BOCAZAS, MENTIROSOS E IRRESPONSABLES:
¡VAYA TROPA!
JUAN TORRES LÓPEZ
El presidente del PP, Pablo Casado,
en el acto de clausura de la Convención Nacional del PP, en la Plaza de Toros
de Valencia, a 2 de octubre de 2021.- Rober Solsona / Europa Press
Dice el diccionario de la Real Academia que un bocazas es la persona que habla más de lo que aconseja la discreción. Y que la discreción es la sensatez para formar juicio y tacto para hablar u obrar; el don de expresarse con agudeza, ingenio y oportunidad, reserva, prudencia y circunspección.
Siendo así, no creo exagerado afirmar que los líderes de la derecha española son unos bocazas. Y muy en particular, el secretario general del Partido Popular, Pablo Casado. Este último combina dos rasgos que, exagerados como en su caso, pueden dar lugar a defectos superlativos: hablar demasiado y, con mucha frecuencia, hacerlo de lo que no se sabe. En el caso de Casado, quizá porque tiene un grave déficit de formación como consecuencia del vértigo con el que cursó la carrera de Derecho, el cual no le permitió dedicar mucho tiempo al estudio.
A menudo, confunde
la geografía y la cultura españolas, como al decir que iba a Gipuzkoa a visitar
Getxo, que Melilla es la "única ciudad española y europea en África"
o que "en Baleares no habláis catalán", ni nadie el bable en
Asturias.
Su falta de tacto y
de juicio en materia jurídica son bien conocidas. En una ocasión propuso que
"la okupación ilegal de un inmueble pase de tener una sanción de falta a
ser considerado delito, con penas previstas de prisión de 1 a 3 años".
Algo inaudito porque, como le recordaron varios juristas por entonces, las
faltas no existen desde 2015, la usurpación es considerada delito leve y el
Código penal ya establece penas de prisión para las ocupaciones violentas.
También ha sido a
veces imprudente e insensato por haber hablado más de la cuenta y mal sobre
cuestiones económicas que obviamente desconoce. Hace unas semanas proponía la
rebaja del IVA en Canarias, una comunidad autónoma donde no se aplica este
impuesto; y en su primera campaña electoral propuso bajar el salario mínimo
para negarlo enseguida, en cuanto su equipo de dio cuenta de la barbaridad que
estaba proponiendo.
Y, como no podía
ser menos, Casado es bocazas en materia de derechos y libertades. El mayo
pasado declaró: "Los políticos no tenemos que intervenir en la vida de los
demás. Yo no puedo decir: la gente tiene que dejar de comer carne o comprar
menos ropa". Le tuvo que contestar el Presidente del Principado de
Asturias: "Bien. ¿Y entonces por qué tenemos los políticos que prohibir
que la gente se divorcie? ¿O prohibir que una persona se case con otra de su
mismo sexo? ¿O prohibir que las personas puedan morir dignamente? ¿Por qué
entonces el señor Casado se opone siempre a los derechos?".
En otra ocasiones,
como suele pasar a todos los bocazas, a Pablo Casado le pueden la hipérbole y
la desmesura, como cuando dijo en 2018 que "la hispanidad es la etapa mas
brillante, no de España sino del hombre".
O cuando fue capaz de lanzar contra Pedro Sánchez los 37 insultos en 15
minutos que Adriana Lastra le contabilizó durante una intervención en la
tribuna del Congreso. O cuando alcanzó la otra estratosférica marca de 21
improperios dedicados a Pedro Sánchez en menos de 10 minutos. Lo calificó de
ilegítimo, chantajeado, deslegitimado, mentiroso compulsivo, ridículo, adalid
de la ruptura en España, irresponsable, incapaz, desleal, catástrofe, ególatra,
chovinista del poder, rehén, escarnio para España, incompetente, mediocre,
okupa. Todo lo cual, dijo días después Casado, "no son descalificaciones,
son descripciones".
Prueba de que el
secretario general del Partido Popular es un bocazas es que casi nunca es
circunspecto y, sobre todo, que él mismo termina por reconocerlo, mal que le
pese, como hizo después de haber llamado felón y traidor al presidente Pedro
Sánchez.
Una querencia por
la exageración y el exabrupto que ha calado en algunos dirigentes
empresariales, como el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán. Este
emula últimamente, e incluso a veces los supera, a los hooligans del PP y de
Vox con declaraciones francamente desproporcionadas y carentes de la más mínima
ponderación, buen juicio y sensatez. Hace unos días acusó al gobierno español
de "intervencionismo terrorífico" por las medidas que se pensaba
adoptar para controlar el precio de la luz. Unas medidas que no podían ser
otras que las previstas en nuestras leyes o en las normas europeas (vivimos,
aunque a veces no lo parezca, en un Estado de Derecho) y que objetivamente son
mucho menos intervencionistas que las que, casi al mismo tiempo, anunciaba el
gobierno francés: congelar directamente el precio del gas y la electricidad.
Mucho peor que ser
bocazas es ser mentiroso y ahí Pablo Casado, aunque compitiendo, eso sí, muy
igualadamente con Abascal, puede convertirse en el gran adalid de la derecha
política y económica de España. Tiene realmente muy poco parangón entre
nosotros, aunque es cierto que todavía está lejos de Trump, a quien The
Washington Post contabilizó 30.573 mentiras o medias verdades en sus cuatro
años de mandato.
