OPERACIÓN SIMÓN
El Fary, en la serie
Menudo es mi padre, estrenada en 1996.
Tras
haber sido invitada a La Moncloa para pronunciar un discurso ante el presidente
del Gobierno en el acto de presentación del programa Pueblos con Futuro,
dependiente del Ministerio de Transición Ecológica, la joven escritora Ana Iris
Simón ha sido fichada como columnista por El País bajo la
dirección de Pepa Bueno.
Sus exaltaciones sabatinas de la familia tradicional, el matrimonio, la Hispanidad, el catolicismo, la paz social y otros conceptos profundamente transgresores, publicadas en las páginas del gran diario progre de España, producen exasperación en una parte de los lectores, algunos de los cuales así lo expresan en las redes sociales.
Como
suele suceder, un grupo critica las columnas de Ana Iris Simón y a continuación
otro grupo critica que los primeros critiquen las columnas de Ana Iris Simón.
Aquí se presentan los argumentos de estos últimos seguidos de mis respectivas
respuestas, con el objetivo de defender que está bien criticar las columnas de
Ana Iris Simón, o de cualquiera que nos diga lo que nos dice ella.
1.
Simón ha sido hábil a la hora de detectar y comunicar los problemas de nuestro
tiempo: la precariedad, el alto precio de la vivienda, la incertidumbre o la
falta de sentido de nuestras vidas.
Es
verdad, pero no ha sido la primera, ni mucho menos. Esos discursos llevan
construyéndose y circulando desde la crisis de 2008, y han dado lugar a
columnas, ensayos, reportajes, novelas, canciones, aunque cabe decir que en
ocasiones los medios grandes se inclinaban más bien por dar espacio a temas
sobre la pereza de los jóvenes, su baja tolerancia a la frustración o lo cool que
es buscar comida en la basura.
El seguimiento de esta línea intelectual permite a
algunos hacer recaer la culpa de nuestra precariedad e insatisfacción sobre los
jóvenes pijoprogres de Malasaña
En El vientre vacío (Capitán Swing, 2019), Noemí López Trujillo escribe
sobre maternidades frustradas y pone el foco en las condiciones materiales que
nos llevan a tener estas vidas precarias, como la alta temporalidad estructural
del empleo, que dificulta cualquier planificación, el precio creciente de la
vivienda, la brecha salarial de género que se profundiza con la maternidad o la
decadencia del Estado del bienestar a partir de la crisis.
En Feria (Círculo de Tiza, 2020), Ana Iris Simón también
tiene presentes estas cuestiones, y ambas describen la infantilización que
provoca la precariedad en las adultas que no podemos tomar el control de
nuestras vidas como imaginábamos, mientras los años pasan inexorablemente; pero
Simón incorpora un enfoque algo distinto.
Para
ella, la precariedad es, también, el resultado de elecciones personales,
influenciadas por una ideología dominante de la que es necesario deshacerse:
“El problema es mío por haber elegido el pasaporte con unos cuantos sellos y la
cuenta en Netflix y en Filmin y en HBO; el problema es mío por haber elegido la
universidad antes que nada en el mundo y el centro de Madrid y las exposiciones
de La Casa Encendida”, se plantea en las primeras páginas.
Al
trasladar el foco al plano de la elección moral (que puede ser una variable en
el caso personal de Simón, pero no en otros), el pensamiento sobre las posibles
soluciones se ofusca y se enturbia mucho, y la búsqueda de responsables nos
puede llevar a los lugares más insospechados.
El
seguimiento de esta línea intelectual permite a algunos hacer recaer la culpa
de nuestra precariedad e insatisfacción sobre los jóvenes pijoprogres de
Malasaña, que supuestamente dominan la producción cultural y el discurso
político de España. Da igual que, como dice Analía Plaza, la mayoría de estos
ya ni siquiera vivan en Malasaña, expulsados por la fase final del mismo
proceso de gentrificación que los llevó ahí en primer lugar.
Me
temo que, además, estos jóvenes disolutos que, cegados por la ideología
progresista, sustituyen el amor por el Satisfyer, desperdician el dinero, viven
en sitios caros y rehuyen el compromiso pueden ser, en un momento dado, lo
mismo que aquellos blandengues que no querían trabajar en 2009, un comodín.
Gente que se merece lo que le pasa.
Ese
es el hallazgo.
2.
Ana Iris Simón no es facha, solo es un poco inocente.
