los grandes bancos rusos que operen en la mayor parte del mundo. Los efectos de esto sobre las empresas y los ciudadanos rusos serían demoledores ya que, probablemente, provocaría una crisis del sistema financiero ruso que obligaría a la intervención del Estado y arrastraría consigo una serie de secuelas que irían desde la paralización de las inversiones a una devaluación del rublo.

Rusia forma parte del sistema financiero global, sus bonos, públicos y privados, y las acciones de muchas de sus empresas integran parte de las carteras de inversores occidentales y, con toda seguridad, esos activos se depreciarían si se impusieran sanciones. Los inversores tendrían pérdidas.

Pero donde más daño pueden hacer las sanciones sería en las exportaciones que, según las cifras de 2020, suponen el 22,46% del PIB ruso.

El problema que tendría este abanico de sanciones es su repercusión en la UE, y este detalle es importante porque el daño a la economía norteamericana sería menor.

Con un posible embargo de las exportaciones, el problema es que la UE es muy dependiente de la energía fósil procedente de Rusia y no sería nada fácil sustituirlas; los costes serían demasiado altos. No es ya que las casas se quedasen sin calefacción y las empresas sin suficientes recursos energéticos, es que la inflación y sus efectos negativos se dispararían.

Obviamente, las sanciones que afectasen a los combustibles fósiles no se podrían aplicar abruptamente, sino paulatinamente, y con ello podrían perder eficacia coercitiva, y esto suponiendo que se pueda reconstruir en un tiempo prudencial una red de abastecimiento alternativa tan grande como hoy es la rusa, con cuatro grandes gasoductos que desembocan en la UE y otro más, el Nordstream 2, acabado y esperando el visto bueno, político, de las autoridades regulatorias alemanas. 

A pesar de que, según datos de Goldman Sachs, las exportaciones de gas natural licuado de EEUU a la UE se han disparado –crecieron un 33% en diciembre respecto a noviembre y un 145% en tasa interanual–, este aumento de la capacidad de aprovisionarse a través de EEUU no sería suficiente para compensar los actuales suministros rusos. A estos efectos, EEUU ya es beneficiario de la actual tensión porque se ha convertido en el mayor exportador de gas licuado del mundo.

Pensar que Rusia no tendría problemas para dar salida a sus excedentes de combustibles fósiles, porque siempre le quedaría China con su voracidad energética, es quimérico y no solo por un problema de infraestructuras, sino también de capacidad de absorción del país asiático.

Estamos, de forma evidente, ante un enfrentamiento asimétrico: los países más ricos del mundo contra una economía pobre –lo llaman “emergente”– cuyo armamento nuclear no le sirve para mucho más que garantizar que no sea atacado. Y ante un choque muy perjudicial para la UE: si se aplican sanciones económicas a Rusia, también serían víctimas la mayoría de los ciudadanos europeos.

Muchos analistas norteamericanos y europeos se inclinan por buscar una alianza con Rusia, alegando que si el rival de EE.UU. es China, es una necesidad estratégica

Entonces ¿qué sentido tiene la actual tensión? ¿Por qué hemos llegado hasta aquí? Los periodistas-sicarios, y soberbios, lo tienen claro: la culpa es de Putin y de su agresividad, puesta de manifiesto con la anexión de Crimea, en la guerra del Donbass y en el acantonamiento de tropas en la frontera con Ucrania. Este análisis olvida la progresión lenta e imparable de la OTAN hacia las fronteras rusas. Si en algún momento comenzó una dinámica agresiva, ese fue cuando 15 países (si incluimos Alemania del Este y algunas de las repúblicas exyugoslavas) se integraron en la OTAN, en un avance sin contemplaciones hacia las fronteras rusas que ha durado desde 1989 hasta 2020. Este avance hostil nos devuelve a la pregunta del principio: ¿para qué?

Si vamos más allá de los belicistas caseros quizás encontremos alguna respuesta. Hay muchos analistas norteamericanos, algunos conservadores, pero nada beatos, y europeos (el Instituto Brueghel en algunos artículos y, recientemente, una componente del equipo de Josep Borrell, por ejemplo) que se inclinan por buscar una alianza con Rusia, alegando que si el rival principal de Estados Unidos es China, es una necesidad estratégica; por el contrario, echar a Rusia en brazos de China sería un grave error.

Otros, también en una línea de realismo estratégico, recuerdan las inmensas reservas de recursos que guarda el país más extenso del planeta, sin olvidar que también es el que tiene una frontera más grande en el Ártico, promisorio paraíso de materias primas y de nuevas rutas marítimas gracias a la maldición del cambio climático.

En torno a estas dos cuestiones podrían estar las claves de la tensión actual. Si es así, ¿por qué no llegar a algún tipo de entendimiento con Rusia? ¿Por qué no explorar vías amistosas? Porque con Rusia se da un problema histórico: es una economía pobre pero demasiado fuerte militarmente para ser sometida. De lo que se trataría es de debilitarla hasta ponerla en una situación en la que no le quede más remedio que pactar en condiciones de sumisión. Como bélicamente no se puede conseguir, se trataría de apretar las clavijas poco a poco combinando presión militar, que le obligue a destinar recursos a la defensa, con herramientas económicas que, en los últimos tiempos, han resultado verdaderas armas de destrucción masiva, como se vio en el caso de Grecia. 

Esta opción pone en evidencia las contradicciones en las que se mueven los países ricos. No pueden dañar sin dañarse o, mejor dicho, sin dañar a las poblaciones de una y otra parte, y dejan al margen los problemas que amenazan a la propia especie como el cambio climático o las enfermedades pandémicas. 

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Ginés de Pasamonte (pseudónimo) es economista.

 

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