FRANCO Y MILLÁN ASTRAY, DOS MATONES DE BARRA DE BAR
SERGI SOL
"Tiembla cuando oye el silbido de las balas y rehúye de su puesto y explota de la manera más inicua una herida que en cualquier otro habría sido leve y por condescendía de médico llega a ser grave y le cuesta al estado 9.135 pts".
Con esas palabras se refiere el General Domingo Batet a la actitud de uno de los mandos africanistas en el campo de batalla ante los guerrilleros bereberes, en el frente del Rif en los años 20, en un informe oficial al Ministerio de Defensa tras el desastre de Annual de 1921. ¿Pero de quien habla, de quien se trata?
Contaba Paul
Preston que Francisco Franco Bahamonde supo siempre manejar con habilidad a la
prensa y forjarse una imagen, un mito, que tenía en la gallardía uno de sus
puntales. No era un tipo fornido, ni ostentaba una voz grave, ni sus ademanes
eran expeditivos. Ni tampoco fue nunca, tampoco pasó por ello, un hombre
atractivo que encandilase a las mujeres.
De los tres
dictadores europeos coetáneos, el español fue el más bajito. Justo 1,63, por
1,69 de Mussolini que tampoco era una torre y 1,75 Adolf Hitler. Además, Franco
distaba mucho de ser un tipo esbelto y sí rechoncho.
Forjó su crédito
militar y su leyenda combatiendo en Marruecos, contra las tribus del Rif, una
guerra sin cuartel que tuvo su episodio más atroz en el llamado Desatre de
Annual cuando perecieron miles de soldados masacrados por los rifeños que
pasaron a los españoles a cuchillo, incluido al General Silvestre, que en una
alocada carrera hacia adelante, empujado por el mismo Rey Alfonso XIII, llevó al
Ejército español al peor desastre conocido, a la mayor vergüenza frente a unos
combatientes que eran inferior en número y medios. Pero de cuya ferocidad dan
cuenta las crónicas de la época. La misma de la que más tarde se sirvieron los
generales africanistas contra la República y sus gentes.
Franco, como Millán
Astray, forjó en las escaramuzas de Marruecos su prestigio y habida cuenta del
desastre colonial cabe preguntarse cómo es posible que así fuera, que los
llamados generales africanistas salieran de esa nefasta contienda no sólo
airosos si no habiéndose labrado una reputación de guerreros y valerosos
generales. Decía Franco a sus biógrafos: "La guerra fue siempre lo mío, en
la guerra estaba yo seguro". Claro que la única guerra que ganó fue, con
sus moros en vanguardia, la que ejecutó contra sus compatriotas. Pues bien, en
su sucinto informe el General Batet retrata sin tapujos las supuestas
heroicidades los mandos de la Guerra del Rif. "Algunos oficiales de
Regulares (marroquís y españoles) y del Tercio (Legión) se sienten valientes a
fuerza de morfina, cocaína o alcohol; se baten, sobre todo los primeros, en
camelo: mucha teatralidad, mucho ponderar los hechos y mucho echarse para atrás
y a la desbandada cuando encuentran verdadera resistencia".
Millán Astray, el
fundador de la Legión, es el paradigma de esa gallardía e incluso desprecio por
la propia vida. Aunque no murió en el campo de batalla si no en la cama, como
el Caudillo. El aspecto de Millán Astray era el de un temerario tullido al que
se le presumían agallas por sus cicatrices de ‘guerra’. Era el novio de la
muerte. Perdió un brazo al frente de sus legionarios y también un ojo luego que
una bala le reventara media cara. Pues bien, en el informe que el General
Domingo Batet (abuelo de la actual presidenta del Congreso) hizo tras el
Desastre de Annual, no hay asomo de ese coraje. Ni un atisbo.
Tampoco en su
venerado Francisco Franco que como el resto de africanistas hizo una carrera
meteórica por sus supuestos méritos de guerra en el Rif. El grueso del golpismo
se forjó en el norte de África, en áridas llanuras bereberes, y también gracias
a eso ascendieron en el escalafón militar con una rapidez inaudita. No en vano,
Franco fue el general más joven de toda Europa. Y pese a todo no logró su ansiada
Cruz Laureada de San Fernando, más conocida como ‘la Laureada’, la más preciada
condecoración militar. Tal vez, porque como dejó escrito el General Batet en su
informe oficial "el Comandante Francisco Franco, tan traído y llevado por
su valor; tiene poco de militar, ni siente satisfacción de estar con sus
soldados, pues se pasó cuatro meses en la plaza para curarse enfermedad
voluntaria, que muy bien pudiera haberlo hecho en el campo, explotando
vergonzosa y descaradamente una enfermedad que no le impedía estar todo el día
en bares y círculos". Y tal vez por eso jamás se le concedió la Laureada,
se la dio luego él mismo, puesto que "Oficial como éste, que pide la
Laureada y no se le concede, donde con tanta facilidad se ha dado, porque sólo
realizó el cumplimiento de su deber, ya está militarmente calificado".
Luego, en 1936,
tras empezar la Cruzada Nacional, Franco tomó venganza del General Batet, el
mismo que había sofocado en Catalunya la
rebelión de 6 de Octubre de 1934 y detenido al Presidente Lluís Companys. Lo
fusiló, por desafecto y por traidor.
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