Es
fácil llevarte esa impresión si solo has leído una columna de Simón o una
entrevista (aunque su visión de la familia es tan idealizada que cuesta
muchísimo pensar que esa sea realmente su experiencia de la vida: no es difícil
tener, como mínimo, una amiga que…). Por eso, los más duchos en la materia
tratamos de advertir a los incautos.
El
libro de Simón, Feria, si bien es un relato sencillo basado en sus
vivencias familiares, está lleno de mensajes políticos reaccionarios que se
vuelven menos sutiles conforme avanza la narración. Esto ya lo explicó bien Pablo Batalla, que se fija en sus citas del
fundador de Falange Ramiro Ledesma Ramos o en la introducción de una referencia
cuqui al grupo de rock fascista Estirpe Imperial. Cabe apuntar que Simón
también cita de forma no irónica al Fary y su desprecio por el hombre
blandengue y acusa a la música indie de los 2000 de introducir
una muy indeseable blandura en la masculinidad hegemónica.
Ante
la precariedad de la vida en el neoliberalismo, Simón plantea como salida
posible volver a formar comunidades, pero se trata de las comunidades
tradicionales, que presenta en su versión ideal, ignorando sus múltiples
realidades y las causas por las que mucha gente ha huido de ellas cuando ha
podido (que no tienen nada que ver con Netflix o el Satisfyer). Reivindica una
política social que nos ayude, ante todo, a formar familias, e incluso llega a
denunciar, cito literalmente: “La flamante moto que nos habían vendido con lo
de la incorporación de la mujer al mercado laboral como vía
emancipatoria”.
¿Quién
puede sentirse inquieto por este discurso? ¿Los grandes capitalistas? ¿Los
rentistas? Pues bueno, no especialmente. Más bien cualquiera que no encaje, no
se sienta a gusto, u ocupe una posición subordinada en ese modelo de familia
tradicional, “obrera”, basada en la sangre y profundamente enraizada en la
tierra, que Simón intenta naturalizar.
Cuando
habla de su relación con su hermano pequeño, que es uno de los temas más
entrañables del libro, Simón cuenta que lo amó nada más verlo por primera vez,
arrancando así un discurso sobre el amor como unión sobrehumana e
incondicional. Después explica que su querido hermano, en su infancia, decía
que quería ser una chica, que ella rezaba para que esto cambiase, y que gracias
a Dios, así fue. Una anécdota preciosa y no especialmente política.
3.
Lo que dice Ana Iris Simón es lo mismo que dicen otros autores como Juan Manuel
de Prada, y no nos exaltábamos tanto con ellos.
Nadie nos ha gritado a la cara que Juan Manuel de
Prada sea de izquierdas, aunque todo se andará
Exacto.
Porque todos tenemos claro quién es Juan Manuel de Prada, a qué ideología se
adscribe, y que emite su opinión a través de medios afines a ella como el ABC y
la Cope (si bien es cierto que fue introducido en Hora 25, de la Cadena Ser,
por Pepa Bueno, actual directora de El País). Nadie nos ha gritado
a la cara que Juan Manuel de Prada sea de izquierdas, aunque todo se andará.
4.
Ana Iris Simón puede opinar lo que le dé la gana.
Pues
sí. De hecho, todo el mundo puede opinar lo que le dé la gana, con
consecuencias variables que no suelen depender en absoluto de mí. La
enunciación de esta obviedad siempre me desconcierta.
5.
Si no te gusta, no le hagas caso. El ruido en redes hace crecer la notoriedad
de sus ideas.
Pues no
sé, depende. Es importante engañar al algoritmo cuando se pueda, pero tiendo a
desconfiar de cualquiera que aconseje callarse. Todos querríamos una situación
en la que la izquierda pudiera introducir sus propias ideas en el debate
público con el mismo salero que las de derechas y no estar siempre a la
defensiva, pero también se pueden marcar goles saliendo a la contra.
Además,
el poder de los usuarios de redes está un poco sobrevalorado.
En
la Nochevieja de 2020, las campanadas emitidas por Ibai Llanos a través de
Twitch lograron un pico de más de 500.000 espectadores, cifra superior a la
obtenida por La Sexta y Cuatro, pero muy por debajo de los más de 7 millones que vieron a Anne Igartiburu y Ana
Obregón en TVE, según Barlovento Comunicación. Es obvio que la tendencia indica
cada vez más Ibai y menos Igartiburu, pero que las cosas vayan en esa dirección
no significa que podamos dar por concluido el proceso, ni mucho menos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario