EL GENOCIDIO LO COMETIERON USTEDES CONTRA EL PUEBLO SAHARAUI
POR MANUEL OLLÉ
Es imperativo que Marruecos salga de una vez de la permanente ilegalidad, deje de maquinar torticeramente para obtener objetivos espurios y cumpla sin fisuras con las obligaciones que le impone el Derecho Internacional
Marruecos, una vez más, miente. Y sus cómplices y correligionarios aplauden con las orejas. La legión de todo tipo de medios desplegados, en los que no escatima ni dírhams, ni euros, ni dólares, pretende convertir al secretario general del Frente Polisario y presidente de la República Árabe Saharaui Democrática, Brahim Ghali, en un criminal. Para ello, inventó —y, si no se pone coto, seguirá haciéndolo— dos querellas disparatadas.
Este tipo de
querellas son infundadas porque obedecen a denuncias sin fundamento alguno,
cuya pretensión es utilizar a los tribunales de justicia con fines
fraudulentos, y fueron archivadas por la Audiencia Nacional.
Ahora, el brazo
jurídico ejecutor marroquí, aprovechando la presencia del líder del Frente
Polisario en España por motivos médico humanitarios, trata de desempolvar esas
denuncias, para hacerlas valer como balas judiciales. Su pretendido objetivo —y
aun a sabiendas de su nulo recorrido— obedece a diferentes razones. Por un
lado, reivindicar ante las autoridades españolas su permanente rechazo del
derecho del pueblo saharaui a su autodeterminación e independencia. Por otro,
tratar de desacreditar a Ghali y al Frente Polisario con imputaciones penales
irreales e inverosímiles. Y, de paso, buscan maquillar la responsabilidad
estatal marroquí y la de sus doce ciudadanos alauitas, procesados en la
Audiencia Nacional y sujetos a órdenes internacionales de detención con fines
de extradición, como responsables del crimen de genocidio cometido contra el
pueblo saharaui. De esta forma, la presión al gobierno de España está servida.
Estas querellas
ideadas, deliberadas y redactadas al otro lado del Estrecho, destilan aromas
estrictamente políticos. Todo propósito de confusión y engaño por parte de los
tentáculos de Marruecos hay que rechazarlo. La técnica procesal utilizada es una destreza vieja conocida en los
juzgados: cuando no tienes razón en tu pretensión dibuja hechos impactantes con
apariencia de verosimilitud para conseguir que la denuncia sea admitida a
trámite. Y esto es lo que ha sucedido. Los querellantes, subidos a ese desleal
carro de la justicia, relatan hechos pero huérfanos de cualquier sustento
mínimo probatorio. Hablar y escribir es fácil, probar, en este caso, una
mentira imposible. La propia Audiencia Nacional, en esa vorágine a la que se la
tiene sometida con las dos querellas, ha sido rotunda al rechazar las medidas
cautelares solicitadas, con finalidad política, y no jurídica: «no hay indicios
claros de su participación [Brahim Ghali] en las conductas recogidas en la
querella».
La realidad es otra
bien distinta. La única querella legítima, por mucho que le aterre a Marruecos,
es la que se interpuso ante la Audiencia Nacional en el año 2006, gracias a la
denuncia de víctimas y de organismos defensores de Derechos Humanos, por los
graves crímenes cometidos contra el pueblo saharaui por parte de Marruecos
desde el mismo momento que iniciaron la invasión del Sahara Occidental.
A pesar de la
deliberada ausencia de justicia en Marruecos, garantizando a sus autores la
impunidad absoluta, y de sus obstáculos continuos para impedir la investigación
y enjuiciamiento de estos crímenes en España, los tribunales españoles, después
de la pertinente y rigurosa investigación judicial, dictaron un auto de
procesamiento de extraordinaria importancia. Y es así porque, aunque sea de
forma provisional, se declara, con el rigor de un tribunal de justicia, la
verdad judicial de lo que sucedió en el Sahara Occidental. Esta resolución es
una decisión dictada por un tribunal de justicia, independiente e imparcial,
basada en abundantes elementos probatorios practicados a lo largo de años de
investigación, respetando escrupulosamente todos los estándares del juicio
justo.
La irritación de
Marruecos y sus acólitos procede del revés judicial del auto de procesamiento
español. No soporta que se declare la existencia del pueblo saharaui con sus
específicas circunstancias. Se descomponen con la retahíla de resoluciones de
Naciones Unidas, plasmadas en el auto que considera al Sahara Occidental como
«territorio no autónomo», y por tanto se deriva el reconocimiento al derecho
del Sahara a la libre determinación y la independencia, y el proceso a seguir
para su consecución.
