LA TOJA O LA SOCIEDAD DE BOMBOS MUTUOS
Mientras
en el Davos suizo se diseña la supervivencia del capitalismo, nuestro Davez es
un híbrido de tertulias de casino y del palco del Real Madrid, para apuntalar
el bipartidismo, sus pompas y sus obras (públicas y privadas)
XOSÉ MANUEL PEREIRO
Felipe González y Mariano Rajoy, durante su diálogo en el foro económico.
Los de mi generación asociamos “La Toja” a una línea de cosméticos, elaborados aprovechando el manantial termal de la isla pontevedresa de A Toxa. La leyenda/relato dice que se descubrieron los efectos salutíferos del lugar cuando un burro con sarna se bañó en ellas y se curó. A partir de entonces, lo que era un lugar de pastoreo comunal se volvió propiedad privada. En realidad, desde mediados del pasado siglo, los cosméticos-milagro se elaboraban en un polígono industrial de los alrededores de A Coruña, y a principios de este, el jabón pasó a fabricarlo Henkel en Polonia. “La Toja” vuelve ahora a la isla en forma de foro político y económico: “Foro La Toja. Vínculo atlántico” (FLT), promovido por la cadena que ahora posee las instalaciones hoteleras en la isla. El asunto está presidido por Josep Piqué y estos días ha tenido lugar la tercera edición, que ha resultado ser exactamente igual que las dos anteriores.
La referencia obvia
del FLT es Davos, la asamblea anual que celebra en esa localidad suiza el Foro
Económico Mundial (FEM). Recapitulemos. El Davos/FEM es una ONG –como lo leen–
sostenida por 1.000 empresas cuyos CEOs pagan más de medio millón de euros al
año para ser “socio estratégico”. A la gente de a pie la entrada le sale por el
módico precio de 50.000€. Según su fundador, Klaus Schwab, lo que pretende el
FEM es reconsiderar el significado del capitalismo sin abandonarlo, cambiar
alguno de sus aspectos, incluido el neoliberalismo y el fundamentalismo de
libre mercado. El Manifiesto de Davos 2020 establecía que “las empresas no
funcionan únicamente para sus accionistas, sino para todas las partes
involucradas: empleados, clientes, proveedores, comunidades locales y la
sociedad en general […] Atienden a las aspiraciones humanas y sociales en el
marco del sistema social en su conjunto”. Mola, que diría Guillem Martínez.
Sexi, me atrevería incluso a afirmar.
Esta hemorragia de
buenos propósitos recorre el mundo empresarial, porque la organización Business
Roundtable (hay que reconocer que el nombre tiene su gracia), que reúne a los
presidentes ejecutivos de 181 de las mayores corporaciones de los EE.UU.,
anunció en 2019 que cambiaría su política tradicional de beneficiar a sus
accionistas por encima de cualquier otra consideración. A partir de ahora, el
foco se centrará “en favorecer también a los empleados de las compañías, a sus
clientes y a las comunidades en las que operan”. Es más, lo que se iba a tratar
en la asamblea de Davos de agosto de 2021 (aplazada) sería una propuesta
conjunta del FEM y la Prince of Wales's Sustainable Markets Initiative: el
proyecto Great Reset, “un plan de cinco puntos que se ocupa de mejorar el
crecimiento económico sostenible tras la recesión mundial causada por los
bloqueos del COVID-19”.
Y ¿cómo lo harán?
¿Estableciendo unas leyes de hierro sobre transparencia fiscal, protección del
medio ambiente, de la salud de las personas y de la seguridad de los
trabajadores, bajo las directrices del Príncipe Carlos? ¿Las multinacionales
del petróleo y los grandes grupos energéticos van a poner en marcha iniciativas
verdes más allá de echar sobre las espaldas y las conciencias de los
consumidores la solución del problema? Habrá que estar atentos a la prensa
salmón, pero en 2010, la iniciativa Global Redesign ya establecía quién debería
estar al timón: “Un mundo globalizado debe regirse por una coalición de
corporaciones multinacionales, gobiernos y organizaciones seleccionadas de la
sociedad civil en lugar de estructuras democráticas clásicas, ya que los
gobiernos democráticos ya no son los actores abrumadoramente dominantes en la
escena mundial. Ha llegado el momento de una nueva gobernanza internacional”.
Libre de los que votan mal, que diría Vargas Llosa. Todo esto viene a decir que
las élites mundiales mientras deciden si, llegado el momento, se refugiarán en
la Luna o en un remoto archipiélago de Micronesia para escapar de las
consecuencias de sus políticas reales, ponen en marcha una operación de
restyling/neobranding.
Y mientras tanto,
¿qué pasa en A Toxa, en nuestro Davez? El plato fuerte de todas las ediciones,
que más que un clásico es en realidad un partido de solteros contra casados, es
la amigable conversación entre M. Rajoy y F. González, el dúo dinámico de
exinquilinos de la Moncloa, que cada año exhortan a la clase política a
llevarse bien y hacer los deberes. En realidad, se lo dicen a sus respectivos
partidos, ya que en el FLT no va nadie que no sea del PSOE (eso afecta también
a ministros y ministras) o del PP. Es decir, acuden representantes de menos de
la mitad del electorado votante (en las últimas generales), aunque entre los
dos sumen 210 de los 350 escaños. También son del PSOE o del PP los presidentes
autonómicos (dos de cada), los expolíticos y lobistas –perdón por la
tautología– que figuran en la lista de invitados, junto con banqueros y
capitanes de empresa. Ninguno ha dicho nada distinto de lo que habitualmente
dicen sus gabinetes de prensa.
A ver, el Davos de
verdad está trufado de empresarios, pero hay más glamur o, si quieren, más
diversidad. La asamblea de 2019 la inauguró Jair Bolsonaro (que aseguró que su
gobierno estaba firmemente comprometido con la salvaguarda de la Amazonía) y la
cerró Greta Thunberg. Incluso participan algunos sindicalistas. Al contrario,
en el Davez lo único sindical que hubo fue la pretensión de la central
mayoritaria en Galicia, CIG, de manifestarse contra las políticas neoliberales,
atajada por la autoridad y la ley. La jornada inaugural, la Guardia Civil
desarboló a tarascadas una concentración autorizada de una entidad que
reclamaba el uso del topónimo oficial y no el del jabón. Sí es cierto que hubo
alguna intervención sensata, a cargo de académicos, pero no rozaron los
titulares.
La conclusión es
que, mientras en el Davos suizo se diseña la supervivencia del capitalismo y
del mundo occidental y cristiano, nuestro Davez es un híbrido de tertulias
políticas de casino y del palco del Real Madrid, para apuntalar en lo posible
el bipartidismo, sus pompas y sus obras (públicas y privadas). O quizá el FLT
sea el futuro y a base de cabildeos entre la élite de toda la vida, sin
complejos ni diversidades ni pamplinas, se cure a ese burro sarnoso que es el
sistema.
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