LA REVUELTA DE LAS PUTAS
PÚBLICO
Mujeres
en el polígono Marconi de Madrid.
Amelia Tiganus ha escrito y publicado un libro: La revuelta de las putas en el que se define a sí misma como activista feminista, formadora, escritora en busca de una identidad que no sea aquella identidad impuesta a los 17 años de "puta feliz" y que no sea tampoco la de "exprostituta" porque como ella dice: una mujer que ha sido maltratada no es para siempre una "exmaltratada" y una mujer que ha sido prostituta no es para siempre una exprostituta. Hay un momento en que esa mujer tiene derecho a habitar otras identidades elegidas y Amelia está en ese proceso de desvestirse de esa identidad de víctima, también impuesta, para pasar a ser lo que quiera ser, en este caso una activista feminista. Y ha escrito un libro que pienso que va a ser fundamental para el abolicionismo en este país.
Hace muchos años
que la conozco y lo que Amelia tiene, además de su experiencia insustituible a
la hora de hablar sobre la prostitución, es su inteligencia, la capacidad de
transformar su experiencia en acto político, en teoría plenamente encarnada,
abierta a las otras y abierta al futuro. Siempre lo ha hecho con sus talleres y
cursos y ahora lo hace con su libro. A las abolicionistas siempre se nos dice
que no debemos hablar por las putas como si el sistema prostitucional no nos
afectara a todas, como si no educara a los hombres en una determinada relación
con las mujeres y como si la existencia de dicha institución no abriera un
espacio posible para todas las mujeres, un espacio señalado con la marca
indeleble de la desigualdad. Como dice la propia Amelia, nadie debería hablar
por todas pero todas deberían poder hablar. Porque es cierto que no todas somos
putas, pero todas somos mujeres; unas somos la otra y algunas son la otra de la otra.
Amelia ha escrito
un libro en el que su propia trayectoria vital se entrelaza con la teoría
feminista abolicionista de una manera natural. Su experiencia de mujer que ha
ejercido la prostitución durante más de 5 años en 40 clubs por toda España,
resuena desde una autoconciencia privilegiada, desde el reconocimiento de las
zonas oscuras que van surgiendo y que no evita, desde la dureza y esa seguridad
tierna que es, junto al humor, una de sus marcas personales. Desde la niñez en
una Rumania comunista y poscomunista hasta los puticlubs que pueblan la
geografía española; desde los malos tratos familiares, el abuso sexual a manos
de su tío, la violación múltiple que sufrió con trece años, pasando por las
múltiples violaciones sufridas a manos de los puteros, hasta llegar a ser una
mujer a quien el feminismo la ayuda no sólo a reconstruirse, a entender lo que
le ha pasado desde el prisma político,
sino también a rechazar el lugar de la eterna víctima construida desde
fuera y que se revuelve contra esa categorización. Con esa historia que yo he resumido en cinco
líneas parecería imposible no centrarse en el propio dolor y en la queja,
parecería imposible apartar la vista de eso y fijarla en otras cosas. Pues ella
nos obliga a hacerlo. Y hace falta valor
y mucha convicción política para renunciar a centrarlo todo sobre una historia
como la suya y buscar convertirla en feminismo.
Hace falta valor
para no centrarlo todo en la narración de aquello con lo que sabe que la
mayoría empatizará para explicar qué significa la institución de la
prostitución para todas las mujeres, pero especialmente para las más
vulnerables. Creo que lo más importante del libro de Amelia es que no usa su
experiencia dolorosa para dar pena o para intentar que su mensaje resuene con
más fuerza. Ella lo politiza todo, desde el principio y nos muestra que el
cuerpo de la puta es el campo de batalla, aun socialmente permitido, en donde
se disputa la batalla real y simbólica del machismo y la misoginia. Ella dice
que pudo despertar de la sensación de estar muerta cuando descubrió que su
historia no era algo personal (aunque lo sea) sino que era la historia de
muchas mujeres y eso comenzó el día en que llevo a su primer burdel, en España,
a miles de kilómetros de su casa y descubrió allí a decenas de mujeres que
venían de la misma ciudad de la que procede ella. ¿Qué redes comerciales,
criminales, que universo económico y simbólico teje la realidad en la que
vivimos para que cientos de mujeres de una ciudad llamada Galati, en Rumanía,
acaben chupando pollas en un prostíbulo de Valencia sin más futuro que seguir
haciéndolo hasta que sean sustituidas por otras recién llegadas y que puedan
ofrecer como "nuevas" a los puteros?
A pesar de esto,
Tiganus no te deja recrearte en el dolor porque ella tampoco lo hace, te obliga
a pensar incluso aunque te rompa los esquemas previos porque hay cosas que
desconocíamos o sobre las que teníamos otra idea previa; nos discute a las
teóricas abolicionistas algunas cuestiones, abre puertas, pero también pide
empatía. Nos advierte del nivel de desconexión empática y ética que ejercemos
cuando banalizamos con lo que significa el sistema prostitucional en las vidas
de millones de mujeres y niñas en todo el mundo. Y añade que no habla de una
ética cristiana o conservadora, sino de una ética igualitarista y democrática,
es decir, feminista.
Puedo suponer que
escribir La revuelta de las putas habrá sido terapeútico para ella, pero me
parece intuir que con este libro ella quiere poner punto final a la exhibición
de su propia vida en el pasado para lanzarla hacia adelante, hacia el futuro,
hacia todas las activistas que están acercándose a este movimiento. Amelia se
ha transformado en un sujeto político y se ha negado a ser un engranaje del
mercado y del sistema prostitucional para contarnos su transformación desde la
activista que es hoy. Su lectura del pasado, de su pasado, está ya narrada
desde ese activismo que es capaz de reinterpretar lo que ha vivido y darle un
nuevo sentido, pero no excluye las sombras, que se reconoce. Y así, también, se
permite sanar sus heridas. Pero sus heridas son las de todas, y eso es también
lo que su libro transmite. La mayoría no hemos vivido experiencias tan duras
pero todas podemos conocer esas heridas porque son heridas patriarcales y, de
una forma u otra, nos hablan de la desigualdad que padecemos todas aunque se
clave especialmente en la carne de algunas. Su libro acaba con una cita de
Catherine MacKinnon "Privilegiar la libertad sobre la igualdad, la
libertad sobre la justicia, no es sino liberar aun más el poder de los
poderosos". Es una cita que se aplica al sistema de desigualdad económico
y al sistema de desigualdad sexual.
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