LAS BATAS
AIZPURUA tar JOSU Mª
Las batas de Don
Amancio, ya nadie las quiere coser. Y el País agoniza económicamente, nada
produce el beneficio de aquellas, pues el del cazo, hay que ser de sangre azul
para obtenerlo y si no miren al pobre Iñaki.
¿Volvemos a las
batas de Maruja? Pero yo sigo incrédulo de aquellas batas traigan estos
cientos. El “Corte y Confección” tenía muchos alumnos nocturnos, pero no vi a
ninguno enriquecerse como Don Amancio ¿Nos cuentan la verdad?
En un País de corrupción reinante, ¿Es Don Amancio el único justo?
A Florentino se le
ve el plumero, pero el angelical Don Amancio sobrevuela las noticias en una
nube donde cose sus batitas por no encanecer sus dedos. (Violines)
¡Menos mal que yo
no tengo nietos! No sabría cómo explicarles el milagro de los panes, los peces
y las batas. Cómo no vuelva el Caudillo; esto va a ser inexplicable.
A los de mi
generación, no nos enseñaban mariconadas en el Colegio y no sabemos coser,
menos Don Amancio que se apañaba muy bien y hoy no tira los calcetines a la
basura a la menor rasgadura como hacemos los ancianos solos, y las ancianas
solas zurcen tan pichis ellas. ¡Y encima son feministas!
Pero este artículo
no avanza en cuanto a las batas de Don Amancio.
Coleta Morada, en
su día atacaba mucho a Don Amancio por donar sanidad, pero yo no puedo creerlo
y sospecho que sabía algo de las batas, pues donar es una noble actitud, aunque
desgrave. Peor es gastárselo en facherío como hacen otros.
Había pensado en
recomendar a la juventud que hicieran batas y olvidaran sus redes en las que se
enredaron sin remedio, pero luego pensé en que les saldría un chino que las hiciera
mejores y más baratas. Oigan; ¿y por qué a Don Amancio no le salió un chino?
Algo tiene el agua
cuando la bendicen y Don Amancio tiene “algo” y ese algo lo hace estar a precio
VIP en los mejores MALL del Caribe, mientras en su tierra compite por precio.
Me temo que los
millonarios hispanos son misterios impenetrables y me siento como el niño que
vaciaba el mar con una concha. Ni ellos entrarán por el ojo de una aguja, ni
siquiera la de Don Amancio, ni yo me enteraré del origen de sus fortunas.
Lo uno por lo otro.
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