SOMOS UN PUEBLO,
SOMOS UNA NACION
ANGHEL MORALES
El abuelo del padre de
mi abuelo mas remoto
cultivo caña para
Europa
de el tengo sobre mi
piel una deuda con el látigo.
Sus hijos estercolaron
vivos o muertos
las parras,
por eso el vino de
esta tierra
tiene el calor espeso
de la
sangre.
Los hijos de sus hijos
fueron desterrados
por el hambre,
el cólera
y los terratenientes
a América
amontonados en las
bodegas
como la mercancías mas
baratas de las
islas,
hicieron hijos,
plantaciones
pueblos,
naciones
y guerras de
liberación
al otro lado del
océano,
de ellos guardamos
para siempre
esta inacabable sensación de exilio.
Los sobrevivientes de
aquel naufragio
quedaron aquí
sobre las islas
a la deriva,
cultivaron cochinilla
de sol a sol
tiñeron de un púrpura
intensa por su sangre
los puertos del Norte,
para al final,
de nuevo
no tener mas salida
que el mar,
mas tierra que la
ajena,
y sin embargo,
aún tuvieron
esperanzas suficientes
para hacer hijos
que sorribaran las
tierras,
le hicieran cantar
agua desde el fondo a la
montaña
y cosecharan plátanos
y tomates.
De ellos tenemos
mientras seguimos
llenando huacales para otros,
estas manos
sarmentosas de trabajar la tierra,
pedir
y no recibir nada.
Cuando parecía que
había llegado la hora
del pueblo,
vinieron los generales
y su general,
como quien rompe una
alcancía llena de días,
fusilaron a aquellos
de nosotros
que habían organizado
los sindicatos
y hablado con voz
resuelta:
padres,
hermanos,
hijos
desaparecieron de sus
casas
y nunca volvieron,
aún cavamos
la tierra
y reencontramos
sus calaveras
con los ojos
huecos por la muerte,
aún el mar
se estremece
en medio de la noche
como si un recuerdo de
crímenes
le devorara la
memoria.
A los demás,
nos reunieron en los
patios de los cuarteles
y nos llevaron a la
guerra
pueblo contra pueblo,
cuando volvimos
los de arriba tenían
victoria y riqueza
para nosotros quedaron
en cambio
el luto y la miseria.
El hambre nos trajo y
nos llevo otra vez
por los cinco
continentes
a cualquier sitio
donde hu8biera un pedazo
de pan:
en el humo de las
fabricas extranjeras
pueden ver nuestra
mirada de obrero
y clavada en el lomo
de los ríos americanos
nuestra sed de patria.
Los que quedaron aquí
echaron a caminar las
fábricas,
le pedimos su cosecha
a la tierra centelleante al mar
cargamos y descargamos
huacales en el muelle,
levantamos hoteles y
edificios
y para nosotros
chabolas
casas clandestinas
barriadas sin aire...
Corrió el dinero,
corrió como nunca
desde nuestros poros,
vimos hundirse
los tejados campesinos
y hacerse mas grandes
las tierras de los
grandes,
vimos vendida
nuestra tierra al
extranjero,
y oímos el llanto
del agua y las frutos
marchando
desterrados al mar
para que subieran de
precio,
nuestras ciudades
crecieron
quitándonos sitio en
el corazón
pobres niñas estiradas
por la miseria
al pie de un anuncio
de calculadoras
electrónicas.
Todo el mundo se hizo
millonario:
los que lo eran
mas aún,
de horas extras,
cansancio
y miseria
nosotros los de abajo.
A cuantos les dimos,
les damos,
de comer
a cuantos.
Para al final
acabar así,
igual que como
empezamos,
en la cola del paro
obrero,
sin nada
viendo a las islas
desmanteladas por una
pasión de infortunio
despertar cada día
como a un naufragio,
ahora
las mejillas de los
pescadores
no están
arrasadas tan solo por el salitre:
La sal de las lágrimas
quema mucho mas
cuando nos venden el
mar.
Los Estados Mayores
de las mas importantes
empresas carniceras
del mundo
han puesto su punto de
mira en nuestras espaldas,
calculan que potencial
de fuego
será necesario para
apagar
las entrañas de los
volcanes
y de los canarios.
Nuestro país se
está derrumbando
no aguanta mas el peso
de tanta expoliación.
Hemos echado cuentas
y no le debemos nada a
nadie,
porque no hemos
recibido nada
y nos lo han quitado
todo.
Hemos sobrevivido
al genocidio,
la esclavitud,
las epidemias,
el hambre,
la emigración,
también a las
monarquías
la guerra,
los campos de
concentración
las crisis,
el paro,
las detenciones de
madrugada,
la muerte ignominiosa
en comisaría...
No han podido acabar
con nosotros,
a cada golpe nos hemos
hecho mas pueblo.
No han podido
doblegarnos
a cada golpe nos hemos
hecho mas firmes,
y aquí estamos:
somos pueblo,
somos pueblo,
y porque somos pueblo
somos indestructibles.
Para borrar esta
cuenta
necesitamos una
revolución,
larga como el verano
sobre las eras,
lluviosa para lavar de
tanta desventura
los siete pechos de
nuestra patria oceánica
poderosa como un
tractor de millón y medio
de canarios,
que remueva tantas
piedras injustas
de la espalda de este
país
y esto se hace tan
solo por la fuerza
pues no hay mejor
arado que el de hierro
ni mejores
herramientas que las de acero
lo sabemos muy bien
nosotros
gente con los labios
cosidos
por un látigo de plomo
y esto se conserva
únicamente
por la mas firme mano
de los obreros
y de los campesinos
sobre el cuello y el
pasado y sus señores
para que no vuelvan a
levantar cabeza
los años de hocico
negro
en las que cada mes
era una cárcel y cada día una celda.
No será difícil la
victoria
pero mas difícil es
aguantar
cinco siglos de
opresión sin descanso
por lo tanto
AQUÍ ESTAMOS
A CARA DESCUBIERTA
LLENANDO DE OXÍGENO
LOS PULMONES DEL
FUTURO.
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