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jueves, 7 de octubre de 2021

LA TOJA O LA SOCIEDAD DE BOMBOS MUTUOS

 

LA TOJA O LA SOCIEDAD DE BOMBOS MUTUOS

Mientras en el Davos suizo se diseña la supervivencia del capitalismo, nuestro Davez es un híbrido de tertulias de casino y del palco del Real Madrid, para apuntalar el bipartidismo, sus pompas y sus obras (públicas y privadas)

XOSÉ MANUEL PEREIRO

Felipe González y Mariano Rajoy, durante su diálogo en el foro económico.

Los de mi generación asociamos “La Toja” a una línea de cosméticos, elaborados aprovechando el manantial termal de la isla pontevedresa de A Toxa. La leyenda/relato dice que se descubrieron los efectos salutíferos del lugar cuando un burro con sarna se bañó en ellas y se curó. A partir de entonces, lo que era un lugar de pastoreo comunal se volvió propiedad privada. En realidad, desde mediados del pasado siglo, los cosméticos-milagro se elaboraban en un polígono industrial de los alrededores de A Coruña, y a principios de este, el jabón pasó a fabricarlo Henkel en Polonia. “La Toja” vuelve ahora a la isla en forma de foro político y económico: “Foro La Toja. Vínculo atlántico” (FLT), promovido por la cadena que ahora posee las instalaciones hoteleras en la isla. El asunto está presidido por Josep Piqué y estos días ha tenido lugar la tercera edición, que ha resultado ser exactamente igual que las dos anteriores.

 

La referencia obvia del FLT es Davos, la asamblea anual que celebra en esa localidad suiza el Foro Económico Mundial (FEM). Recapitulemos. El Davos/FEM es una ONG –como lo leen– sostenida por 1.000 empresas cuyos CEOs pagan más de medio millón de euros al año para ser “socio estratégico”. A la gente de a pie la entrada le sale por el módico precio de 50.000€. Según su fundador, Klaus Schwab, lo que pretende el FEM es reconsiderar el significado del capitalismo sin abandonarlo, cambiar alguno de sus aspectos, incluido el neoliberalismo y el fundamentalismo de libre mercado. El Manifiesto de Davos 2020 establecía que “las empresas no funcionan únicamente para sus accionistas, sino para todas las partes involucradas: empleados, clientes, proveedores, comunidades locales y la sociedad en general […] Atienden a las aspiraciones humanas y sociales en el marco del sistema social en su conjunto”. Mola, que diría Guillem Martínez. Sexi, me atrevería incluso a afirmar.

 

Esta hemorragia de buenos propósitos recorre el mundo empresarial, porque la organización Business Roundtable (hay que reconocer que el nombre tiene su gracia), que reúne a los presidentes ejecutivos de 181 de las mayores corporaciones de los EE.UU., anunció en 2019 que cambiaría su política tradicional de beneficiar a sus accionistas por encima de cualquier otra consideración. A partir de ahora, el foco se centrará “en favorecer también a los empleados de las compañías, a sus clientes y a las comunidades en las que operan”. Es más, lo que se iba a tratar en la asamblea de Davos de agosto de 2021 (aplazada) sería una propuesta conjunta del FEM y la Prince of Wales's Sustainable Markets Initiative: el proyecto Great Reset, “un plan de cinco puntos que se ocupa de mejorar el crecimiento económico sostenible tras la recesión mundial causada por los bloqueos del COVID-19”.

 

Y ¿cómo lo harán? ¿Estableciendo unas leyes de hierro sobre transparencia fiscal, protección del medio ambiente, de la salud de las personas y de la seguridad de los trabajadores, bajo las directrices del Príncipe Carlos? ¿Las multinacionales del petróleo y los grandes grupos energéticos van a poner en marcha iniciativas verdes más allá de echar sobre las espaldas y las conciencias de los consumidores la solución del problema? Habrá que estar atentos a la prensa salmón, pero en 2010, la iniciativa Global Redesign ya establecía quién debería estar al timón: “Un mundo globalizado debe regirse por una coalición de corporaciones multinacionales, gobiernos y organizaciones seleccionadas de la sociedad civil en lugar de estructuras democráticas clásicas, ya que los gobiernos democráticos ya no son los actores abrumadoramente dominantes en la escena mundial. Ha llegado el momento de una nueva gobernanza internacional”. Libre de los que votan mal, que diría Vargas Llosa. Todo esto viene a decir que las élites mundiales mientras deciden si, llegado el momento, se refugiarán en la Luna o en un remoto archipiélago de Micronesia para escapar de las consecuencias de sus políticas reales, ponen en marcha una operación de restyling/neobranding.

Y mientras tanto, ¿qué pasa en A Toxa, en nuestro Davez? El plato fuerte de todas las ediciones, que más que un clásico es en realidad un partido de solteros contra casados, es la amigable conversación entre M. Rajoy y F. González, el dúo dinámico de exinquilinos de la Moncloa, que cada año exhortan a la clase política a llevarse bien y hacer los deberes. En realidad, se lo dicen a sus respectivos partidos, ya que en el FLT no va nadie que no sea del PSOE (eso afecta también a ministros y ministras) o del PP. Es decir, acuden representantes de menos de la mitad del electorado votante (en las últimas generales), aunque entre los dos sumen 210 de los 350 escaños. También son del PSOE o del PP los presidentes autonómicos (dos de cada), los expolíticos y lobistas –perdón por la tautología– que figuran en la lista de invitados, junto con banqueros y capitanes de empresa. Ninguno ha dicho nada distinto de lo que habitualmente dicen sus gabinetes de prensa.

 

A ver, el Davos de verdad está trufado de empresarios, pero hay más glamur o, si quieren, más diversidad. La asamblea de 2019 la inauguró Jair Bolsonaro (que aseguró que su gobierno estaba firmemente comprometido con la salvaguarda de la Amazonía) y la cerró Greta Thunberg. Incluso participan algunos sindicalistas. Al contrario, en el Davez lo único sindical que hubo fue la pretensión de la central mayoritaria en Galicia, CIG, de manifestarse contra las políticas neoliberales, atajada por la autoridad y la ley. La jornada inaugural, la Guardia Civil desarboló a tarascadas una concentración autorizada de una entidad que reclamaba el uso del topónimo oficial y no el del jabón. Sí es cierto que hubo alguna intervención sensata, a cargo de académicos, pero no rozaron los titulares.

 

La conclusión es que, mientras en el Davos suizo se diseña la supervivencia del capitalismo y del mundo occidental y cristiano, nuestro Davez es un híbrido de tertulias políticas de casino y del palco del Real Madrid, para apuntalar en lo posible el bipartidismo, sus pompas y sus obras (públicas y privadas). O quizá el FLT sea el futuro y a base de cabildeos entre la élite de toda la vida, sin complejos ni diversidades ni pamplinas, se cure a ese burro sarnoso que es el sistema.

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