Una cifra fabulosa
la del ex presidente de Estados Unidos, pero que podría estar al alcance de
Casado a poco que su carrera política se alargue. El total de mentiras de Trump
suponen una media de 3,5 a la hora y Casado ha batido ese promedio en varias
ocasiones. Hace unos días, Infolibre le registró 13 mentiras en media hora (7,4
veces más de media que Trump); en su intervención durante el debate electoral
de abril del 2019 se le contabilizaron 9 y 14 en el debate de investidura de
noviembre de ese mismo año.
En todo caso, está
ya acreditado en muchas publicaciones que Pablo Casado es un mentiroso, a estas
alturas quizá se podría añadir compulsivo, y yo mismo he demostrado que él
personalmente y su partido lo son, especialmente, en materia económica. Por
ejemplo, en estos tres artículos: Las mentiras y burradas económicas de Pablo
Casado son incompatibles con la democracia, Pablo Casado y el Partido Popular
también mienten a los españoles en materia económica y Las mentiras del PP
sobre el impuesto de sucesiones.
No insistiré ahora,
por tanto, en este segundo rasgo de la derecha española que hace política no
solo difundiendo el top de las grandes mentiras económicas de nuestro tiempo, a
las que he consagrado mi libro recién publicado por Ediciones Deusto,
Econofakes, sino también (como se demuestra en los artículos que acabo de
mencionar) todo tipo de datos falsos, cifras erróneas e información manipulada.
Ahora bien, el daño
que provocan la bravuconería y la imprudencia propia de los bocazas y la
mentira constante palidece ante el que produce la irresponsabilidad de la que
hacen gala personajes como Casado o Sánchez Galán, por citar solo a dos de los
más histriónicos de la agenda española de estos tiempos.
Ya está mal que
Casado, en lugar de colaborar, viaje por Europa para criticar al gobierno,
poniendo en peligro la recepción de recursos europeos o la llegada de
inversiones extranjeras, como una forma más de lucha política sin cuartel,
cuando se está jugando la recuperación de la mayor crisis de la historia
reciente. Pero que lo haga a base de mentiras, de infundios y de insultos sin
fundamento es una irresponsabilidad tan impresionante que cuesta trabajo
calificar.
Lo que acaba de
hacer hace unos días en una entrevista al diario El Mundo es un manifestación
más de la maldad y del odio a media España de Pablo Casado. Una vez más
demuestra que está dispuesto a enfrentarse a los problemas de España con la
misma falta de escrúpulos con la que debió recoger un título universitario que
cualquier profesor de Derecho sabe que es imposible obtener limpiamente en las
circunstancias que el propio Casado ha confesado que lo consiguió.
Lo que ha dicho
Casado en esa entrevista sobre la situación de la economía española
("España se encamina a la quiebra, estamos abocados al rescate" y
otras lindezas) es manifiestamente falso, no responde a la realidad en la que
nos encontramos. Por no entrar en otras cuestiones, como la de liberalizar todo
el suelo público, lo que volvería a provocar los tremendos problemas que trajo
consigo la que llevó a cabo José María Aznar, otro mentiroso -por cierto- al
servicio de los intereses económicos más poderosos y que malvendió propiedades
de todos los españoles, colocando de paso a sus amigos, envuelto, eso sí, en
gigantescas banderas y loas a la Patria.
Para descalificar a
un gobierno que defiende intereses contrarios a los suyos, Casado y otros
dirigentes del PP tienen que inventarse las cifras del paro (ocultando que
estamos casi a la mitad del que se llegó a registrar con el último gobierno del
PP), obviar los indicadores que normalmente se usan para conocer la confianza
que otorgan los inversores en los mercados (la prima de riesgo está ahora casi
6,5 veces más baja que cuando gobernada Rajoy y está bajando en los últimos
meses) o hacer una interpretación torticera del crecimiento innegable de la
deuda pública. Y, sobre todo, obviando que, para bien o para mal, la economía
española -como todas las europeas- está constantemente monitorizada, de modo
que ese riesgo seguro del que sin fundamento advierte Casado sería detectado y
denunciado mucho antes por las instituciones europeas e internacionales.
Hay que tener muy
poca vergüenza y muy poco aprecio al conjunto de los españoles para decir lo
que han dicho Casado, Galán y el resto de los dirigentes que siguen su estela
de intoxicaciones e insultos. No atacan al gobierno de coalición ni a las
izquierdas en general, sino a España en su conjunto y a toda su población, a
las empresas y a las instituciones, sea quien sea quien las gobierne en este
momento. Porque la verborrea y la descalificación farisaica, las denuncias a
base de mentiras en Bruselas solo siembran incertidumbre, inseguridad y temor
que retrae la inversión y la creación de riqueza. No destruyen al PSOE y a
Unidas Podemos, destruyen a toda España, aunque a estas alturas está bien claro
que la prefieren destrozada antes que legítimamente gobernada por quienes no
pensamos como ellos ni defendemos sus intereses.
Lo que está haciendo
Casado y algunos empresarios como Sánchez Galán responde a la misma estrategia
que Franco reconoció que llevaría a cabo en una entrevista con el periodista
Jay Allen:
- "Salvaré
España del marxismo, cueste lo que cueste", dijo el dictador (...)
"¿Eso significa que tendrá que matar a la mitad de España?". El
general Franco sacudió la cabeza con sonrisa escéptica, pero dijo:
"Repito, cueste lo que cueste".
Eso, exactamente
eso, aunque ahora sin uniformes ni legionarios traídos de Marruecos, es lo que
muestra Casado que está dispuesto a hacer la derecha que lidera con tal de
complacer a sus dueños y señores, a los Sánchez Galán y compañía. La misma
tropa de siempre.
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