Marruecos se
sulfura cuando la Audiencia Nacional le recuerda que: i) ocupó con violencia el
Sahara Occidental y que su ejército y policía atacaron sistemáticamente a la
población saharaui; ii) que el Tribunal Internacional de Justicia, el 16 de
octubre de 1975, concluyó que el Sahara Occidental no era territorio de nadie
en el momento de su colonización por parte de España y que carecía de vínculo
de soberanía territorial con Marruecos y Mauritania; iii) que la «Marcha Verde»
de 1975, iniciada por militares y civiles y rechazada por Naciones Unidas, fue
el origen la invasión del Sahara Occidental; y iv) que por decisión de Naciones
Unidas se acordó la realización de un referéndum. Labor que sigue incumplida.
Marruecos busca
blanquear su imagen y responsabilidad. El auto de procesamiento, que repudia,
describe crímenes concretos perpetrados desde 1975 contra la población
saharaui, especificando el lugar de comisión, los nombres de víctimas y
victimarios identificados y el momento temporal en el que se ejecutaron.
La resolución describe
la sinrazón de la barbarie protagonizada por Marruecos contra los saharauis y
narra cómo se ejecutaban los crímenes y los crueles métodos de tortura. Se leen
pasajes de horror: «Dio a luz en la cárcel y al recién nacido le cortaron los
dedos y se los trajeron después a la madre en la comida»; «prendieron fuego a
uno de los prisioneros»; «le quemaron con cigarrillos y mecheros y le obligaron
a hacer felaciones a varios guardias»; «el campamento fue bombardeado con
napalm y fósforo blanco por la aviación marroquí ocasionando al menos 39
muertos, así como más de 75 heridos de gravedad»; «las bombas cayeron en la
tienda-hospital que estaba señalizada con una media luna roja, matando a la
mayoría de la gente que se encontraba en su interior e hiriendo a otras
muchas».
Marruecos pretende
que se olvide lo inolvidable, que se ignore que cometió el crimen de los
crímenes. La resolución judicial española califica los hechos como genocidio
porque las acciones cometidas por militares o policías marroquíes se dirigieron
unívocamente contra los saharauis, personas originarias del Sahara Occidental,
«que fueron sometidas a persecución únicamente por el motivo de ser originarios
de ese territorio que reclama Marruecos y con la finalidad de destruirlos,
mediante el asesinato o desapariciones forzadas o incluso mediante la reclusión
durante grandes períodos de tiempo». Y lo que es peor, la resolución judicial
señala que existió en esa política planificada alauita «una finalidad de
destrucción» del pueblo saharaui.
Marruecos busca que
se queme —al igual que hicieron con las jaimas que cobijaban a los saharauis,
ancianos, mujeres y niños en su éxodo por el desierto— todas y cada una de las
líneas del auto de procesamiento.
Marruecos ahora
exige cooperación a las autoridades españolas, cuando la reciprocidad ha sido
inexistente. Marruecos no atendió ni una sola petición de ayuda cooperativa de
los jueces españoles para investigar los hechos y personas que conforman en el
auto de procesamiento. Y, por supuesto, no ha detenido ni extraditado a ninguno
de sus ciudadanos escondidos dentro de sus fronteras.
Este genocidio hoy
continúa contra aquellos saharauis que luchan pacíficamente por la
independencia de su pueblo y por la defensa de los Derechos Humanos en los
territorios ocupados del Sahara Occidental. Marruecos persigue, secuestra,
encarcela y tortura a los civiles saharauis, negándoles el derecho a un juicio
justo. Saquean sus propiedades, expolian las riquezas naturales del territorio
no autónomo del Sahara Occidental y colocan minas anti-personas en los lindes
del Sahara Occidental con Mauritania, Argelia y las zonas liberadas.
Marruecos debe
recordar que ya no son sólo las resoluciones de Naciones Unidas, sino también
los tribunales de justicia españoles, los que, después de una rigurosa
investigación judicial, han concluido que existen indicios racionales de que
Marruecos cometió un genocidio contra el pueblo saharaui y que este pueblo
tiene el derecho a la autodeterminación e independencia. Es imperativo que Marruecos
salga de una vez de la permanente ilegalidad, deje de maquinar torticeramente
para obtener objetivos espurios y cumpla sin fisuras con las obligaciones que
le impone el Derecho Internacional. Y desde luego debe aleccionar a sus
servicios de inteligencia a trabajar con el rigor a la verdad y el respeto a
los derechos fundamentales de las personas.
https://www.eldiario.es/opinion/tribuna-abierta/genocidio-cometieron-pueblo-saharaui_129_7964807.html
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