VARGAS LLOSA OTRA VEZ EN LOS PAPELES
DAVID TORRES
El presidente del PP, Pablo Casado (d), al inicio de un debate sobre 'Libertad frente al populismo' junto a Mario Vargas Llosa (i), Premio Nobel de Literatura, en el marco de la Convención Nacional del PP. A 30 de septiembre de 2021, en Sevilla (Andalucía, España).- EUROPA PRESS
Hay varias
versiones de la visita de Vargas Llosa a Borges, allá por los años 80, pero
todas -incluida la del propio Vargas Llosa- coinciden en que hubo un momento
más bien incómodo en que la entrevista terminó y la conversación pasó de la
literatura al mobiliario. Vargas Llosa se mostró sorprendido por la modestia en
que vivía el gran escritor argentino, en un apartamento ruinoso con las paredes
desconchadas y goteras en el techo. Al parecer, esta observación molestó
profundamente a Borges, que desde entonces guardó las distancias. Según Ricardo
Piglia, Borges comentó al día siguiente: "Vino a verme un peruano que debe
trabajar en una inmobiliaria, porque quería que yo me mudara".
Aquel microrrelato
humorístico de Borges ha terminado por aterrizar en el realismo social al
descubrirse esta misma semana que el Premio Nobel fue titular de una sociedad,
valorada en más de un millón de dólares, en un paraíso fiscal de las Islas
Vírgenes, sociedad desde la que se gestionaron los ingresos por derechos de
autor y los beneficios de varios inmuebles vendidos en Madrid y Londres. Igual
que muchos otros admiradores, me preguntaba yo hace unos cuantos años en qué
momento se jodió Vargas Llosa, en qué momento pasó de ejercer de admirador de
Fidel Castro a cheerleader de Esperanza Aguirre, en qué momento le empezaron a
interesar menos las letras que el papel. En realidad, fueron varios momentos a
lo largo de los años, del mismo modo que fueron varias sociedades opacas y
varias resmas de papeles (Pandora, Panamá) en los que aparece su nombre junto a
otro montón de evasores fiscales. Entre ellos, el inefable rey Juan Carlos,
otro hombre del que cabe preguntarse dónde le cabrá tanta ansia de dinero.
En una carta de
aclaraciones a la directora de El País, diario que sacó la información el
lunes, Vargas Llosa dice textualmente: "Aquella compañía de las Islas
Vírgenes que había sido reservada a mi nombre pero que yo nunca utilicé",
una expresión en la que el asiento de un paraíso fiscal parece una plaza de un
hotel en el Caribe que quedó sin ocupar o un billete premiado de lotería sin
cobrar. Más adelante, la prosa del Premio Nobel se embarca en otra fascinante
construcción pasiva ("cambió de mano -siendo traspasada a dos rusos, lo
que ya era ajeno a mi conocimiento"). El ministro Soria recurrió a un
castellano mucho más de andar por casa cuando, después de salir su nombre en
los Papeles de Panamá, se publicó que también había participado en otra sociedad
opaca en Jersey: "No tengo ni idea de lo que está pasando".
Vargas Llosa -que
llegó a comparar las burlas y chascarrillos de algunos dirigentes de Podemos
hacia ciertos periodistas con las bombas y los tiros en la nuca de ETA- no
podía dejar pasar la ocasión de hacer un guiño literario. Así, en esa especie
de escrito de descargo, la sociedad opaca a su nombre tenía vida propia, como
la nariz de de aquel relato magistral de Gogol que se independiza de su dueño y
tras diversas peripecias llega a ser Consejero de Estado. El hecho de que los
dos nuevos propietarios de la dichosa compañía de las Islas Vírgenes sean rusos
nos alerta de la referencia novelesca. En aquella película en la que ganaba el
Premio Nobel de Literatura, Paul Newman advertía de la fea costumbre que tienen
los periodistas de preguntar a los escritores por cuestiones políticas y
económicas, mientras que a los químicos, los físicos y los médicos ni se les
ocurre. Vargas Llosa no necesita que le pregunten nada porque él va impartiendo
cátedra de todo lo divino, lo humano y lo inmobiliario, aunque al final, como
es lógico, siempre acaba haciendo literatura.
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